Ahórrense la tinta, no nos van a convencer

No sabe uno si reírse o preocuparse por la presión con la que intentan someternos algunos para que sospechemos de lo que siempre ha estado claro. Me refiero a la oscura pretensión de quienes supuestamente investidos de conocimientos académicos exclusivos de seres superiores “progresistas”, dicen que las cosas no son lo que son, eufemísticamente cambiándole el nombre o pretendiendo humillarnos al insinuar que lo que sabemos de sobra y hace rato, está “pasado de moda” o es propio de mentes minúsculas y estrechas.

Me refiero a quienes intentan convencernos de que lo que no está bien, si lo está, porque nosotros somos tontos, y ellos inteligentes y de “vanguardia”. Por ejemplo, salieron algunos muy tiesos y muy majos a defender a los forajidos autoproclamados como “artistas”, que se sienten iluminados por las musas de la inspiración con el derecho de volver una inmundicia los bienes públicos como los vagones del Metro, con sus porquerías grafiteras, que, según sus cómplices, nosotros no los entendemos porque tenemos limitaciones sensoriales y desconocemos lo que es la “expresión artística” y nos falta “agilidad mental”. El grafiti en lugares no permitidos es contaminación y basura, es una afrenta violenta a los bienes públicos, que son los que son de todos, y nadie tiene el derecho de pasar por encima de todo y todos. Quienes incumplan reglas del tránsito deberían pagar sus multas, pelando con alambre de cobre esas basuras y repintando de cuenta de ellos. Si estos “dioses del arte” están urgidos de expresarse, que se pinten la cara para siempre y se miren al espejo, pero no se tomen por la fuerza lo que no es de ellos.

Los defensores de lo que no puede serlo, intentan validarlo poniéndole otros nombres a lo que ya tiene el preciso. Los guerrilleros narcoterroristas ahora son “rebeldes” e “insurgentes”, las prostitutas dejan de serlo si se hacen llamar “prepagos”, los secuestros son “retenciones”, el apaciguamiento extorsivo es “proceso de paz” y decir la verdad sobre el estado del país en un discurso público, en vez de tapar los nefastos resultados del gobierno anterior, es casi delito.

Y qué decir del castigo a los infractores. Ahora los “progres” intentan hacernos sentir como lo peor de la especie porque defendemos el incontrovertible aspecto coercitivo de la ley, diciendo que quien anuncie un aumento de las penas a quienes incumplan la ley, lo hace porque es un “populista”. Qué tal. Ahora los malos resultamos siendo nosotros. Para estos secuaces de los enemigos de la sociedad, el delito no existe, además siempre está justificado, y como es “común”, entonces debe dejar de ser delito y menos aún debe tener castigo. Las penas se parecen cada día más a los neumáticos de los carros de Fórmula 1. Antes había “duros, medios y blandos”. Ahora son “blandos, superblandos y ultrablandos”. Si seguimos así habrá que pagarles a los delincuentes por serlo. Miren las 10 nuevas curules del Congreso.

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