Senador Álvaro Uribe…aquí me quedo

El expresidente y parlamentario retoma el liderazgo de la bancada de su partido y de la coalición que acompañará la gestión de Iván Duque.

Tras cumplírsele la incapacidad médica que lo retenía en su finca de Rionegro, el senador Álvaro Uribe vuelve hoy a su oficina del Capitolio Nacional en medio de los preparativos para la posesión, el martes, del presidente Iván Duque, transmisión de mando que él no se iba a perder por nada del mundo.

Como ya lo ha dicho EL NUEVO SIGLO, Uribe retoma, en medio de la tormenta jurídica que enfrenta, el liderazgo del Centro Democrático e, indirectamente, de la coalición que acompañará en los próximos cuatro años la gestión de Duque, ya que tiene la capacidad de concitar de forma más clara y coherente líneas de acción conjuntas con los voceros y los jefes de partidos Social de Unidad Nacional (La U), Cambio Radical, Liberal y Conservador.

Esto no es de poca monta, porque precisamente desde el miércoles su ascendencia será clave cuando este Congreso tenga que medírsele a reformas tan complejas y con un alto costo político –y electoral– como la ya anunciada en el campo tributario, cuyas bases serán reveladas el próximo martes, en la posesión presidencial.

Pero también están en fila los no menos complicados ajustes al acuerdo de paz con las Farc, en donde es claro que tendrá que derrotarse la negativa de la oposición, con el propio partido de la exguerrilla a la cabeza.

Igual se planea llevar al Congreso reformas como la pensional o la misma reingeniería al sistema político y electoral. Incluso es claro que Uribe deberá tirar línea cuando llegue la reforma judicial, en la que, sin embargo, se declarará impedido para temas que tengan que ver con la Corte Suprema de Justicia, dada la investigación que tiene en curso.

Volver a ‘apretar’ el concepto de dosis personal de droga es otro de esos temas gruesos en donde el exmandatario será clave.

Pero si su regreso al Capitolio es importante en términos de gobernabilidad y desarrollo legislativo, lo es también desde el punto de vista político, sobre todo después del debate sobre falsos testigos que adelantó el uribismo la semana pasada en la plenaria de la Cámara.

Ya se vio que tras las críticas por la renuncia, sus detractores procedieron a reprocharle que se abstuviera de dimitir, principalmente (aunque no lo digan así) porque les quita el argumento de que quería evadir su comparecencia ante la Corte Suprema de Justicia.

Pero, aunque algunos se nieguen a verlo, precisamente la decisión de Uribe de no renunciar genera un escenario en el que todas las actuaciones procesales deben ajustarse estrictamente a lo que dice la ley, para reinstitucionalizar el caso, dejando atrás la multiplicidad de versiones cruzadas sobre actuaciones irregulares de lado y lado, y poniéndole fin a las filtraciones de medidas y apartes del expediente.

Debe parar la ‘guerra’ mediática de testimonios con supuesto perfil incriminatorio o absolutorio, con lo que hay que añadir que el expediente no puede seguir alimentándose exclusivamente de versiones de oídas en las cárceles; pruebas recogidas de forma antitécnica, direccionada y sospechosa; diligencias propias de policía judicial realizadas por personal no idóneo y relatos acomodaticios de reuniones subrepticias al por mayor.

En fin, como ya lo ha reclamado este Diario, debe restablecerse y exigirse el respeto absoluto de la reserva sumarial y aplicar las sanciones respectivas a los actores procesales que la violen. Por igual, la forma en que se resuelva el recurso de recusación que interpuso Uribe contra los tres magistrados debe ser absolutamente taxativa y objetiva. Allí se juega mucho al alto Tribunal.

Solo resta poner de presente que, en medio del rifirrafe político-jurídico de la última semana, tras el llamado a indagatoria al expresidente Uribe, es claro que su disposición inmediata a renunciar dejó en una posición, por decir lo menos, incómoda a no pocos senadores y representantes a la Cámara que también tienen procesos preliminares en la Sala Penal y que, eventualmente, pueden llegar a ser llamados a indagatoria, lo que no significa que su captura sea inminente o que el acervo probatorio en su contra sea el preludio seguro de una posible condena.

Es evidente que si la postura de Uribe de dar un paso al costado para no afectar la misión legislativa hiciera carrera, o al menos se convirtiera en un constante eje de presión para que los investigados actuaran en igual dirección, las bajas en las distintas bancadas, tanto de la coalición gubernamental como de la oposición, serían muchas.

No podía, desde luego, el expresidente y senador Álvaro Uribe haberle dado un triunfo a la oposición con su renuncia. En realidad no había ninguna necesidad de ello y, en cambio, los opositores hubieran cobrado de antemano un triunfo que nada tiene que ver con las necesidades del país y del Congreso. Hizo bien, pues, en reconsiderar su retiro del Parlamento al que se reintegrará este lunes, luego de cumplir su incapacidad médica.

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