Mitú, 20 años del peor golpe de las Farc al Estado colombiano

Dos décadas después de uno de los peores episodios de la guerra, en el que murieron alrededor de 150 personas, un militar que defendió el poblado se encontró con uno de los guerrilleros que comandó el ataque. Así cambió la historia de un pueblo arrasado.

Hace seis meses, el coronel Rómulo Fonseca se reunió, sin saberlo, con el hombre al que 20 años atrás se había enfrentado en la guerra, el que lo había hecho sufrir uno de los peores momentos de su carrera militar.

Veinte años después de haber entrado por primera vez a Mitú, un municipio en ruinas, donde acababa de ocurrir uno de los peores episodios de la guerra en Colombia, el coronel Rómulo Fonseca recibió en su oficina a su enemigo de esos días, al hombre que lo hizo sentir el dolor de perder a un compañero de combate.

1.500 hombres de las Farc acorralaron a 120 policías en una estación, en enfrentamientos que dejaron alrededor de 150 personas muertas, entre uniformados, guerrilleros y civiles.

Un exjefe de las Farc llegó hasta su despacho en la brigada de Selva 31, en la capital del Vaupés, a pedirle que le garantizara su seguridad y su vida durante los días en los que estaría allí haciendo campaña política con el partido de las Farc.

El hombre, que se presentó como Juan Carlos Ordóñez, le dijo: Usted no lo sabe, pero yo por acá soy muy conocido como Patesopa.

Ese alias le revivió a Fonseca el recuerdo de la toma de Mitú. El desembarco en medio de las ruinas, luego de que 1.500 hombres de las Farc acorralaron a 120 policías en una estación, en enfrentamientos que dejaron alrededor de 150 personas muertas, entre uniformados, guerrilleros y civiles. Fonseca, entonces teniente, fue uno de los que llegó a retomar el pueblo que había estado bajo asedio durante 3 días.

Después de la retirada de los guerrilleros, que partieron en lanchas con 61 uniformados secuestrados, a Fonseca y la compañía que comandaba le asignaron la defensa del sector de Cañosangre. Pero las Farc no se habían ido del todo. Tras el escape, Romaña, quien dirigió la toma, le ordenó a Patesopa que se quedara en la zona. Su misión era hostigar al Ejército para garantizar la salida de los guerrilleros de la región, y para mantener cierta presencia en el área. En uno de esos ataques murió el dragoneante Chávez, uno de los hombre de Fonseca.

Así que cuando supo que tenía a su viejo enemigo al frente se desahogó:

-Oiga, ustedes le hicieron mucho daño a Mitú, y le quitaron la vida a un gran hombre, le dijo el militar, y le recordó el ataque en Cañosangre.

Patesopa agachó la cabeza. «Esas son las cosas del conflicto, mi coronel». El encuentro terminó con el coronel Fonseca asegurándole a Patesopa que podría moverse y hacer campaña con tranquilidad por la zona, que él y sus hombres le garantizaban la seguridad. Días después, antes de irse del Vaupés, Patesopa lo llamó para darle el parte de esos días, para decirle que todo había salido bien.

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El 1 de noviembre de 1998, al menos 1.500 hombres de las Farc se tomaron Mitú y acorralaron a los 120 policías que defendían el pueblo en una base que sostuvieron hasta que se acabaron las balas. Fue uno de los enfrentamientos más sangrientos entre la guerrilla y la fuerza pública. Pero sobre todo fue la demostración de que, entonces, las Farc eran capaces de tomar la delantera en la guerra.

La toma de Mitú era una prueba de fuego para las Farc. En 1993, durante la VIII Conferencia que llevaron a cabo en las selvas del Guaviare, la guerrilla se trazó el objetivo perentorio de tomarse el poder. Esa directriz empezó a tomar forma hacia 1998. Entonces, las Farc, robustecidas militarmente, arrancaron una serie de tomas a municipios, implementando una nueva arma de guerra que violaba el derecho internacional humanitario: los cilindros bomba.

De la guerra de movimiento, el golpear y huir, querían pasar a la de posicionamiento, explica el historiados Marco Forero. La guerrilla pretendía demostrar su capacidad para sostener el control sobre un territorio. Era un desafío mucho más potente contra el Estado con el que, creían, les daba la potestad de negociar como pares con el Estado.

En la víspera, en Halloween, hubo fiesta y juegos para los niños en el parque del pueblo que, al día siguiente, quedaría lleno de orificios abiertos a punta de cilindros bomba.

Entonces, las Fuerzas Militares, que aún no comenzaban su proceso de modernización, eran incapaces de cubrir todo el territorio nacional. Las Farc, conscientes de eso, implementaron los ataques en masa. Es decir, la acumulación de grupos de hasta más de mil guerrilleros, reunidos entre distintos frentes, que atacaban poblaciones donde superaban en hombres a la fuerza pública, en proporciones de hasta 10 a 1. Ya lo habían hecho ese mismo año en la toma de Miraflores, en Guaviare, en donde 1.000 guerrilleros del Bloque Oriental atacaron una base que entre soldados y policías que no reunían 200 uniformados. El saldo fue de 16 hombres de la fuerza pública muertos y 129 secuestrados.

Mitú estaba en el radar por su posición geográfica, que lo convertía en la capital departamental más inaccesible del país, cuya base aérea más cercana era precisamente la de Miraflores, lo suficientemente lejos para que los helicópteros no pudieran llegar con combustible para el viaje de ida y regreso. El plan de las Farc era tomar el control del municipio por al menos cinco días. El Mono Jojoy designó a alias Romaña para que se encargara de la toma.

El operativo, sin embargo, había comenzado mucho antes del ataque. Entre los pobladores se veía gente ajena al pueblo y meses antes aumentaron los hostigamientos, tanto que en algunas casas ya había trincheras para esconderse. En la víspera, en Halloween, hubo fiesta y juegos para los niños en el parque del pueblo que, al día siguiente, quedaría lleno de orificios abiertos a punta de cilindros bomba.

La toma de Mitú fue la demostración de que, entonces, las Farc eran capaces de tomar la delantera en la guerra.

Los guerrilleros cercaron Mitú antes del amanecer del 1 de noviembre de 1998. A las 4:30 de la mañana comenzó la toma. Primero asumieron el control del río Vaupés, la única vía de acceso distinta al aire que tiene la capital. Luego ocuparon la pista de aterrizaje y marcharon hacia la estación de policía que comandaba el coronel Luis Mendieta.

El enfrentamiento fue brutal. La guerrilla aplicó la estrategia del ataque en masa, pero eso le pasó una gran factura. Alrededor de 100 de sus hombres murieron para tomarse una guarnición que contaba con una buena estructura de protección. Un policía con una ametralladora ubicada sobre una torreta, con la visión de toda la tropa de atacantes, habría sido el que más muertes ocasionó, hasta que se le agotaron las balas y fue asesinado.

Los refuerzos no podían llegar porque la pista estaba tomada. No había dónde aterrizar. Mientras avanzaba el combate, algunos guerrilleros entraron a casas específicas en busca de policías bachilleres o de los uniformados que no estaban de guardia. Se los llevaron a casi todos. Unos cuantos se escondieron en trincheras dentro de las casas, cubiertos con hojas de palma.

Hacia las tres de la tarde, después de 10 horas de combate en los que se dispararon alrededor de 150.000 cartuchos, los policías se quedaron sin munición y los guerrilleros avanzaron sobre sus posiciones. En la noche, los aviones militares bombardearon.

Hacia las 3 de la tarde, después de 10 horas de combate en los que se dispararon alrededor de 150.000 cartuchos, los policías se quedaron sin munición y los guerrilleros avanzaron sobre sus posiciones.

Al día siguiente llegaron las tropas de refuerzo. El gobierno colombiano tramitó un permiso para que sus aeronaves y sus hombres pudieran salir desde una base brasileña cercana. La retoma se denominó Operación Vuelo de Ángel, y tardó un día en asegurar la retoma de Mitú. Pero el saldo, para ese momento, ya era trágico.

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El entonces teniente Fonseca desembarcó al tercer día, en el segundo batallón contraguerrilla del Ejército que terminó de asegurar el municipio. «La estación de Policía estaba acabada, las casas aledañas destruidas, el banco que quedaba al frente destruido, el parque principal con cráteres de los cilindros. La gente poco hablaba. Yo sentía la impotencia de no haber llegado antes». Fonseca estuvo siete meses más en Mitú.

Los guerrilleros se replegaron por el río Vaupés, llevándose a los secuestrados consigo. Romaña dejó a unos cuantos hombres en la zona, para que continuaron la embestida gota a gota durante los meses siguientes. «Al parque principal no se podía ir porque del otro lado del río botaban cilindros. Siempre había hostigamientos del otro lado del río».

La toma, de alguna manera, no terminó. La mayoría de secuestrados fueron liberados en 2001, en medio de los diálogos de paz del Caguán. John Frank Pinchao se fugó en 2007 y el teniente Javier Rodríguez fue liberado en 2008 en la Operación Jaque. Otros, como el hoy general Luis Mendieta y el mayor Enrique Murillo fueron rescatados en 2010, tras 13 años de cautiverio. El mayor Julián Ernesto Guevara murió durante el secuestro.

A finales de 2016, el ya coronel Fonseca volvió a Mitú y se encontró un pueblo distinto. El Vaupés, por la misma impenetrabilidad de su selva, está relativamente libre de grupos armados. Hacia la frontera con Guaviare hay presencia esporádica de disidentes del Frente 1 de las Farc, bajo órdenes de Iván Mordisco, y hacia el Guainía, de hombres que pertenecieron a la Acacio Medina, ahora comandados por John 40. Según el último informe de Naciones Unidas, en Vaupés hay 105 hectáreas sembradas con coca, que representan solo el 0,06 por ciento del total nacional.

Según el último informe de Naciones Unidas, en Vaupés hay 105 hectáreas sembradas con coca, que representan solo el 0,06% del total nacional.

Pero Mitú vive en relativa calma. Muchos de los empleados estatales que llegaron a trabajar se radicaron allí, por la tranquilidad con la que la vida pasa. Incluso, este año ya se cuentan más de 600 extranjeros que han visitado el departamento, habitado por 46.000 personas. En contraste con los tiempos de la toma, en Mitú ya hay servicio eléctrico las 24 horas proveído por plantas.

Pero las secuelas de esa guerra siguen manifiestas. En el departamento, por ejemplo, hay una reciente epidemia de suicidios. La tasa de muertes por ese fenómeno en el Vaupés duplica la nacional. Solo en lo que va del año se registran alrededor de 80 intentos de suicidio en Mitú. La mayoría son jóvenes indígenas que tratan de ahorcarse. Y la razón tendría raíces en esos tiempos violentos. El desplazamiento en el departamento generó el desarraigo de comunidades acostumbradas a la caza y la pesca. Ese choque con un mundo muy distinto estaría detrás del preocupante fenómeno.

Este jueves, cuando se cumplan 20 años de la toma de Mitú, sus habitantes recorrerán el municipio vestidos de blanco y llevando velas del mismo color. Irán en silencio y, seguramente, reconstruyendo en sus mentes aquella jornada de horror.

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