Nueva cúpula, aire motivador

Al comando de las FF.AA. llegan generales probados en combates y operaciones. Tienen retos mayúsculos como narcotráfico y seguridad fronteriza y urbana. A realzar la moral y la iniciativa.

Además de ser un relevo habitual y potestativo de cada gobierno, la decisión de un cambio en la comandancia del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía representa una renovación necesaria para que la Fuerza Pública termine el año, y en especial comience el nuevo, con un ambiente de motivación y retos que deben fijar los generales Luis Fernando Navarro Jiménez, Nicacio de Jesús Martínez Espinel, Ramsés Rueda Rueda, Óscar Atehortúa (Policía) y el vicealmirante Evelio Ramírez Gafaro.

Son múltiples y graves las amenazas que persisten para la seguridad rural, urbana y fronteriza. Los grupos armados organizados (bandas criminales, disidencias de Farc y guerrilla del Eln), funcionales o incluso copados por las estructuras trasnacionales del narcotráfico; las pandillas y estructuras delincuenciales urbanas, vinculadas al microtráfico, la extorsión, el hurto y la explotación sexual, y la hiperactividad militar en países vecinos como Venezuela, de donde además se desprende una gran masa de migrantes, implican retos superlativos para el Estado colombiano.

El cambio, propio de las dinámicas internas de las Fuerzas, pero al tiempo asociado a las políticas y metas del presidente Iván Duque, que busca completar y afinar sus equipos, debe inyectar nuevos aires a la tropa: una recarga estratégica y ofensiva frente a los “teatros de operaciones” que trajo la reinserción de las Farc, y la desbandada de muchos de sus mandos medios y subversivos rasos que regresaron a la ilegalidad.

Las condiciones mismas de la negociación con las Farc impusieron a las Fuerzas Armadas una reducción de operaciones, entendibles en el objetivo del gobierno de no agitar la mesa de conversaciones y la búsqueda de acuerdos, además de afianzar el paulatino desescalamiento militar. Pero se trata de una etapa agotada, y las Fuerzas Militares y de Policía deben reforzar su acción en el nuevo mapa de actores y factores de perturbación del orden y la seguridad internos y fronterizos.

El presidente Duque advirtió, con tacto y sensatez, que no se trata de reclamar “propiedad política o ideológica” del aparato armado y defensivo del Estado. En un entorno de transiciones y reacomodos frente a los nuevos fenómenos de inseguridad y violencia, se deben revisar, rediseñar y renovar los planes maestros de protección y seguridad para la ciudadanía (del campo y las ciudades) y la integridad y soberanía del territorio, en un escenario regional bastante perturbado por la situación de Venezuela.

Que el nuevo generalato en el argot militar sea visto como más “tropero” y vinculado a las acciones de batalla e inteligencia, no debe ser interpretado por algunos como el inicio de un período de “acento guerrerista”. Se trata de la necesidad de rearmar de moral y ofensiva a las tropas en escenarios regionales que distan de ser los de un país en paz, libre de conflictos.

Esa gran “experiencia operacional”, subrayada en la nueva cúpula, tendrá que ser garantía de que no vuelvan a consolidarse territorios inexpugnables o ajenos para las Fuerzas Armadas, y que no haya un centímetro del territorio donde los ilegales reclamen dominio o autoridad.

Los generales Navarro, Martínez, Rueda y Atehortúa y el vicealmirante Ramírez, deben garantizar gobernabilidad, control y seguridad. Patrullar una nación sin zonas grises, ni rojas, donde rijan sin vacíos la Constitución y la Ley.

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