«Duque es transición, pero no la que quería Timochenko»

Daniel Mera Villamizar, uno de los columnistas del NO en el plebiscito, líder y secretario técnico del empalme en educación de Iván Duque, habló con SEMANA sobre el rumbo del nuevo gobierno. Dice que el presidente necesita armar una coalición ideológica y programática multipartidista.

SEMANA: En su libro “Pos-polarización” acertó con que Duque iba a despolarizar, aunque esa no resultó la clave para que el país terminara el año optimista.

Daniel Mera: Es cierto, pero no seamos ingratos con 2018, al menos desde una perspectiva histórica. La orientación de Colombia estuvo en juego como nunca antes, y en el cruce de caminos escogimos el correcto. Hubiese sido una cruel ironía histórica que por la vía electoral tuviéramos en el gobierno la esencia de las ideas del proyecto revolucionario fracasado y dañino, y haber visto al presidente Petro anticorrupción en semejante video. Así estamos mejor.

SEMANA: Aunque Fajardo, por ejemplo, dice que el panorama es desesperanzador, que el gobierno no tiene rumbo…

D.M.: Que vea desesperanzador el panorama de 2019 no habla tan bien de Fajardo. ¿Dirá eso en México? Cualquiera le podría señalar que Duque mantiene estructuralmente intactas las posibilidades de hacer un buen gobierno. El presidente tiene de dónde sacar lo que necesita: un partido grande para afincar la gobernabilidad, y ser parte de un proyecto político de largo plazo para caracterizar el norte, el rumbo, la narrativa. Más desesperanzador podría ser un gobierno de centro tibio, ni fu ni fa, con una pequeña bancada en el Congreso y un proyecto político de cuatro años, típico de un movimiento personalista.

SEMANA: Sin embargo, Álvaro Uribe habló de “enderezar” y muchos piden un “timonazo”…

D.M.: Por una razón: el presidente Duque ha perdido la mitad de su electorado. En buena medida por el tema de impuestos y por no gobernar como se esperaba. Los que no votaron por Duque no son los que le han quitado apoyo. Son los que votaron por él y esperan más “mano firme y corazón grande” para enderezar el país. Lo que estamos viendo es la dificultad de despolarizar y al tiempo adelantar una agenda reformista sin una gobernabilidad programática con los partidos afines. Es difícil creer que después de publicar el libro “El futuro está en el centro”, Duque no aspire a una reconfiguración inteligente del centro político con una orientación definida y coherente. El “timonazo” sería conformar una coalición ideológica y programática del centro a la derecha.

SEMANA: El subtítulo de su libro es “El reto de un centro democrático, liberal y reformista”. Algunos creen que ese es el problema: que Duque es de centro y su partido suena de extrema.

D.M.: Mi libro se refiere al concepto de centro democrático, no al partido. Creo, sí, que un problema del debate político colombiano son los sesgos cognitivos de influyentes nichos de opinión de algunos medios en contra de Duque y el Centro Democrático. Si el “sesgo de confirmación” fuera favorable vería múltiples pruebas de un partido mayoritariamente de centro y responsable; como es desfavorable, solamente ve pruebas de un partido extremista.

Así es muy difícil la discusión. Y encima, el metasesgo del “punto ciego” les impide reconocer los propios sesgos. De ahí el desprecio por los 10 millones de votantes y que valoren muy poco del gobierno Duque. Ojalá el contraste con el gobierno de Bolsonaro les permita apreciar la diferencia y no sigan viendo lo que quieren ver.

SEMANA: ¿En qué sentido sería “liberal” el partido Centro Democrático?

D.M.: En al menos tres dimensiones fundamentales claramente: la defensa del régimen de libertades individuales; de la democracia liberal con la separación de poderes y un ciudadano, un voto, asediada por la democracia directa aupada en La Habana; y de la economía de mercado. En general, es el partido más decidido en la contención del marxismo, del progresismo anti-liberal y del romanticismo anti-moderno que han logrado cambiar características del proyecto colombiano.

Ciertamente, en cuestiones de moral social con implicaciones religiosas tiende a ganar el conservadurismo porque el ala más liberal del Centro Democrático no parece interesada en dar esa batalla. Duque es transición, pero no la que quería Timochenko. No hay tal “gobierno de transición” que tome las 297 páginas del acuerdo con las Farc como la “carta de navegación” de Colombia. Creyeron refundar intelectualmente las bases de nuestra democracia y desarrollo, y llaman a otros miopes.

SEMANA: ¿Entonces Duque es transición a qué?

D.M.: Evidentemente, hacia una corrección del rumbo que tomó el país en los ocho años de Juan Manuel Santos. Salta a la vista el cambio en parar la corrupción de la mermelada, enfrentar la expansión de los cultivos de coca, no dejarse chantajear por el ELN y en la conducción de la política exterior, pero el alcance y la profundidad del giro o corrección dependerá de si Duque logra vencer un “nudo gordiano” o admonición de la política colombiana.

Esa admonición dice: "si hace un gobierno de centro-derecha entregará el país a la izquierda (radical) porque la centro-derecha no representa los intereses populares". Cuando el presidente Duque enfatiza la equidad y el Centro Democrático mayores ingresos para los trabajadores están apuntando en la dirección correcta, así no tengamos la productividad necesaria para lo segundo. Lo que toca afinar es el equilibrio estratégico entre el gobierno y el Centro Democrático para estructurar la coalición de gobierno y vencer la admonición.

SEMANA: Pero no queda clara la prioridad que Duque le quiere dar a la gobernabilidad y la garantía de que el sentido de orientación de su gobierno prevalecerá.

D.M.: Hasta ahora. Sin embargo, hay dos líneas de Duque que pueden llevarlo a un replanteamiento: la lucha anticorrupción y la idea de los pactos. Mantener el reparto político-burocrático regional de Santos es perpetuar la Unidad Nacional de la corrupción y responder por ella. Y hablar de pactos de buena voluntad sin acuerdos programáticos, que tocan intereses creados, se agotará rápidamente como herramienta de gobierno efectivo. El presidente necesita encontrar una fórmula para armar una coalición ideológica y programática multipartidista que tenga una agenda que eleve la senda de crecimiento de largo plazo del país, poniendo en primer lugar que la corrupción es el principal factor que debilita esa senda. Otro la infraestructura, otro la educación.

De pronto Duque no logra sacar las reformas estructurales urgentes, pero sí avanza en unas y deja una coalición con vocación de continuidad. Es un reto de alta política –y se puede aprender de Chile–, con gran potencial para adquirir su propia estatura histórica. Aliarse con la fuerza programática de Vargas Lleras sin sucumbir a las costumbres de Cambio Radical no será nada fácil, por poner un ejemplo.

SEMANA: Ya que menciona educación, usted fue el encargado de la comisión de empalme, pero en sus columnas no parece conforme con el acuerdo para levantar el paro estudiantil.

D.M.: Me hubiera conformado con que a cambio de los mayores recursos, alguna medida anticorrupción y proeficiencia en las universidades públicas. O que todas utilicen la plataforma de Colombia Compra Eficiente, o que el MEN y los rectores acuerden con la Contraloría pasar de unas pocas auditorías financieras al año a auditorías de gestión y resultados a todas las universidades con indicadores comunes.

O que Presidencia y el MEN hagan transparente su política de nombramientos de delegados en los consejos superiores, profesionalicen esa delegación y respondan por lo que pasa ante su vista gorda. O que el CESU, el MEN y MinHacienda establezcan un sistema de rendición de cuentas de amplio acceso público para las IES, donde se valoren también las buenas prácticas de gobierno universitario. ¡Algo!
Para no exagerar pidiendo una cierta conciencia de la necesidad de una reforma estructural de la educación superior, que también movilice estudiantes a favor.

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