El ELN en el negocio de las trochas con Venezuela

En la frontera cuentan que toda la cadena de seguridad privada, del lado venezolano, es controlada por el ELN y por colectivos chavistas.

Desde que llegué a Cúcuta para el cubrimiento de la crisis política y el desarrollo del concierto "Venezuela Aid", y la entrega de las ayudas humanitarias, no dejaba de poner la mirada al otro lado de la frontera.

El ritmo de los acontecimientos me llevaron al cubrimiento del lado colombiano y con la tensión latente, toda la atención se centró en la frontera.

Con el paso de los días y las horas, y en medio de la creciente violencia que veía en el puente Simón Bolívar, me seguía preguntando: cómo estarán viviendo en San Antonio del Táchira. Tengo el recuerdo hace cinco años cuando pasé por última vez a través de esta frontera viva. Era evidente el comienzo de la crisis económica. Escaseaban los alimentos, medicinas y provisiones. Se pedía en ese entonces el número de la cédula venezolana y había una cuota para la venta de insumos.

El domingo empecé a ver el desespero de los venezolanos, que utilizando las trochas del puente Simón Bolívar, iban pasando con sus niños en brazos y mercancías, no sólo al limítrofe estado del Táchira, sino a todo el país.

Este lunes seguía muy cerca de una de las trochas y apareció en ese momento un Guardia Bolivariano y se entregó a la Policía colombiana. Otro más del centenar que lo ha hecho y que, según él, seguirán desertando.

Nuestra directora de RCN Radio en Cúcuta, Olga Lucía Cotamo ya me había advertido del riesgo que suponía pasar por las trochas: el resultado han sido no menos de 30 desaparecidos por los grupos ilegales que tienen el control.

Estando en esa misma trocha, desde donde cubría los acontecimientos, apareció una médica a quien había visto en la mañana del sábado hablando con la Policía Bolivariana que estaba apostada en el puente, pidiendo que dejaran pasar la ayuda humanitaria.

El domingo volví a verla, con un llamativo morral naranja, con lo cual no pasaba desapercibida y atendiendo a los heridos de la confrontación asimétrica entre armados bolivarianos y jóvenes venezolanos con piedras e improvisadas bombas molotov.

Al verme cerca al inicio de la trocha me dijo, "¿vas a venir conmigo a Venezuela?". Le respondí, entre asustado pero inquieto, que lo estaba pensando. En ese momento llamé de nuevo a Olga Lucía Cotamo y le pregunté qué pensaba de pasar con la doctora. Me respondió de nuevo que era muy peligroso y que si lo hacía, fuera con un" trochero", un peligroso oficio donde se juegan la vida jóvenes que no pasan de 30 años.

El "trochero" ya iba con ellos y mientras hablábamos de los peligros, más nos adentramos a los polvorientos caminos, rodeados de altas plantas que no dejan posibilidad a la vista. De un momento a otro, ya estaba en el río Táchira, escenario natural que sirve como frontera geográfica, y el "trochero" me dice: "¿papá, va a pasar?, eso sí no tome fotos y siempre a mi lado".

Me animé, pensando que sería más fácil y mi guía me pidió dejarme al descubierto la cintura para mostrarles que no iba armado. Al cruzar, ya estaba un hombre armado, vestido de civil y con radio teléfono. El "trochero" lo saludó con un "buenos días" a lo que seguí yo, procurando no verles el rostro e intentar pasar como un vaquiano más.

Llegamos a un segundo punto de control de estos civiles armados y pidieron abrir las maletas. Asustado, porque llevaba mis equipos, intenté mimetizarme entre un grupo de venezolanos que iba con maleta en mano y a quienes dejaron pasar.

Ya estaba en oeste de San Antonio del Táchira y no había vuelta atrás. Seguía creciendo la adrenalina y veía a lo lejos a Villa del Rosario, del lado colombiano, y me preguntaba, "cómo diablos terminé aquí y cómo saldré". El "trochero" pidió que lo acompañara a dejar a las tres mujeres a la casa de a una de ellas.

Le señalé otra ruta donde no había tanta gente y un hombre armado le gritó a lo lejos al "trochero" que no pasara por allá y le señaló con un palo el camino que él mostraba y controlaba claramente, en una cadena de la migración ilegal.

Esperaba que no "oliera mi miedo" y no me atrevía a verle la cara. Ya allí en la sala de la casa, una de las mujeres me preguntó porqué estaba tan asustado y le dije, "soy periodista y de RCN". Le mostré la identificación de la empresa y los distintivos del concierto y de la entrega de la ayuda humanitaria. Me respondió, "usted está loco, deje eso acá. Hay que quemarlo".

Le entregué las identificaciones y me sugirió ir sin equipos a dar una vuelta por San Antonio, mientras la médica y las otras mujeres descansaban. Inmediatamente vi una población controlada por "colectivos chavistas", hombres de civil armados quienes son los que tienen el poder territorial y dicen ser los venezolanos que juraron defender "el legado de Chávez" con su vida. Rondan en camionetas con numerosos "seguidores".

Llegué a la casa del "trochero", pero empecé a ver movimientos en moto de la Guardia Bolivariana. El hombre intentó tranquilizarme, diciéndome que allí había un puesto militar y por eso su presencia.

Ya quería salir de allí, pero él insistía en que estuviera tranquilo y me presentó a su familia. Volví a la primera casa, donde dejé mis pertenencias. Nos despedimos con la doctora y quedamos con la promesa de avisarnos que ya hubiéramos llegado bien. Yo a Cúcuta y ella a Caracas. Me dijo su nombre, Karina y le dije que no la olvidaría ya que se llamaba igual que mi esposa.

Ya quería salir de Venezuela y esta vez me dijo el "trochero" que le diera todo el dinero, ya que había que pagarle al "jefe". Me pidió que lo esperara en una esquina, mientras él hablaba. Me pidió contarle que era periodista pero que no iba a tomar fotos; en ese punto el "jefe" hizo un ademán como señal que podía acercarme. El hombre moreno, con revolver en mano y radio teléfono, revisó mis equipos y me volvió a advertir de no tomar fotos ni grabar.

Seguimos avanzando y pensé encontrarme con la policía o Guardia Bolivariana al regresar. No era así. Estaba el mismo hombre armado de civil del primer control, quien por radio teléfono recibió el mensaje que me dejara pasar.

Regresé al río y a la misma trocha, esta vez del lado colombiano y cuando vi a los soldados del Ejército de Colombia me volvió "el alma al cuerpo".

Mi "trochero", a quien ahora sí le pregunté su nombre, me contó que toda la cadena de seguridad privada, del lado venezolano, es controlada por el ELN y por los colectivos chavistas, "llegados de Caracas". El "jefe" era uno de ellos.

Ahora mismo, escribiendo esta crónica, me pregunto cómo se me ocurrió esta idea de cruzar. Sólo espero que la providencia, que me acompañó de vuelta, esté del lado de la "doctora Karina" en su largo viajo aún a Caracas.

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