“Llegamos al borde de la locura”: Militar que se rebeló contra Maduro

En la madrugada del lunes 21 de enero, 27 guardias nacionales destacados en la Comandancia de la Guardia Nacional (GN), ubicada en el sector Cotiza al oeste de Caracas, se sublevaron contra el régimen de Nicolás Maduro.

A través de videos, el grupo de militares anunció la toma del comando e invitaba al pueblo a salir a la calle para apoyar la acción que, se aseguraba, terminaría con el régimen.

La revuelta, en pocas horas, fue controlada: los militares sometidos, pero algunos lograron escapar, como el sargento mayor de tercera, Harry José Solano Vargas, de 36 años de edad, quien en diálogo con EL COLOMBIANO, aseguró que huyó para resguardar su vida: “la orden que hay en Venezuela es asesinarme”.

Solano Vargas, en medio de la persecución, viajó hasta la frontera venezolana, cruzó uno de los puentes internacionales y llegó a Cúcuta. Desde allí relató las persecuciones, torturas, agresiones sexuales y terror que han llegado hasta su entorno familiar.

En el rostro del sargento Solano Vargas no solo se muestran las marcas del paso por el mundo militar; en él se observan el temor y la angustia de sentir la muerte rondando cerca.

“Todo empezó al reconocer a Juan Guaidó como presidente. Tomamos la decisión porque llegamos al borde de la locura, cansados de ver tanta injusticia, hambre, torturas, de civiles y de militares”, relató el hombre que ocupó cargos de responsabilidad dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, como ser escolta personal en Cotiza, un comando de 550 guardias nacionales.

Dijo que su objetivo era lograr que se sumaran más comandos para desconocer el régimen y llegar a Miraflores, “no pudimos lograrlo, se escapó de nuestras manos”.

El militar venezolano explicó que el alzamiento fracasó porque no todos sus compañeros de armas estaban de acuerdo con la acción.

“Había guardias que, al no estar de acuerdo, se escaparon y denunciaron el operativo que teníamos en desarrollo. Todo era por la libertad de Venezuela. Lo único que queríamos era acabar con el narco régimen. No solo era por nosotros, lo hicimos por todos los venezolanos y la idea era que se sumaran todos los componentes, el Ejército, la Aviación y la Armada a nivel nacional”.

El sargento mayor, Harry José Solano Vargas, hizo parte del primer grupo de militares que a principios de enero se sublevó. Hoy vive con miedo. – Foto: EFE

Contabiliza que un 98 % de los integrantes de la Guardia Nacional está completamente a favor de la libertad y reconoce la tortura, la muerte y las injusticias que comete el régimen en Venezuela. “Estuve cerca de las cúpulas del poder y vi lo podridas que están”.

Reprimir protestas, disparar a los jóvenes manifestantes y torturar –dijo el militar– son algunos de los mandatos del régimen a los militares.

“Cuando uno se niega a reprimir una protesta, a disparar en las marchas, lo empiezan a ver feo. A quien no este con Maduro lo persiguen y torturan. Eso me pasó a mí. Nosotros no matamos, ni amedrentamos, ni torturamos a nadie. Lo que hicimos fue cansados de la situación, se sumaron compañeros guardias de manera voluntaria, sin presiones y hubo otros que no lo hicieron… en ese levantamiento nadie fue obligado”.

El guardia nacional relató que al momento de percatarse que los planes trazados fracasaron, escapó de la zona militar en medio de las intensas protestas en las calles, las cuales iniciaron de manera espontánea y solidaria por parte de los vecinos de Cotiza. “Temí por mi vida porque si me llegaban a atrapar hasta ahí llegaba yo. Me iban a asesinar”.

La huida

Solano desconoce si otros militares lograron escapar en medio del control del alzamiento por parte de funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar.

“Los compañeros que se entregaron voluntariamente están incomunicados y siendo torturados actualmente. Tuve el chance de escaparme, pero mis compañeros se refugiaron en el comando de Cotiza y por eso los detienen”.

Después de la huida del destacamento militar, salió de Caracas y llegó a la frontera. Sin muchos detalles de cómo logró la hazaña, Solano dice que fue gracias a muchos guardias nacionales y civiles que lo apoyaron.

“Explicar cómo llegué a Colombia es comprometer a muchas personas que me ayudaron. Lo que sí puedo decir es que Gracias a Dios llegue sano y salvo. Durante el recorrido muchos compañeros guardias nacionales me ayudaron para estar aquí vivo”.

La familia: tiro al blanco

Al escapar de Venezuela el régimen arremetió y sometió a sus familiares. Ingresaron a la residencia familiar e hicieron estragos. Destruyeron su hogar.

“Mi casa la destrozaron completamente, la desvalijaron, se llevaron hasta la comida que había. Hicieron lo mismo en las casas de mi mamá y de los vecinos, además en los negocios cercanos. Los saquearon y luego nos acusan a nosotros de ser delincuentes. Todo esto lo hizo el Dirección General de Contrainteligencia Militar, el brazo armado del régimen que tiene luz verde de arremeter en contra de lo que ellos quieran”.

Denunció que su familia estuvo secuestrada desde el 21 de enero luego de los hechos registrados en el comando de la Guardia Nacional en Cotiza, lugar donde se sublevó el militar que pretendía dar golpe de Estado a Maduro.

Luego de 22 días desaparecidos, los familiares del sargento mayor Solano fueron liberados con signos de tortura y agresión sexual.

“Mi madre, de 73 años, fue violada y le rompieron los huesos de la cadera, mi suegra de 63 y mi sobrina de 19 años también fueron abusadas sexualmente. Ellas están en resguardo ahorita en un lugar que, por razones obvias, no le puedo revelar porque la orden que hay es asesinar a mi familia, es una orden de Maduro, de Diosdado Cabello, dada al brazo armado del régimen”, aseguró.

El militar angustiado dijo entonces temer no solo por su vida, sino también por la de un primo, integrante de la Policía Nacional Bolivariana, (PNB), que se encuentra desaparecido desde el 22 de enero.

En Cúcuta vive de la caridad de “amigos anónimos” que han facilitado comidas y hospedaje, pero señala que la angustia y terror de pensar lo que pasará con su familia, no le dejan en paz.

En un lugar de Venezuela, están encerrados en una vivienda su mamá, tres hermanas, una sobrina y el mayor motivo de su llanto: la esposa y tres hijitos de 4, 6 y 10 años.

Por esa razón, pedirá una medida de protección a la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque teme por su vida y la de sus familiares.

Por ahora, acude todos los días a tramitar los documentos que le permitan estar en Colombia de manera legal y recibe el apoyo de algunas organizaciones internacionales de Derechos Humanos.

Termina la entrevista y el sargento, el que daba instrucciones, el fuerte, el que no le tenía miedo a nada ni a nadie… se limpia sus lágrimas y dice, por tercera vez, que tiene miedo. Y llora.

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