Anulada elección de Mockus

Fallo del Consejo de Estado se ciñe a la Constitución, lo cual no soslaya el agravio comparativo de ver salir a Mockus del Senado, mientras quedan otros, no elegidos popularmente, con crímenes a sus espaldas.

No podrán ser elegidos congresistas quienes hayan celebrado contratos con entidades públicas, en interés propio o en el de terceros, dentro de los seis meses anteriores a la elección. Así lo establece claramente la Constitución Política. Quienes, a pesar de tal inhabilidad, se presenten a la elección y salgan elegidos, se someten a la declaración de la nulidad de esa elección, o a un proceso de pérdida de investidura, o a ambos, y el competente para surtir el proceso es el Consejo de Estado. Eso fue lo que sucedió con Antanas Mockus.

Mockus era el representante legal de una entidad denominada Corpovisionarios, que ha celebrado múltiples contratos con el Estado. En el Gobierno pasado sus servicios fueron solicitados para hacer “pedagogía por la paz”. Y, en los seis meses anteriores a la elección de Congreso, suscribió otro contrato con la Gobernación de Cundinamarca para parecidos efectos. No lo firmó Mockus, representante legal de la corporación, sino el director ejecutivo en su representación.

La inhabilidad había sido advertida, incluso mediante documentos presentados ante el Consejo Nacional Electoral. Y ese contrato ha generado demandas tanto de nulidad como de pérdida de investidura. Esta última fue negada en primera instancia en una de las secciones del Consejo de Estado, y fue apelada y está en segunda instancia. La demanda de nulidad es, en cambio, de única instancia y ya fue definida: para la sección Quinta del Consejo de Estado, Mockus sí estaba inhabilitado para ser elegido senador.

Que Mockus quede por fuera del Senado ha generado comprensible inconformidad entre sus cientos de miles de votantes, así como entre la ciudadanía que lo considera un símbolo de decencia en el ejercicio de la política. En su desempeño en la Alcaldía de Bogotá, sobre todo en el primero de sus dos períodos, Mockus se ganó no solo el respeto sino el afecto de buena parte del electorado. Fue realmente un líder transformador, inspirador de cambios de comportamientos cívicos que dieron un nuevo sentido a la vida urbana en una metrópoli tan compleja como la capital colombiana.

Luego ha pasado por diversas elecciones, con mayor o menor suerte, conservando siempre su figura de pedagogo, acompañado a veces por la polémica, cosa no extraña en el ejercicio político.

Sin embargo, el Consejo de Estado no sometía a juicio la trayectoria de Mockus -este no era un juicio penal-, aunque el origen de la inhabilidad y la nulidad de su elección afectan, por supuesto, el corazón mismo de su mensaje político, filosófico y proselitista.

La decisión del Consejo de Estado es ajustada a la ley. Con todas sus consecuencias. Incluida la de la validez de sentir agravio comparativo entre el hecho de que Mockus salga del Senado y queden allí, no electos por el pueblo, responsables de graves crímenes contra la Humanidad. Pero eso lo decidió el mismo Congreso de la República y desde allí varias bancadas dicen a los colombianos que eso es un hito de la democracia y un “ejemplo para el mundo”.

Merecen palabras de reconocimiento las expresadas por Mockus en su comunicado del pasado jueves. Con altura, con serenidad y con respeto. Está en todo derecho de intentar recursos para revocar la nulidad. No atacó a los jueces ni deslegitimó su labor. La controversia se dirimirá por las mismas vías institucionales que la ley le otorga. Como debe ser.

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