A sus marcas, listos…

El efecto real de las declaraciones del presidente Santos, acerca de que a mediados de este año informará si aspira a la reelección, no es la dilación del debate político.

Por el contrario, lo anticipa, toda vez que sería una ingenuidad imaginar a los distintos protagonistas del proceso que se avecina en actitud de reposo plácido hasta tanto el Jefe del Estado da la largada con el anuncio de su decisión.

De ahí que las cosas se estén moviendo con velocidad de crucero. Ahora la nueva expectativa apunta a dilucidar si el ministro Vargas Lleras renunciará en marzo, caso en el cual las aguas se agitarán aún más, puesto que, si decide retirarse, ese paso dará para interpretaciones que satisfagan todos los gustos.

No olvidemos, de otro lado, que los millones de ciudadanos que acompañan al expresidente Uribe se están preparando para estructurar el proyecto ciudadano de centro democrático, a fin de participar con listas al congreso y candidato presidencial en los comicios del próximo año.

Este proceso va a desatar una agitación cuya fuerza tendrá un gran impacto sobre la política colombiana.

Los distintos precandidatos, que participarán en el proceso tendiente a escoger el vocero del centro democrático, desplegarán una intensa actividad en todo el país, lo que dará lugar a un debate constructivo permanente y al control de las actuaciones del Gobierno.

Pero, falta el plato fuerte.

Así como existe tanto interés de conocer si el Presidente desea buscar un nuevo periodo, no lo hay menos en saber si el expresidente Uribe encabezará la lista al Senado.

Que suceda lo uno y lo otro sería un magnífico escenario para la salud de la democracia colombiana.

A nuestro país le conviene que las decisiones que tome la gente sean el resultado de su adhesión a opciones políticas claras.

Eso es lo que pasa en los sistemas democráticos maduros, donde cada día electoral es una nueva inyección de controversia constructiva y sano equilibrio institucional.

Basta con mirar el resultado de las elecciones más recientes en EE. UU., para refrescar las bondades de la confrontación civilizada y la existencia de un esquema de controles que garantice la estabilidad.

Pues bien, Colombia está atravesando una coyuntura que debe ser útil para ratificar el valor y significado de los pronunciamientos populares.

En el 2010 los ciudadanos votaron en favor de la continuidad de la política de seguridad democrática. Para eso eligieron a Santos, ya que no se podía reelegir a Uribe.

Durante su ejercicio, y en uso de funciones que le son propias, el Presidente se desvió del rumbo que señaló el mandato recibido de parte de millones de colombianos.

Si aspira a que se le reelija, y hay una fuerza de oposición señalando esas desviaciones, no solo con candidato presidencial, sino con su mentor y líder como cabeza de la lista al Senado, esos mismos colombianos tendrán de nuevo la oportunidad de pronunciarse sobre temas que ya habían definido.

A sus marcas, listos…

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