A veces llegan cartas

Por: José Obdulio Gaviria.

Publicado en el portal Kien y Ke

Santos es incorregible. Y está rodeado de asesores y “estrategas” tan torpes, vanos, vacuos y frívolos como él.

¿Qué fue esa carta de cuatro páginas que le inventaron? ¿Quién fue el “listo”, el “astuto” que redactó tal adefesio? Lo bueno es que dieron ocasión -decir “papaya” sería más preciso-, para que Uribe los despachara con cuatro párrafos agudos, certeros, mortíferos como una saeta.

Las cartas de Santos siempre son cantos de sirena. Pretende embelesar, seducir, para llevar a los incautos de las fauces de los tritones. Canto de sirena, discurso de palabras agradables que esconden el engaño, eso son las cartas de Santos.

La reciente, la que envió a Uribe pretendiéndolo envolver en encantos para que le haga el favor de ir a su despacho a lavarle la decaída imagen, es la carta de un truhán, de alguien sin límites en la ciencia milenaria del cinismo.

Qué feos son los malabares de los igualados. Eso de que ambos son los líderes de la nación colombiana sí que le queda grande a Santos. Ese elogio propio (que es vituperio) sobre su papel en la gesta de la Seguridad Democrática (“Me siento orgulloso, dice, de los resultados que obtuvimos en la consolidación de la seguridad democrática (…) continué asestando los mayores golpes a los grupos armados ilegales”), a la mayoría le da risa. A mí, que soy testigo tan directo de la falacia, me da, ¡qué puedo hacer!, indignación y rabia.

Un individuo, que guiado por su hermano Enrique, llevó a las Farc a las cumbres de la jerarquía política; que los sacó del foso profundo en que suelen encuevarse los terroristas profesionales para entronizarlos en las alturas de los cocteles con presidentes y ministros; que los encumbró a las páginas sociales de los diarios y los invitó a los foros del debate público, se atreve a igualarse con el héroe de la Seguridad Democrática. “Usted y yo, -dice el taimado- hemos dado los pasos que nos llevaron a esta coyuntura histórica. Si hoy las FARC están en un proceso de paz que ha avanzado como ningún otro, listas a dejar las armas y reintegrarse a la sociedad, se debe en buena parte a esos reiterados y contundentes éxitos”. ¡Pero, por Dios, si lo que les allanó usted es el camino para cumplir sus propósitos! Usted, presidente Santos, es quien responderá ante la historia por poner a Colombia en el trance de ver constituido otro régimen más del Socialismo del Siglo XXI en América Latina!

¿“Negociación seria, juiciosa, ponderada”? En un foro en Medellín, leí, en presencia del próximo Presidente del Senado, Mauricio Lizcano, las frases referidas a los acuerdos de impunidad y elegibilidad que beneficiarán a la macolla fariana -me refiero al documento del 23 de septiembre pasado, escrito por Enrique Santiago y Leyva y al que adhirieron, como si fuera letra menuda, De la Calle y Jaramillo-. Lizcano lo único que acertó a responder es que “esos eran borradores”. No podía creer que semejante acuerdo, nada serio nada juicioso nada ponderado, lo hubiese hecho un Estado democrático con una organización terroristas. La carta de Santos niega también esa evidencia, como Lizcano, como Roy cada que interviene en el Congreso. Pero los hechos están ahí. Son tozudos. Son los hechos

A semejantes barbaridades llama Santos “fin de la guerra”. Comienzo de la anarquía, diga más bien. Entronización del mal, diga…

Hasta del “bello comienzo de la campaña conjunta Santos-Timochenko para erradicar la coca”, habló la carta. Hable, más bien, señor Santos, de que desde cuando se firmó el acuerdo sobre drogas en La Habana, los sembrados vienen creciendo a una rata del 40% anual. Ese es el hecho. Lo demás es música barata para la galería.

Uribe se refirió a la carta (ni decir “respondió”) en su twitter, marcando cuatro inconsecuencias sistemáticas de Santos: 1) Jugar entre el insulto y el elogio, entre la acusación temeraria y la declaración magnánima. 2) Indulgencia al narcoterrorismo en nombre de la paz y represión al reclamo justo en nombre de la autoridad. 3) Aparentar diálogo para claudicar ante el terrorismo e imponer a sectores ciudadanos, que expresan argumentos críticos, la adhesión a lo claudicado y ya consumado. 4) Invitar a un diálogo para notificar lo resuelto.

¡Totalmente de acuerdo!

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