¿Abolir el neoliberalismo o acabar con la libertad?

Estén tranquilos. México vive una nueva realidad en la que basta que un hombre pronuncie unas cuantas palabras para que sus seguidores crean que la realidad es distinta a partir de ese momento. En su mente ilusoria, todo cambia tan sólo lo decrete.

Ninguno de sus detractores ha podido explicar a todos los mexicanos qué entienden realmente por neoliberalismo. Tenemos derecho a conocer plenamente quién es ese enemigo, culpable de todos nuestros males.

La mala noticia (para ellos) es que si ya “abolieron” a su mayor enemigo (el neoliberalismo), ¿ahora a quién va a culpar de todos sus males? La buena noticia (para nosotros) es que todo lo que pase a partir de ahora será responsabilidad y culpa de quien ostenta el poder absoluto.

Preocupante resulta que cualquier cosa que les parezca, huela o sepa a libertad les molesta y la condenan porque les estorba. Critican al mercado como responsable de todos los males sin entender que el mercado somos todos, cualquiera que ofrezca algo que alguien más esté dispuesto a obtener porque satisface sus gustos y necesidades.

Odian al mercado sin darse cuenta de que es una fuerza espontánea imposible de limitar porque surge del intercambio libre y voluntario. Los millones que votaron por ellos son parte de ese mercado y una gran mayoría vive y mantiene a sus familias gracias a que pueden comprar, vender y trabajar desde un puesto de tacos, una tienda de abarrotes, un tianguis o una frutería, hasta un mercado como la central de abastos.

¿Eso es lo que condenan? ¿Ése es el enemigo al que odian? ¿Ese espíritu que nos impulsa todos los días a levantarnos, salir, luchar, trabajar y emprender? Porque si eso es lo que odian, entonces están atentando contra la dignidad y la libertad que a cada mexicano se nos dio con la vida.

Si por “neoliberalismo” entienden libertad individual, iniciativa personal y espíritu emprendedor que de manera solidaria permiten que nuestra economía se mueva, están muy confundidos. Si eso es lo que quieren “abolir” entonces estamos en peligro.

Si ese monstruo al que quieren “acabar” es todo aquello que conecta con nuestra propia naturaleza y nuestros derechos naturales, entonces la amenaza es más grande de lo que nos imaginamos.

A quienes celebran que con un discurso se “abolió” un enemigo imaginario que nunca existió en la realidad pura y dura, sepan que, si lo que pretenden es acabar con nuestra libertad, eso no sucederá.

La libertad podrá estar amenazada y eventualmente restringida, pero su espíritu es cada día más fuerte y se hará cada vez más evidente porque no permitiremos que triunfe el deseo perverso de imponer, controlar, dominar, callar, doblar, amenazar o amedrentar. Defenderla será nuestra mayor hazaña y preservarla nuestra mayor victoria.

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