Adiós a la Historia Patria

¿Se acuerdan del "respice polum" de don Marco Fidel (“miremos al norte”)? Pues ya no es hacia Norteamérica sino hacia Cuba, la del gestor de la revolución y exportador de la misma por las regiones de América central y meridional.

El entusiasmo de la izquierda con los acuerdos de La Habana y con el Sí de Santos salta a la vista. Hasta presencia hubo de dirigentes de esa corriente en la llamada Décima Conferencia guerrillera. Ese fervor político, envuelto en el deseo de todos por la paz, acabará reformando la historia misma del país.

Los viejos libros de Henao y Arrubla, de Rafael María Granados o de Julio César García y aun de Indalecio Liévano ya nada valen. Como si se tratara de una quema de libros, están siendo incinerados virtualmente todos aquellos en que se formaron generaciones de colombianos, para quienes hoy se ofrece una nueva verdad, con sesgo ideológico, la de la llamada “memoria histórica”.

Ya no hay tal Policarpa Salavarrieta, es un bronce más que bien puede ser reemplazado por el que resulte de la combustión de armas guerrilleras: aquí uno, en La Habana otro; no hay tal Manuela Beltrán, será solamente una ilustre universidad y de María Antonia Santos se recordará apenas que es la hija del legendario Nobel de Paz.

Colombia se entregó, Colombia fue llevada paso a paso, desde cuando escogió como sede de los acuerdos un país de historia revolucionaria y violenta, congelada como dictadura sin respeto por los derechos humanos, sin libertades públicas, sin prensa libre, con presos políticos a granel y ejecuciones por razón política, en tenebroso paredón.

Es verdad que estoy viejo y que cuando entran a mis escritos algunos ecos vulgares de la red, se me dice que ya poco me falta para dejar este mundo. Cierto. La vida nos cumple a todos, pero la opinión de los mayores —poco intreresa la mía— no importa hoy para quienes dicen reivindicar a la persona humana.

En la antigüedad, la vejez (“De senectute”, si a alguien de hoy le importa Cicerón) era fuente de sabiduría. Los ancianos eran precedidos (“precedi”) y respetados. En estas fechas, quienes lucirán escoltas y avanzadas serán los recientes revolucionarios, autores de violencia sin límite, medio infame que utilizaron en aras de la justicia y la equidad social. Loor, palomitas Dove en el pecho sobre el ancho tórax para los nuevos representantes del pueblo indolente que los escogió como dirigentes.

Destrúyanse monumentos, consérvense Iglesias, pues proliferan bellísimas en el territorio, pero conviértanse, ya que somos país laico, en Casas del Pueblo. Allí llegará la misma Iglesia, siempre oportuna, a bendecirlas de nuevo. A propósito, un abogado de la guerrilla manoteaba airado en la televisión contra la jerarquía que no secundaba, como él quisiera, el proceso que ha aniquilado la historia del país.

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