¿Adiós a las verdaderas armas?

En la afamada novela ‘Adiós a las armas’ de Ernest Hemingway sus personajes no lo dicen todo; a través de sus actuaciones adivinamos su interior. Los vemos jugar al riesgo, capotear la muerte y mamarle gallo. El frente de guerra plantea sus escenarios humanos, claros y tormentosos, en los que cada quién sabe lo que tiene que hacer u opta por no hacer; el sufrimiento o el dolor son los derivados naturales de la situación, en el que el máximo sacrificio es dar la vida, lo cual se ha asumido.

En un escenario relacionado con la dejación de las armas Humberto de la Calle dice: "Todos debemos sacrificar algo, nada de esto es fácil. Se requiere voluntad y altruismo. La paz no será un regalo fortuito. Preparemos el ánimo para discusiones difíciles, para que cada colombiano entienda que debe aportar su cuota de sacrificio."

Todos negociamos sabiendo qué ganamos o perdemos, qué nos conviene o no; no negociamos abstracciones. El ‘altruismo’ real tiene contenidos concretos: visitar a los enfermos (sacrifico mi tiempo y tranquilidad); hacer donaciones de caridad (sacrifico mi dinero); no responder una agresión (sacrifico mi orgullo), etc. Sin embargo, en relación con las Farc, quienes gozan de buena salud, con dinero y una red de aduladores y testaferros, ellos serían los recipiendarios de mi sacrificio.

¿Cuál sería la dificultad de la cuota de sacrificio? De la Calle habla de nuestro sacrificio ¿cuál sería el de las Farc? ¿O es que no son colombianos? Intuimos que hasta ahora ellos han ‘sacrificado’ la validez de sus planteamientos teóricos. ¿Eso en qué beneficia al país? Ahora son serios; es decir, sacrificaron su desfachatez. Propusieron un cese unilateral; es decir, sacrificaron su capacidad de matar. ¿Por qué es esto así?

Hoy en el 2015 se hacen generalizaciones injustas sobre Colombia como las del Padre Francisco de Roux, aplicables sí, a otras épocas: “La guerra salvaje, cargada de odio, es el ojo del huracán que azota la vida de Colombia y el combustible de muchas otras violencias que allí se nutren.” (Cese del fuego bilateral y seguridad, El Tiempo, enero 20/15). No, Padre. Lo que usted describe se refiere a la llamada Violencia por los sociólogos que ocurrió entre LIBERALES Y CONSERVADORES, es decir, la POBLACIÓN CIVIL. La de hoy fue una opción que escogió Marulanda, que civiles conservadores, liberales, algunos comunistas y socialistas RECHAZAN y cuya ideología armada consagró en ‘La Segunda Ley del Llano,’ en la que planeó una guerra política premeditada, basada en el ‘odio de clases,’ no espontánea. Por otra parte, ni en la primera o segunda guerra mundial hubo en Francia ‘comunidades de paz’ que fueran respetadas; o grupos étnicos que se declararan ajenos al conflicto, lo que quiere decir que una ‘guerra’ es algo muy diferente del asalto al poder y la sociedad para pretender cambiarla; en una guerra todos somos partícipes porque defendemos lo que es de todos. En Colombia toda la sociedad se defiende DE LOS TERRORISTAS DE las Farc y no DE LOS CIVILES COLOMBIANOS.

Habla el Padre de Roux de la ‘conversión ética’ de las Farc. Hay un solo tipo de conversión, que él conoce muy bien, cuyo resultado puede ser un ‘cambio ético.’Pero el motor de ese cambio es la destrucción del egoísmo, hacer política por amor al otro, es ir a la fuente de la amabilidad, el no ofender o perseguir con instrumentos legales, el respeto de toda vida como sagrada, el examen profundo de nuestras imperfecciones y de cómo hemos ofendido y masacrado esa vida sagrada en múltiples aspectos, arrepentirnos de lo anterior con lágrimas de sangre, es decir, verdadero dolor de contrición, no de atrición. Ejemplo de ese dolor: las Farc pueden arrepentirse de matar, pero se arrepentirán de engañar y hacer chanchullos en una futura vida política en la que estén en juego decisiones que afecten al país? Es decir, su ‘arrepentimiento o conversión’ serían imperfectos. Lo anterior son los bemoles de la ‘hoja de ruta’ de la conversión ética. En términos jesuíticos sería: “Conocer, amar y seguir a Jesucristo en la vida corriente.” El Padre de Roux ha tenido ese entrenamiento, las Farc desconocen que exista y si lo hacen se burlarían de él. Así que no nos echemos cuentos. ¿Por qué sucede esto?

El marxismo nos lavó el cerebro para creer que la única y verdadera condición del hombre es la social. Pero tales hombres no han existido nunca, pues entre las cobijas se tejen sueños, se sufre por cosas muy diferentes a los fracasos del partido, etc.; es decir, hay una irreductible individualidad que no puede ser suplantada por el ser social: al nacer, solos asumimos la primera bocanada de aire y solos la entregamos con nuestros pecados a cuestas.
Que todo nuestro ser se confunda por entero con la condición política; que no haya más existencia que la movilizada y la militante es la desgracia que la estupidez política nos quiere llevar a aceptar como destino común.

Pero miremos que no somos dueños de nuestro destino y pretendemos cambiar la historia. El 21 de enero de 1924 fallecía Vladimir Ilich Lenin. La causa oficial: ictus masivo. La autopsia reveló que el estado de sus arterias cerebrales era pésimo (sufría arteriosclerosis). En 1922 sufrió dos ictus: el primero le dejó sin habla durante semanas; el segundo, le paralizó la mitad derecha del cuerpo. ¿Y si Lenin hubiera vivido 10, 20 años más? ¿Cómo sería la vida ahora? Probablemente, la historia de Europa, y la de todo el mundo, habría sido completamente diferente si Vladimir Ilich Lenin no hubiera muerto a los 53 años. Por lo pronto, el propulsor del odio de clases no fue silenciado por un fusil, sino por una pinche enfermedad; mediante la mudez fue obligado a tomar conciencia de los actos no examinados; esa pudo haber sido su salvación, pues de la vida no vivida, es decir de la falta de arrepentimiento, por no estar interiorizados nuestros actos según un parámetro ético, brota una irreprimible potencia de destrucción, vanagloria, estupidez.

Los combatientes del frente italiano de la primera guerra mundial estaban verdaderamente obligados a interiorizar la guerra, pues sufrían sus consecuencias, por lo que su decisión de decirle adiós a las armas era real. Pero en el atacar y huir de la guerrilla, sembrar minas quiebra patas, secuestrar, aterrorizar a inocentes ¿qué guerra enfrentan en esa cobardía? La única es la de los bombardeos de la FAC que han sido silenciados.

Nos pretenden hacer creer que el conflicto colombiano puede ser reparado por un cambio de leyes, por otra organización política; eso se dice para tranquilizarnos y adormecernos, pues según ellos la causa de nuestros males han sido: los partidos políticos, la inequidad, el dinero en manos de pocos, el sistema, etc. En realidad el derrumbamiento paulatino de lo mejor, que hoy llamamos conflicto, es el efecto de un trabajo invisible, detrás del decorado de las cosas, realizado por unas filosofías envilecedoras, contra el ser del hombre. Pretendemos que se cambie el decorado, esperando pasar de una tragedia a un cuento de hadas llamado paz. El trabajo invisible ha tenido como resultado reducir los espíritus a una masa informe llena de furor ciego, corrupción natural de los principios y valores, de las que se elevan pretensiones alucinadas. Las Farc y el gobierno pretenden cambiar la historia para cambiar la vida de Colombia. Pero la historia se hace con hombres excepcionales ante situaciones graves que son claramente resueltas; y lo que hacen millones de personas corrientes que ayudan a sostener las conquistas de lo bueno. Por eso preguntó: ¿Habrá un adiós a las verdaderas armas?

Quizá la respuesta quede en el silencio de las lágrimas de los que se arrepienten y nada pueden hacer o en la militancia permanente por la verdad.

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