Al Gobierno: pilas con el golfo

Se requiere defensa firme de nuestra soberanía, sin el desgano que pareció apoderarse del Gobierno.

Más vale tarde que nunca, dicen. Casi un mes después de que el gobierno Maduro expidió un decreto que estableció zonas operativas de defensa integral marítima e insular en el que Venezuela dispone de aguas que son de Colombia y también pretendidas por Colombia, y que hacen parte de un largo diferendo limítrofe, el gobierno Santos, por fin, decidió enviar una nota de protesta, por vía diplomática, como era menester.

¿Será que la lenta reacción se originó en que la larguísima gira europea del señor Presidente y su comitiva copaban la atención del Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería? ¿Será que por esos lados andan muy atareados porque la señora Canciller es simultáneamente flamante negociadora con las Farc en Cuba?

En todo caso, ante la paquidermia inicial se requirió que, mediante publicaciones en redes sociales y medios de comunicación, se llamara la atención de nuestro viajero gobierno sobre la gravedad de lo que ocurría derivado de lo que en principio parecía, simplemente, un lío entre Venezuela y Guyana, activado tras hallazgo de petróleo en la zona por parte de la multinacional Exxon Mobil.

La cosa llegó a tal extremo que en publicación poco usual, firmada en la revista Semana, Alfonso López Caballero pegó un alarido editorial que terminaba reclamando el interés de la Cancillería. “¡Ojo, Colombia! La zona de defensa estratégica decretada por Maduro es algo que aquí no debería pasar inadvertido”. “Ningún gobierno venezolano se había atrevido a delimitaciones unilaterales como las que se hacen en ese decreto. Ni siquiera los gobiernos más anticolombianistas”, agregó Rafael Nieto.

“Tanto en el caso de Nicaragua como ahora con Venezuela, nuestros gobiernos parecen seguir desconociendo la importancia geoestratégica de nuestro territorio marítimo. La entrada al golfo es uno de los enclaves geopolíticos más importantes del planeta. No defender nuestros derechos en la zona sería inexcusable”, advirtió Miguel Ceballos, decano de Política y Relaciones Internacionales de la Sergio Arboleda.

A la hora de poner punto final a esta columna, no se conoce respuesta de Venezuela. Dos posibilidades. Si, como afirman algunos, el decreto tocó a Colombia de refilón, sin pretender causar un incidente diplomático y sin pretensiones de generar un conflicto internacional, la nota de protesta podría activar un proceso de enmienda y corrección del decreto, sin más sobresaltos.

Pero si, por el contrario, el arrinconado y desprestigiado Nicolás Maduro encuentra aquí una peligrosa cortina de humo para despertar un nacionalismo que supla el vacío de respaldo popular que lo agobia, un distractor que le quite los reflectores de encima ahora que Venezuela luce más arruinada y desabastecida, un pretexto para camuflar el reproche internacional por la violación de derechos humanos y libertades ciudadanas, el asunto puede tornarse muy complicado.

La cosa es inquietante. Hemos visto, por un lado, lo irracional, arbitrario y brutal que puede resultar el régimen de Maduro tras tantas muestras de desafiante desdén por el derecho, los organismos internacionales y las normas universales. Y por otro, hemos visto la actitud débil e incluso obsecuente del gobierno Santos frente al régimen venezolano desde que se autoproclamó nuevo mejor amigo de Chávez, coqueteando con los terroristas allá protegidos y refugiados.

Por eso, solo procede una defensa firme de nuestra soberanía, sin improvisaciones ni populismo, sin liviandades ni ligerezas y sin el desgano que parece apoderarse de nuestro Gobierno a la hora de proteger lo que a todos nos pertenece. Lo ha dicho con toda claridad Enrique Gaviria Liévano: “Es hora de defender seriamente la integridad marítima y territorial de la República, independientemente de cualquier consideración política”.

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