Alborozo y zafarrancho

El regreso de Álvaro Uribe al escenario electoral suscitó una oleada de alegría y entusiasmo en la inmensa mayoría de los colombianos que reconocen al expresidente como su líder natural.

Con sólo horas de diferencia, dos hechos reflejaron las dos caras actuales de la política en Colombia. De un lado, el anuncio del expresidente Álvaro Uribe de encabezar la lista del Centro Democrático al Senado, lo que se recibió con alborozo y revivió la esperanza de millones de sus seguidores en todo el país. De otro lado, el lanzamiento de la Fundación Buen Gobierno, que evidenció las disputas internas en los partidos de la coalición de gobierno, inquietos por el desplome de la popularidad del presidente Santos, que pone en entredicho su reelección.

En efecto, aunque era largamente esperado y se daba casi por seguro, el regreso de Uribe al escenario electoral suscitó una oleada de alegría y entusiasmo en la inmensa mayoría de los colombianos que reconocen al expresidente como su líder natural y ven en su liderazgo la opción de salida de la calamitosa situación en que ha sumido al país el desgobierno de Santos. Porque el liderazgo de Uribe está más vigente y es más actual que nunca y sus millones de seguidores lo consideran absolutamente necesario para retomar el positivo rumbo que tuvo el país durante sus dos mandatos consecutivos.

Bajo la conducción de Uribe, el Centro Democrático le presentará al país unas listas al Congreso conformadas por los mejores colombianos, comprometidos a fondo y “sin torcedera” con unos postulados programáticos y unos principios, ciudadanos intachables, por encima de cualquier sospecha. Seguramente será la bancada mayoritaria en el Congreso, que recuperará la confianza pública en esta institución que durante los últimos tres años ha caído a unos niveles de desprestigio sin antecedentes. Independencia, transparencia, control político y capacidad de iniciativa legislativa serán sus propósitos en las nuevas legislaturas.

Los más de cuatro millones de votos que logrará el Centro Democrático en las elecciones de Congreso de marzo del año entrante serán la cuota inicial para lograr un excelente resultado en las elecciones presidenciales de mayo siguiente. La recuperación del Ejecutivo para el uribismo no sólo es posible, sino altamente probable. A pesar de las dificultades, el optimismo y la alegría cunden entre las filas del Centro Democrático y en las filas del uribismo popular, que vuelve a tener confianza en que es posible retomar el rumbo de la seguridad, del crecimiento económico, del bienestar social por medio del ejercicio firme de la autoridad, la generación de confianza de los inversionistas y la interlocución permanente con las comunidades.

En cambio, en la otra orilla cunden la incertidumbre y el desconcierto, producto del desplome de Santos en las encuestas y del creciente rechazo a su reelección. Con una imagen positiva de sólo el 21 % y un rechazo del 77 % a su reelección, la reelección de Santos está mucho más que embolatada: a cuentas de hoy es absolutamente inviable. Si a esto se suma la irrupción del uribismo puro en el escenario electoral con sus millones de votantes tanto en las elecciones parlamentarias como en las presidenciales, las razones para el nerviosismo son graves. Todo esto es el telón de fondo del zafarrancho dentro de la Unidad Nacional.

Claro, como era de esperar, Vargas Lleras ha picado en punta tratando de tomar ventaja de la situación y aprovechando la Fundación Buen Gobierno para armar su propia campaña presidencial, según lo han denunciado el Partido Liberal y la U. Y entonces vinieron las descalificaciones y las advertencias de estos partidos de que de ninguna manera apoyarán a Vargas en su pretensión y que si no se presenta Santos, ellos estarán en libertad para tener sus propios candidatos a la Presidencia.

Esto no es ni más ni menos que el arranque de la lucha por la sucesión de Santos. En el horizonte del santismo se avisora la sombra de una división por la puja presidencial. Porque no hay que olvidar que Santos dijo que Vargas era su plan B y que él salió oportunamente del Ministerio de Vivienda para no inhabilitarse, seguramente de común acuerdo con Santos. Pero ahora los socios políticos mayoritarios de Santos, la U y los liberales, rechazan ese plan B.

Claro, les cuesta aceptar que el jefe de un partido minoritario, que de pronto ni siquiera llega al umbral en las próximas elecciones parlamentarias, sea su jefe político, y que se les haya excluido del manejo de la campaña desde Buen Gobierno. El cuento de que esa Fundación es sólo de corte académico no se lo cree nadie. Menos aún cuando anuncian que próximamente abrirán sedes en 800 municipios.

Así, la pelea por la sucesión está servida. Y se hará más aguda en la medida en que se aproxime el momento del anuncio de la decisión de Santos sobre ir o no a la reelección, que coincidirá con su fracaso en sus desesperados intentos por subir en las encuestas, sin solucionar los problemas del país. Para alquilar balcón.

Volviendo a la otra orilla, en el uribismo hay la convicción de que las próximas elecciones parlamentarias se convertirán en un plebiscito en contra del desgobierno de Santos y en un apoyo al retorno de las banderas de la seguridad democrática. Serán totalmente atípicas porque sus resultados influirán de modo determinante en las elecciones presidenciales. El candidato uribista triunfante en la consulta popular saldrá muy fortalecido para disputar con seguridad de éxito la Presidencia. Por todas estas razones en el uribismo hay alborozo, mientras en el santismo hay zafarrancho.

Post Scriptum. Esta es mi última columna en Semana. Hago parte de la lista del Centro Democrático al Senado y así son las reglas. Agradezco a Alejandro Santos su acogida. Invito a mis amigos y amigas a seguir leyendo mis columnas en: www.pensamientocolombia.org

Gracias y hasta pronto.

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