Antimilitarismo o desmonte de la democracia

Una ola antimilitar recorre a parte de nuestra comunidad nacional. Entregar nuestra Fuerza Pública al escarnio del enemigo o de las almas pías que creen en la bondad de las concesiones que se hacen en La Habana, con tal de lograr la “paz”, es el objetivo del escándalo que acaba de ocurrir con la presunta interferencia de las comunicaciones a la mesa de conversaciones en Cuba.

No sabe la burguesía antinacional colombiana en la que se está metiendo con los diferentes sucesos que se derivan de las conversaciones festivas de La Habana. Nuestra burguesía agrupada en organizaciones de presión como la Andi, el llamado sindicato antioqueño y Proantioquia, Augura, Sac, las federaciones de empresarios agrícolas, la Asociación Bancaria, etc., pasan de agache y confiadas en un gobierno que equivocadamente camina hacia un modelo de Estado como el denominado Socialismo del siglo XXI y cuyo ideólogo Hugo Chávez Frías era un militar golpista mutado en populista, con ejercicio de una dictadura constitucional unipersonal.

Y no porque aquí tengamos una dictadura, sino porque caminamos hacia la destrucción de una democracia que, con fallas y aciertos, hemos construido desde 1819 hasta hoy. Eso no lo sienten las nuevas generaciones porque se suprimió de la educación primaria y secundaria el estudio de la historia y la geografía colombianas.  Si en muchos países de América Latina en épocas cercanas hubo dictaduras militares como las del cono sur o las centroamericanas, todas ellas hirvieron como reacción a las guerrillas que se enmarcaban con partidos legales de “masas”. Y esas dictaduras militares aplicaron todas las formas  de lucha hasta eliminar a sus enemigos ideológicos y políticos por los medios más brutales, como brutales fueron las acciones de Tupamaros, Montoneros, Sendero Luminoso, Alfaro Vive y otros grupos auspiciados por el gobierno revolucionario de Cuba.

Colombia, casi que por excepción, no entró en ese modelo, pero no fue ajena al surgimiento de la guerrilla, pues hemos tenido la más fértil cosecha de subversivos que se levantaron en armas contra el estado y la democracia colombiana: Farc, Eln, M19, EPL, Moec, Fuar, milicias indígenas, milicias urbanas, etc. Estas organizaciones ilegales armadas tienen como razón de su accionar las enseñanzas, la doctrina, la ideología de su credo revolucionario violento. Es de su esencia misma, es la creencia que los justifica en sus actuaciones guerrerista y terrorista. No son los pobres, no es la clase obrera, ni la miseria de los cosecheros ni de los pescadores, no son las carencias de los desempleados. Es la convicción misionera de que el uso de las armas les daría la victoria así como el sufrimiento y el cilicio le da al monje el pase a la vida eterna en el paraíso. En otras palabras: son redentores. Y como tales tiene un modelo de sociedad que nace de la fuerza y de sus ideas únicas y dogmáticas. Para ello tienen sus propias biblias y  libros sagrados y sobre todo su santoral: Lenin, Stalin, Mao, Tirofijo, Che Guevara, Abimael.

En la ya larga confrontación  Estado-subversión en Colombia, se han forjado el ejército y la policía colombianos que no han sido derrotados y que contra lo que piensan los “científicos” de la politología universitaria y las capillas antimilitaristas del oficialismo de los partidos tradicionales, inclusive obviamente el Partido Comunista, esa Fuerza Pública ha sido el obstáculo para la llegada al poder de los redentores ultraizquierdistas armados.

De allí se desprende que en las conversaciones de La Habana, por escrito o de manera informal, se apunte a la supresión, sustitución o radical transformación del Ejército y la policía. Ya coronaron la eliminación del DAS, no solo por sus propios errores, sino porque era una fuente de espionaje legal o de inteligencia que hizo parte del aparato de seguridad del Estado. Ningún gobierno de la tierra puede existir sin aparato de seguridad o inteligencia. Esa es la controversia que con cierta regularidad aparece entre las potencias, porque a mayor desarrollo científico y tecnológico, mejores son los resultados de la inteligencia estratégica. Siendo pragmáticos hay que decir que debido a la información especializada de las agencias de seguridad de las potencias se ha evitado la guerra internacional nuclear.

Una ola antimilitar recorre a parte de nuestra comunidad nacional. Entregar nuestra Fuerza Pública al escarnio del enemigo o de las almas pías que creen en la bondad de las concesiones que se hacen en La Habana, con tal de lograr la “paz”, es el objetivo del escándalo que acaba de ocurrir con la presunta interferencia de las comunicaciones a la mesa de conversaciones en Cuba. Deduzcamos racionalmente el cuadro de efectos mediáticos que surgen del hecho. Nos deja perplejos las volteretas del Presidente Santos que se presenta como inocente y lanza preguntas sobre quién está detrás de esto y al minuto seguido le contesta “Iván Márquez”, jefe de la delegación fariana, que es Álvaro Uribe, el enemigo número uno de la paz. Luego se destapan los mandos militares y el propio Santos diciendo que es una oficina de la inteligencia militar conocida y que no hay en ello nada ilegal. Pero ya han ocurrido dos hechos: quedaron en la guillotina presidencial dos generales, quedó el arma de Inteligencia en la picota pública alimentando el antimilitarismo y descubre un malestar entre la Fuerza Pública por la manera que el gobierno y los altos militares de la cúpula administrativa manejan la información y la política de la milicia republicana. Gritos en La Habana piden la defenestración del Ministro de Defensa.

El estado colombiano está en su deber legal y constitucional de espiar a los guerrilleros de las Farc porque siguen siendo unos delincuentes que no se han integrado a la democracia ni han sido penalmente eximidos de los efectos de sus crímenes. Y a los civiles y exmilitares delegados del gobierno de Santos no hay nada que espiarlos, a menos que estén fraguando una traición a la patria, lo que hasta ahora no se les ha ocurrido. ¿Cuál es, pues, el tramado de esta historieta de computadores y de James Bond criollos? Desacreditar la confianza del pueblo colombiano en la Fuerza Pública constitucional, mientras ganan opinión pública los “comandantes guerrilleros” y amilanan a los delegados del gobierno que sucumben moralmente ante las iniciativas políticas de las Farc. Son los avances propiciados por el gobierno santista para que a corto plazo las Farc coronen su propuesta de establecer un gobierno socialista del siglo XXI. Mientras tanto nuestra burguesía “progresista” antinacional, se dedica a la contaduría de PyG, a pasar de agache. No se da cuenta que el día que las Farc-Eln estén compartiendo con Santos, no la paz, sino el asalto a la democracia colombiana, su responsabilidad histórica será la huida hacia Miami y París.

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