Apuntes a una carta de ‘Gabino’

En carta abierta del 20 de enero (www.eln-voces.com), Gabino, el jefe máximo del Eln, responde largo y tendido, y en tono conciliador y respetuoso, a una columna que escribí a raíz de la "Declaración Política del V Congreso del Eln”, que él hizo pública el pasado 7 de enero.

Dije que me parecía una manifestación más y sin mayor sustancia de la supuesta disposición al diálogo, recordé los intentos fracasados de negociación con esa guerrilla y dejé planteadas algunas preguntas: si hay conciencia en el Eln de que la lucha armada como vía para llegar al poder fracasó, cuáles son sus logros en 50 años de guerra, por qué la reticencia a reconocer sus errores y si va a dejar pasar una nueva oportunidad —tal vez la última— de poner fin al enfrentamiento armado.

En su carta, Gabino insiste en la necesidad de buscar caminos de entendimiento y de romper estereotipos (“ni la insurgencia es tan mala como la pintan los medios, ni el Estado tan bueno como se cree”), y dibuja una imagen edulcorada y altruista del Eln que, según él, ha construido con las comunidades de las regiones donde ha operado —y donde el Estado ha estado ausente— “una legislación de convivencia, así como proyectos de vida en armonía con la naturaleza”.

Una imagen que no corresponde a la que proyecta con sus acciones: una guerrilla que ha hecho del secuestro, la extorsión, el narcotráfico y la minería ilegal sus fuentes de financiación, y de los atentados contra la infraestructura un dudoso mecanismo de reivindicación de la soberanía sobre los recursos naturales. Una guerrilla depredadora del medio ambiente, adherida como lapa a dogmas inmutables, con un pasado de canibalismo entre sus propias tropas que las nuevas generaciones ignoran. Una guerrilla que fue debilitándose con el paso del tiempo y que en medio del debate político sobre la vigencia o no de la lucha armada en los años 90 vio surgir de su seno la Corriente de Renovación Socialista que le apostó a la política sin armas y participó en la Asamblea Constituyente del 91. Una guerrilla, en fin, que, contrario a lo que sostiene Gabino, creo que perdió sintonía con los sectores que dice representar. ¿Cuántos y cuáles son los grupos de obreros, campesinos, estudiantes o mujeres que han logrado conquistas duraderas gracias a esa guerrilla?

Gabino propone romper estereotipos, pero vive preso de ellos. Sostiene que la lucha armada no ha fracasado, pero sabe que la puerta de la negociación está abierta y dice que coinciden con las Farc en la importancia de que haya dos mesas de negociación, que podrían confluir en una sola. ¿Qué esperan, entonces, para abandonar la retórica y los manifiestos de buena voluntad y acelerar el paso hacia la negociación? ¿Por qué desoír tantas voces que claman por el fin de la guerra? ¿Por qué no entender que el conflicto ha servido de pretexto para justificar el paramilitarismo y el alto gasto militar, para nutrir el discurso de la ultraderecha y para que unos sectores se beneficien en detrimento de las mayorías?

Gabino dice que “las causas justas que se pierden son las que no se luchan”. La lucha armada perdió vigencia —hasta Fidel Castro lo ha reconocido—, y por eso a Gabino y a sus compañeros del Coce les cabe ahora la responsabilidad de contribuir, de defender la justeza de sus causas con los instrumentos de la democracia y no mediante la coerción de los fusiles. Una nueva oportunidad está servida. Puede ser la última.

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