Atención a la Registraduría

La legitimidad de las instituciones nace del querer popular y la Registraduría es la encargada de certificarlo. En su campo se juega la paz política del país. Pongámosle, pues, la atención debida.

Necesitamos un análisis técnico del sistema electoral realizado a fondo por reconocidos expertos internacionales. Un  acuerdo político para llevarlo a cabo de inmediato es lo más urgente, importante y constructivo que puede hacerse en estos momentos.

La democracia es mucho más que elecciones pero sin elecciones no hay democracia. Además, tienen que ser absolutamente limpias, porque de allí nace la legitimidad de gobiernos y congresos. Si se contaminan se ensucia la democracia entera.

Y para que esto ocurra no se necesitan fallas masivas que cubran por completo el territorio y la totalidad de las votaciones. Las legitimidades son como un vaso de agua pura. Si  le dejan caer una gota de colorante se tiñe toda del color de la tintura. Por eso tenemos que ser tan celosos de la pureza integral. En ella va comprometida toda la legitimidad. No hay autoridades más o menos legítimas. Esa es materia de todo o nada y lo menos que necesita Colombia es una guerra de legitimidades, menos aún si está en marcha un proceso de paz que, quiérase o no, terminará tocando la institucionalidad del país.

Ya hay protestas por todas partes, unas de rutina y otras no tanto. Álvaro Uribe inclusive aventura cifras que cuantifican sus votos perdidos. Un cuarto de millón de sufragios no se pierden de la noche a la mañana. Y ahí no tenemos alternativa: o se encuentran y se explica dónde estaban o se comprueba que no se cuentan porque no existieron. Lo mismo ocurre con las protestas del partido de la U, el Conservador, el  Liberal, el Mira, en fin, con las de todos los inconformes con el preconteo.

Llegó la hora de  revisar el sistema electoral. Si hay fallas, es preciso mostrarlas. Si hay debilidades, la opinión pública debe conocerlas. Si se puede mejorar, hagámoslo cuanto antes. Los resultados de este análisis son indispensables para la tranquilidad nacional. Y no hay pretexto para demoras de ninguna especie.

La democracia no puede cimentarse en un pantano de dudas y, aunque nadie protestara, estamos en mora de repasar los mecanismos electorales y ponerlos bajo la luz de intensos reflectores, para que el país los conozca en detalle por dentro y por fuera. La primera interesada debe ser, desde luego, la misma Registraduría.

Se dirá que vienen observadores internacionales a presenciar las votaciones y sus vísperas. Cierto. Hasta invocaciones a la OEA. Pero aquí no se trata de una vigilancia en donde abunden intereses políticos de los delegados, algunos de los cuales, los cubanos por ejemplo, no son propiamente expertos en elecciones libres. Hablamos de un estudio imparcial de los mecanismos electorales, realizado por especialistas cuya imparcialidad esté por encima de toda sospecha. No se trata de validar resultados de una elección, sino de valorar sistemas y procedimientos.

Iniciar de inmediato ese estudio es la urgencia mayor de estos días. Nos evitará una pelea intestina que envenene las relaciones entre los colombianos que creen en la democracia. Sería desastroso sumarle al conflicto interno unas desgastadoras batallas por las investiduras, que dejen tambaleando la legitimidad.

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