Barajar y volver a dar

Sin duda este país del Sagrado Corazón quedó bastante mal hecho, y lo peor es que cada día podemos comprobarlo sin lugar a equivocarnos. Desde los tiempos de nuestros ancestros los chibchas, y a pesar de que la naturaleza ha sido en extrema pródiga con nosotros, repitiendo un viejo chiste, tenemos que reconocer que el de arriba se equivocó con la gentecita con que llenó estas hermosas y fértiles tierras.

A medida que pasan los tiempos las cosas se han ido poniendo más escabrosas, y cuando los españoles llegaron a sangre y fuego caímos en la misma desdicha de todos los pueblos indígenas, hasta el punto que de los aborígenes nativos ya casi no quedan ni los rastros en los territorios americanos. Todo lo demás que hemos tenido que sufrir se ha venido en chorrera, y nuestra historia moderna está cubierta de infortunios ocasionados por la forma salvaje como nos hemos enfrentado entre nosotros mismos, hasta llegar a las terribles épocas de violencia con tenebrosos asesinos, los pájaros conservadores por un lado y los bandoleros liberales por el otro, quienes protegidos por los gobiernos de los otrora omnipotentes partidos políticos se daban el lujo de masacrar a sus compatriotas, especialmente a los pobres campesinos, sin que les temblara la mano.

Así pasaron los años cuarenta, en medio de los estragos sin fin de la violencia bipartidista, hasta que llegamos a las espantosas épocas de los terribles guerrilleros en la cual estamos inmersos desde hace más de cincuenta años, sin que todavía, a pesar de lo que algunos puedan creer, se vislumbre una paz real, duradera y justa que convierta a Colombia en un lugar en el que se pueda vivir dentro de la órbita de la civilización.

Varios gobiernos en las últimas décadas, incluido el presente, han hecho esfuerzos meritorios para que podamos vivir en paz, pero lamentablemente los enemigos no son de fiar para llegar a algún arreglo de acuerdo, y las estrategias están lejos de ser las más apropiadas; por el contrario vemos con horror cómo unas pandillas criminales como son las Farc, en vez de dar muestras de reconciliación, se sientan en amplias mesas de conversaciones, pero siguen masacrando campesinos y quedándose callados ante los actos de barbarie de sus compinches del Eln. Estos siguen llenando los campos con mortíferas minas antipersonales, de las cuales la mayoría de víctimas son niños inocentes, y destrozando nuestros recursos naturales, que tanta falta nos hacen para mejorar la vida de las clases más desprotegidas a quienes ellos cínicamente dicen defender. Y encima de todas estas barbaridades, vienen a exigir que el gobierno los considere como fuerzas legales que pueden hacer lo que les venga en gana, llegando a pedir hasta el derecho a ocupar curules en el Congreso sin tener que untarse en campañas de la maloliente política que nos rodea. Es por eso que somos escépticos.

Ya se acabó la campaña electoral, que tantas heridas y malos sabores nos dejó. Ya los bandos están preparando su artillería para enfrentarse en los escaños del Congreso. Ya comenzaron individuos como Cepeda, el hijo del guerrillero tan estimado por Tirofijo, a lanzar toda clase de amenazas contra el doctor Uribe, a quien no le da ni por los jarretes, en vez de preparase para legislar por un mejor estar de los colombianos, ya que para eso lo eligieron sus ciegos compatriotas. Pero así es el remedo de democracia que nos toca sufrir, y ojalá, como decía algún poeta "el día esté lejano" y no tengamos nosotros ni nuestros hijos que llegar hasta el insondable abismo al cual mucho nos estamos acercando. Por eso hay que pensar en que es necesario barajar y volver a dar.

P.D.: No tenemos tanta energía como para desperdiciarla peleando contra nosotros mismos. Además de ser una estupidez, nuestros hijos nunca nos lo perdonarán.

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