“Basura” seudoprofunda del mamertismo

Parece que no veré el día en que los clones del mamertismo hayan desaparecido. Es evidente que parte de la actual “clase dirigente” de este país: política, económica, empresarial, jurídica, cultural, académica y religiosa, son quienes de venas abiertas crecieron al fragor de la lucha ideológica de los 60 y 70, en que la moda era creer en las promesas de la “revolución cubana”.

Por esas épocas el “Manifiesto Comunista” hacía las veces de desodorante bajo la axila de los universitarios que lo comprimían esperando que por osmosis les ingresase al cerebro, mientras con el otro brazo se sostenían de la barra del medio del bus que días después acribillarían a piedra y quemarían con bombas caseras que honraban al Canciller soviético Molotov. Todo delito y estupidez se justificaban supuestamente en la lucha por combatir la “desigualdad y la pobreza”, mantras del embuste, todavía enseñado en las universidades, de las “causas objetivas de la violencia” que se convirtió en el nuevo evangelio de los entonces jóvenes seminaristas que hoy ocupan la cúpula del Episcopado, como también en la base de la formación de algunos abogados, hoy magistrados que consideran que no se comete delito si se es pobre.

Pero como las ideologías no acaban con sus portaestandartes sino que tienen un efecto residual en términos generacionales, seguimos oyendo “genialidades” como la del ministro de Justicia, miembro de un partido “progresista”, nombre nuevo para los mamertos, que dijo hace días con pose trascendental que: “El problema de la droga se debe esencialmente a desigualdad social”.

Definitivamente seguimos siendo víctimas de mucha bobería.

En inglés se llama “Bullshit” a lo que nosotros llamamos “paja” u otra palabra que empieza por “m” y termina saliendo por la parte final del intestino. Esta paja verbal es definida en el texto “On the reception and detection of pseudo-profound bullshit” como: “afirmaciones aparentemente impresionantes, que se presentan como verdaderas y significativas, pero en realidad son vacuas”.

Por eso tampoco tiene que extrañarnos que Maurice Armitage, alcalde de Cali, dijo sin ruborizarse que estábamos atrasados los colombianos en pedirle perdón al grupo narcoterrorista Farc por “haberlos conducidos a las armas”.

Por eso cito a mi amigo y brillante economista Luis Guillermo Vélez Álvarez que dijo en su blog: “Millones de colombianos han enfrentado con trabajo y tesón las mismas o peores condiciones de injusticia, inequidad y falta de oportunidades que enfrentaron aquellos que con motivaciones supuestamente altruistas tomaron el camino de la violencia. Millones de colombianos enfrentan condiciones adversas todos los días con su trabajo honesto sin convertirse en ladrones, salteadores, asesinos o narcotraficantes. Quienes decidieron hacerse guerrilleros o maleantes, que es casi la misma cosa, lo hicieron haciendo uso de su libertad. Si aceptamos la tesis del señor Armitage, los colombianos sin excepción nos veríamos precisados a pedirles perdón, además de las Farc, a todo el que nos roba, nos secuestra o asesina en un delirante ejercicio colectivo de bonachona estupidez”.

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