Bitácora 2014

Dramáticos giros dio la geopolítica mundial en el año que termina, lo que activa procesos que en el 2015 pueden cambiar la vida de regiones enteras, así como las de sus ciudadanos. Fue un año que se recordará por hechos de gran trascendencia, pero también por guerras y tragedias, que han puesto en evidencia fracturas políticas y religiosas, a veces inesperadas, así como incapacidad institucional.

Uno de estos procesos históricos, puesto a andar gracias a la diplomacia secreta –que muy a menudo muestra sus virtudes–, fue el del deshielo entre Cuba y EE. UU. Tras más de cincuenta años de hostilidades, los dos países llegaron a un acuerdo por medio del cual emprenden el camino del restablecimiento de relaciones. No es que se haya levantado el bloqueo de 1962, pero el nuevo tono pone a la región en un escenario inédito, que a primera vista deja como gran damnificada a Venezuela.

En una jugada maestra de la diplomacia de los dos países, Washington, por una parte, rompe el aislamiento en el que estaba en su propio hemisferio y rectifica una política que los años demostraron que era inútil. La Habana, por la otra, da un paso enorme dentro de su cadena de reformas y avanza en el mejoramiento de las condiciones de vida de sus ciudadanos. No se puede ignorar el lugar clave que ocupa en toda esta historia la mediación del papa Francisco, que ha demostrado tener no solo el talante que hacía falta para sacudir a la Iglesia, sino también una nada despreciable capacidad de influir sobre los protagonistas de la política del orbe.

Sin duda, Estados Unidos es el gran protagonista del año y recobra peso como primera potencia. Obama se anotó un hit político al imponer por decreto alivios en el problema migratorio, que beneficiarán a unos cinco millones de personas. Eso, sin contar con que la economía despega, en cuya buena salud mucho ha tenido que ver su apuesta exitosa por la explotación de yacimientos de petróleo y gas no convencionales.

Venezuela, entre tanto, se hunde políticamente al ritmo que bajan los precios del petróleo, con un expediente preocupante en violaciones de los derechos humanos y con crisis de desabastecimiento e inflación que impactan la vida de sus habitantes.

En México, el año se iniciaba con buenos vientos por las reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto. Pero en septiembre, una noticia detonó en la conciencia colectiva de los mexicanos y los puso ante una realidad de espanto. El brutal asesinato de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, al parecer por orden del alcalde de Iguala y su esposa y en connivencia con el cartel de los Guerreros Unidos, devolvió a la realidad al país, al que aún le cuesta entender el poder desestabilizador del narcotráfico.

En el otro lado del mundo, la emergencia de los movimientos yihadistas escribió páginas igualmente dolorosas, tanto como el ébola en África, que dejó 7.697 muertos.

El grupo Estado Islámico, que se hizo con el control de grandes territorios de Siria e Irak, pareció tomar por sorpresa a Occidente. Su despiadada forma de atacar todo lo que estuviera fuera del islam dejó una huella trágica en esas regiones y horrorizó al mundo, en especial cuando transmitió por internet la decapitación de rehenes occidentales.

Algo similar ocurrió en el norte de Nigeria, cuando el grupo Boko Haram secuestro a más de 200 niñas, y con los talibanes paquistaníes que se tomaron una escuela y mataron a 132 estudiantes ante la impotencia del Gobierno. Estos fenómenos ameritan una respuesta contundente, más si se piensa que muchos ciudadanos europeos forman parte de tales grupos y a su regreso cometen atentados al estilo ‘lobo solitario’.

Por los lados de Europa del este, el oso ruso inició el año inquietando con su afán expansionista y su desafío a Occidente. Utilizando como parapeto a la población rusófona, se anexó la península de Crimea, en Ucrania, y asumió el control del este del país. Las sanciones de EE. UU y la UE, el desplome del precio del crudo, así como los problemas estructurales de su economía, tienen a la nación al borde de la recesión, lo que le quitó ímpetu a Putin.

Y en el frente de todos los años, palestinos e israelíes siguieron sus disputas. Al incremento de disparos de cohetes de Hamás, Israel respondió con la operación ‘margen protector’, que terminó en la muerte de unos 2.200 palestinos y destruyó gran parte de la infraestructura de la Franja de Gaza.

Más allá de lo mencionado, la parte palestina obtuvo vitales triunfos diplomáticos luego de que Suecia reconociera al Estado Palestino, al igual que los parlamentos de otros países de la UE, mientras que el gobierno de Netanyahu hacía malabares para mantenerse en el poder aliándose con los movimientos de la extrema derecha y religiosa. Por ende, la colonización avanzó al igual que la construcción indebida de asentamientos en los territorios ocupados. Las negociaciones de paz van en nada. Algo de sensatez le falta a este proceso.

En su mensaje navideño, el papa Francisco lo advirtió: “Hay muchas lágrimas en esta Navidad”. Fue, sin duda, un año complejo, que, pese a todo, no dejó de aportar motivos para la esperanza.

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