Bogotá, agotada

Siento que no le debo nada al Distrito, más bien lo contrario. Desobediencia civil contra la servil obediencia sería lo indicado.

No debería uno pagar el impuesto de valorización y más bien cobrar por la desvalorización. El detrimento en términos de calidad de vida en Bogotá durante los últimos años ha sido tal que el impuesto de valorización resulta un mal chiste, si no el más descarado cinismo. Y no lo digo por mí: estuve en el sur, en el centro, estoy en el norte, fui al occidente. Bogotá está hecha una m… y además la echa por todos lados. Sucia, inmóvil, llena de indigentes, insegura, sin autoestima, maltrecha. Un alcalde borrachito y chistoso, otro, caco y cínico y el último, inepto, sórdido y ensimismado, son los responsables.

Siento que no le debo nada al Distrito, más bien lo contrario. Desobediencia civil contra la servil obediencia sería lo indicado. Caos por donde se ande, basuras por donde se pise, huecos señalizados y nunca tapados; las calles todas parecen ciegas, los andenes, expropiados a los peatones, los parques semejan rellenos sanitarios, al igual que la vía férrea y los caños. Hay que bajarse del taxi diez cuadras antes de llegar al destino si se quiere llegar a tiempo. Paraderos ‘ecológicos’ de buses ecoilógicos que pasan y no paran. Omnibuses (del latín ‘para todos’) desocupados, se acabaron las zorras jaladas por animales y fueron reemplazadas por otras, ahora tiradas por señoras y ancianos (Bogotá humana). Y el señor Gustavo Petro de Alcocer, ahí, tan soberbiamente atornillado a su puesto que no puede mover ni un músculo. Solo los de la lengua.

Dice un amigo petrista: “Gobernar en este país con una agenda diferente a la impuesta por el establecimiento es imposible”. Yo le respondo: el problema en este caso es que ni siquiera hubo agenda alguna. Improvisación y palos de ciego. Qué diferencia con Medellín, que lleva tres acertadas alcaldías, aunque falte mucho por hacer, como bien lo señala María Jimena Duzán en su columna en Semana.

Para que no se diga que solo veo lo negativo, celebro que hayan vuelto los copetones, esos pajaritos que habían desaparecido debido a que, supuestamente, el ruido de la ciudad les imposibilitaba comunicarse entre sí, además del peligro que representaban para sus vidas las mirlas, esas agresivas ratas del aire.

Estamos mal de alcalde, de magistrados y jueces, de Procurador, de congresistas, de Fiscal, de Fiscalía, de Contralora y Contraloría, de expresidentes, de delfines, de ministros. De mal en peor.

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