Cambiando de muda

Dos de las más indecorosas decadencias nacionales emergen ahora con más fuerza en el país: La impunidad y la postración de sus partidos políticos.

Eso de que por cada diez homicidios que se cometen en esta nación, aferrada a los incisos y parágrafos santanderistas, solo dos van a examen de los jueces y tan solo un crimen termina con condena, es patentar el imperio de la impunidad. Es demostrar la ineficacia, la impotencia, la indolencia del sistema judicial del Estado.

Estamos llegando no ya al imperio de la ley sino al de la ilegalidad. Y por ello florece la justicia por las propias manos de quienes se sienten atacados o atacan con la seguridad no solo de que el castigo es bastante remoto sino de que cuentan por lo menos con un 90 % de probabilidades de que no irán a la cárcel.

La otra decadencia, evidente y lamentable, es la de los partidos políticos en Colombia. Situación que ha tenido su mayor auge en la feria de avales en donde se ha resentido la ética y se ha negociado con poco decoro.

Toda clase de aspirantes han transitado por este escenario del desorden y confusión. Actores que han desfilado por todas las pasarelas de grupos y matices, en los escalafones en donde se regatea en esta indecente ley de oferta y demanda electoral.

En este jolgorio de avales, la Procuraduría sostiene que “se impuso la guerra del más fuerte”. Fue la puja, no de filosofías para actuar, competir y cautivar, sino de rencillas. Y ello, dice la Procuraduría, “da lugar a malas prácticas electorales y a desgranar pasiones negativas”. Ya los conflictos brotan en la superficie de los desvertebrados partidos que ante la carencia de fortaleza propia tienen que coaligarse para subsistir en las urnas. Los nuevos votantes se alejan desencantados a los refugios del abstencionismo o del voto en blanco.

Aquí no hay partidos políticos sino intereses electorales, escribía alguien en estos días. E insistía: “No existen candidatos con ideas, solo aspirantes con votos”.

Se revive con fuerza el clientelismo que llamara Carlos Lleras. Se reproduce con furor e indelicadeza. Ya vimos una candidata a una gobernación que sin pudor alguno, al encarar a quienes a última hora le dieron la espalda después de pasearla por todos los pueblos de la región, les enrostraba que si le hubieran anticipado con tiempo el abandono “me habría ido para otro partido”. Es decir, que se habría cambiado de rótulo tan fácilmente como de muda.

Los partidos hoy más que nunca “son meras agencias de ataque al presupuesto”. Hostales de paso para calmar fatigas burocráticas y luego emprender jornadas de aventuras temerarias. Las ideas políticas “expiran en el umbral de los hechos y anomalías”. Y por eso, sin consistencia alguna, desvertebrados, están contribuyendo a esos éxodos que hoy vemos en la feria de avales y de transfugancias que alejan a los jóvenes desencantados y hastiados de promesas y de zancadillas.

Viendo estas piezas del gran sainete nacional, hoy el poeta cartagenero ya no exclamaría que “estas cosas dan ganas de llorar”, sino más bien ganas de reír.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar