Candidatura uribista

La marcha del pasado 2 de abril, en la que participaron miles de ciudadanos de diferentes regiones de la geografía nacional, se constituye en una primera muestra organizada del sentimiento de insatisfacción que embarga a una importante fracción de la sociedad colombiana.

A las calles se volcó una sociedad frustrada que ha registrado con sus propios ojos el marchitamiento de un país en todos los aspectos. La economía en proceso de contracción, con una fuerte devaluación que afecta directamente el bolsillo de los hogares. Los grandes generadores de empleo, por cuenta de la inseguridad jurídica para sus inversiones, han buscado otros destinos distintos a Colombia. El país que hace una década era inmensamente atractivo para capitales extranjeros, hoy es visto con recelo y desconfianza.

Los indicadores en materia social no son halagüeños. La prestación de los servicios de salud es cada vez peor. El sistema refleja síntomas alarmantes por cuenta de la imprevisión en el manejo de la crisis de las EPS. El déficit de especialistas en áreas fundamentales de la medicina es altamente preocupante, sumado a la tragedia que padecen los usuarios cuando requieren de atención pronta.

Se nos advirtió que Colombia sería el país mejor educado de la región. El gobierno se quedó en el anuncio. Creó programas, como el de “Ser Pilo Paga”, que con el tiempo ha demostrado que ha servido para complacer intereses de la politiquería y no para facilitar el acceso a la educación superior de los mejores estudiantes de escasos recursos.

Los reparos frente a los eventuales acuerdos con las Farc son muchos. Los ciudadanos que salieron a caminar, no son enemigos de la paz. Al contrario, se movilizaron porque son personas que anhelan una Colombia sin violencia, sin terrorismo, sin narcotráfico. Pero no quieren que, en aras de una supuesta paz, se ponga en riesgo la estabilidad democrática y republicana que tanto esfuerzo nos ha costado mantener durante los 200 años de existencia como país independiente.

Criticar al proceso de paz, no solo no lo debilita sino que lo fortalece, lo enriquece. Lastimosamente, la vanidad extrema del presidente Santos le impide admitir las sugerencias que emanan desde las fuentes de la oposición, todas ellas enfocadas a lograr que se perfeccione un acuerdo de paz benéfico para todos, empezando por aquellos miembros de la sociedad que nunca han recurrido a la violencia ni al terror para expresar sus ideas políticas. La verdadera paz estable y duradera es la que se hace con los ciudadanos desarmados y no con aquellos que han tomado las armas para amenazar y desafiar a la democracia.

La marcha del 2 de abril, adelantó el inicio de la campaña presidencial. El Centro Democrático no puede ser inferior al mensaje ciudadano que se envió aquel día. Ahí salieron unos miles de colombianos a decirle “No más” a Santos, pero implícitamente estaban enviándole un mensaje al CD en el que se le solicitaban la presentación urgente de un programa de gobierno de cara a las elecciones de 2018.

Hagamos una reflexión y aprendamos de las lecciones del pasado. En la campaña de 2014, se cometió un error que no se debería repetir. Me refiero al desgastante y traumático proceso de selección de candidato a la presidencia. Aquella emulación entre Zuluaga y Pacho Santos generó una división que fue perjudicial. Fueron muchos meses en los que el partido perdió tiempo precioso atendiendo asuntos de mecánica política que pudo haber invertido recorriendo al país y dialogando con la gente.

Es legítimo que muchos miembros del partido aspiren a la presidencia. Lo raro es que nadie quisiera hacerlo. Con esa realidad de presente, lo inteligente es tramitar aquellas aspiraciones cuanto antes y diseñar un mecanismo que permita designar al candidato en un plazo muy corto, partiendo del acuerdo de que quien resulte investido gozará del respaldo unánime de todos. Así, el Centro Democrático tendrá tiempo suficiente para elaborar la plataforma programática que le presentará a la ciudadanía y podrá recorrer el país entero con su candidato presidencial.

Personas con talento sobran en la colectividad. Lo importante es que la escogida sea una persona elegible, con posibilidades reales y, sobre todo, que su figura le envíe un mensaje a los electores en el sentido de que sepan que con él o ella, no hay riesgo de una nueva ingrata sorpresa como la que dio Juan Manuel Santos.

@ernestoyamhure

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