¡CARADURAS!

Los discursos de los voceros de las Farc en Oslo muestran su cinismo, su capacidad sin límites para mentir y su visión estratégica del "proceso de paz".

Y acrecientan las dudas de quienes vemos con escepticismo la negociación en que se embarcó el Gobierno. Si es por sus palabras, no habría duda de que estamos frente a un nuevo engaño de los terroristas: Le sacarán jugo a cada instante de la negociación. Veamos:

Como en el Caguán, Márquez dice que las Farc son "una fuerza beligerante" y ratifica la idea cuando califica el proceso como "un intento de solución diplomática del conflicto" y habla de los guerrilleros detenidos como "prisioneros de guerra".

Las expresiones no son gratuitas. Los "beligerantes" son, a la luz del derecho internacional, un cuasi Estado, un estado en formación. Son los Estados los que mantienen relaciones "diplomáticas".

Además, en los conflictos no internacionales no hay "prisioneros de guerra". Sólo los hay en aquellos en los cuales a los insurgentes se les ha dado la calidad de "beligerantes".

Aunque la guerrilla no puede darse a sí misma esa calidad, el Gobierno tiene que tener cuidado en no cometer un desliz que suponga el otorgamiento expreso o tácito de ese estatuto de beligerancia. O en abrir una oportunidad para que un tercer Estado lo haga.

Márquez repite a Cano: "Desmovilizarse es sinónimo de inercia, es entrega cobarde, es rendición y traición a la causa popular y al ideal revolucionario".

Mala cosa. Las Farc anuncian que no entregarán las armas. Y aquí todos se quedan tan tranquilos. Pero si no es para la desmovilización y el desarme de la guerrilla, ¿para qué es este proceso? ¿Para la construcción de "una paz justa y duradera", cualquier cosa que eso sea, según reza el acuerdo que firmó el Gobierno?

Las Farc pretenden abrir la mesa a organizaciones que les son afines, para alterarla a su favor. Y después, quieren una constituyente. Lo dijo el guerrillero cuando sostuvo que "el pueblo tendrá que ser el protagonista principal" del diálogo, que la paz "no depende de un acuerdo entre voceros de las partes" y que al "pueblo" le corresponderá "establecer los mecanismos que han de refrendar sus aspiraciones".

Aunque al menos tácitamente ya reconocen que no son los "voceros del pueblo", y que les sobra la sigla EP en su nombre, la cosa tiene sus riesgos. En caso de que las conversaciones lleguen a término, ¿nos meterá el Gobierno en una constituyente?

Márquez propone "el surgimiento de unas nuevas Fuerzas Armadas". Algunos procesos de paz, como los de El Salvador y Guatemala, han terminado con la disolución de los cuerpos de seguridad y la creación de unos nuevos, con incorporación de exguerrilleros en ellos. Tenemos entre nosotros el antecedente del ingreso del M 19 al DAS. ¿El Gobierno estaría dispuesto a semejante cosa? ¿Lo aceptarían las Fuerzas Militares y la Policía? Ningún daño haría una aclaración inmediata del Gobierno sobre el punto.

Dice Márquez que "tienen la fortaleza para enfrentar a los guerreristas que creen que con el estruendo de las bombas y los cañones" pueden "doblegarlos". Es al revés y a estas alturas debería saberlo: las Farc no pudieron derrotar con sus asesinatos, secuestros, "pescas milagrosas", atentados terroristas y minas quiebrapatas, a los ciudadanos de bien. De hecho, esa derrota estratégica, alcanzada en el gobierno de Uribe, es la única esperanza de que este proceso termine bien.

Una inversión lógica parecida se da en relación con las víctimas. Los caraduras se declaran víctimas ellos y no victimarios, como si los miles de muertos, heridos y lisiados que han causado, como si los que perdieron años y años de sus vidas en la manigua se hubieran autoinfligido el daño. Y no solo se bajan por las orejas de sus responsabilidades, sino que le trasladan su culpa al Estado: "Quien debe confesar la verdad y reparar a las víctimas son sus victimarios atrincherados en la espuria institucionalidad". ¿Qué dirán los promotores del marco jurídico de impunidad y el Fiscal General?.

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