Cese al fuego bilateral

El Gobierno dijo que los diálogos de La Habana estaban separados de lo que ocurría en el “campo de batalla” y que el Estado mantenía su ofensiva contra la guerrilla. En distintas ocasiones el Presidente sostuvo que “la decisión de [hablar en medio del conflicto] fue deliberada”, reiteró que “no habrá cese al fuego” y resaltó que “la guerrilla siempre lo aprovecha para fortalecerse”. La lógica implícita era que el Gobierno no podía perder la ventaja militar que, hasta el inicio de las conversaciones, tenía frente a las Farc, y que no se debía darles oportunidades. Y que la presión armada sobre la guerrilla se traduciría en una mejor posición estatal en la mesa.

De paso, se pretendía blindar las conversaciones de lo que ocurriera en la confrontación, de manera que los crímenes de las Farc no dieran al traste con los diálogos. La expresión infame de tal postura la dio Santos cuando afirmó que solo “haría explotar el proceso […] un atentado a una figura importante”. En esa lógica, las Farc venían justificando sus acciones sobre la base de que las reglas de juego eran las de negociar en medio del conflicto.

Sin embargo, al mismo tiempo las Farc y buena parte de la izquierda han venido insistiendo en un cese al fuego bilateral. El Gobierno se había negado. Pero ahora, de repente, ha abierto la puerta. Santos, después de una reunión con asesores internacionales, dijo que en adelante no debería haber una “desconexión” entre La Habana y lo que suceda en Colombia. Fue tal la confusión que trajeron sus palabras y tal la agitación e incertidumbre que produjeron en la Fuerza Pública, que sus funcionarios estrella con ascendiente sobre militares y policías, el ministro Pinzón y el general Naranjo, debieron salir a precisar que la Fuerza Pública seguirá cumpliendo con su deber constitucional de combatir a los violentos y que “no hay ninguna decisión que haya alterado ese mandato”. ¿Fueron por libre y enmendaron al Presidente? ¿O convencieron a Santos de su error? No lo sé. Pero parece, al menos por ahora, que no habrá tal cese al fuego bilateral.

Y sería un despropósito que lo hubiera. Primero, porque significaría “caguanizar” todo el país. Un ceso al fuego bilateral ata las manos a la Fuerza Pública que, en adelante, no podrían actuar contra los bandidos. Segundo, porque mientras que el Eln siga actuando, la Fuerza Pública deberá seguir combatiéndolo y en el terreno es imposible distinguir una guerrilla de otra. Tercero, porque efectivamente el cese al fuego bilateral hace perder la poca ventaja militar que le queda al Estado. Ya han ganado mucho las Farc con los diálogos (entre otras cosas, y por cierto, con autorización presidencial, poniendo por fuera del país y del alcance de la Fuerza Pública a todo el Secretariado), como para que además el resto de sus estructuras sepan que están a salvo de la acción estatal. Cuarto, porque mientras que los criminales sigan en su accionar violento a la Fuerza Pública, diga lo que diga el Presidente, no le queda sino cumplir con su mandato constitucional de combatirlos. Quinto, porque el cese al fuego bilateral debe ser el punto final del proceso y solo debe adelantarse cuando haya certeza de su éxito.

Esos son los puntos fundamentales. Por un lado, un cese al fuego bilateral es solo factible a la terminación feliz del proceso, con verificación independiente y con concentración geográfica de la guerrilla para su desarme definitivo y su desmovilización. Lo demás es una tomadura de pelo.

Por el otro, aunque el Gobierno viene empeñado en vender la idea de que hemos llegado a un punto irreversible, a un “no retorno” en las conversaciones con las Farc, lo cierto es que absolutamente todos los temas cruciales siguen pendientes: ¿habrá impunidad para los crímenes internacionales de las Farc? ¿Sus responsables podrán hacer política? ¿No habrá extradición para los narcotraficantes de la guerrilla? ¿Las Farc entregarán sus bienes para reparar a las víctimas? ¿O el proceso será un gran lavadero de su dinero? ¿Cuál será el mecanismo de refrendación de los acuerdos? Sin respuestas, el proceso seguirá, como está, colgado de un hilo.

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