Cese el fuego bilateral

Muchos, entre ellos Álvaro Uribe, habían dicho que para que unas conversaciones de paz tuvieran credibilidad las Farc debían decretar un cese unilateral de hostilidades, mientras que la guerrilla pedía una tregua bilateral. Parecía un diálogo de sordos. Pero los subversivos son más hábiles para negociar que nuestros gobernantes y así como lograron grandes ventajas con la negociaciones del Caguán, están también logrando apreciables beneficios con las de La Habana y acaban de dar un nuevo golpe táctico y mediático al anunciar un “cese unilateral de hostilidades”, anuncio acogido por los medios como “el comienzo del fin de la guerra” (El Tiempo 21.12) y “claro gesto de paz” (Marisol Gómez, El Tiempo  21.12), para solo citar dos ejemplos y nuestro Presidente ha dicho que es “un paso muy importante en la dirección correcta”. Algunos pocos han puesto de presente la tosca trampa de las Farc, pero vale aquello de que cada cual cree lo que le conviene. ¿Puede creerse que una propuesta sujeta a que la guerrilla no sea objeto de ataques de parte de la fuerza pública sea un “cese unilateral al fuego”? Salta a la vista que es un ofrecimiento de un cese bilateral pues si el Ejército no deja de perseguir a los guerrilleros estos reanudarían sus ataques, lo que buscan es que los dejen de perseguir para poder, como en el Caguán: reorganizarse, reabastecerse, entrenarse, descansar, evitar los embates del Ejército y seguir gozando de la publicidad internacional. Podría entonces la guerrilla actuar con impunidad pues si es atacada salen clamando, junto con sus voceros oficiosos, que el Gobierno rechaza la paz.

En su comunicado las Farc recalcan que guerrilla y Gobierno se han mantenido “en todo momento en pie de igualdad”, clara muestra de las ventajas que obtienen con estas negociaciones. También utilizan igual argumento al del Gobierno para fundar su prolongación: “se trata, ni más ni menos, del escenario de ahora o nunca”, lo que para ambas partes justifica que se hagan grandes concesiones a una guerrilla cuyos efectivos se han reducido de 20.000 a 8.000. Se llega a un acuerdo de paz con una subversión cuando se está en un equilibrio de fuerzas integral, lo que claramente no es nuestro caso. También cuando un gobierno no resiste la opinión pública contraria al conflicto pues considera que sus intereses vitales no están comprometidos, como sucedió a los Estados Unidos en Vietnam. El Gobierno quiere convencernos de que esta es nuestra situación. No creemos que así sea y 8.000 terroristas narcotraficantes no deben lograr en unas negociaciones lo que no pudieron obtener mediante el terror. ¿Caerá el Gobierno en la trampa y aceptará de hecho una tregua bilateral tratando de pasar a la historia como el que logró la paz, muy relativa, por cierto?

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