Chávez victorioso

De plácemes debe estar el jefe de la pandilla, Hugo Chávez, que logró ubicar a uno de los suyos en la codiciada esquina. Desde las elecciones 2006, el dictador venezolano tenía al Perú en la mira. Aquella vez intervino de manera decidida. Invirtió dinero y no ahorró elogios para su candidato e improperios contra el que resultó ganador.

Recurramos a la memoria. En esa campaña, de la boca de don Hugo brotaron los más virulentos insultos cuyo destinatario fue Alan García. Borracho, ladrón, sinvergüenza, por citar unos pocos ejemplos de los adjetivos que contenía la estilizada catilinaria chavista.

El gobernante venezolano apostó duro por Ollanta Humala y perdió. Perú prefirió al dirigente del Apra. Por un margen mínimo de 700.000 votos, poco menos de cuatro puntos porcentuales, los electores le dijeron no al candidato de Chávez.

Pero en juego largo hay desquite. ¡Y qué desquite! Cinco años después, al hombre fuerte de Venezuela le aparecieron aliados insospechados como el Nobel Vargas Llosa, Bryce Echenique, Alejandro Toledo y otros líderes de la política tradicional del Perú. Keiko Fujimori hizo las veces de trompo de poner. Todos le pegaron, todos la atacaron. Su imperdonable pecado se limita a ser hija del controvertido condenado.

Con una ventaja minúscula, el exmilitar —golpista, como le gustan a Chávez— se alzó con la victoria, un triunfo que arrojará una irremediable división y una insufrible expectativa cargada de pánico. 12,5 puntos porcentuales cayó la bolsa de Lima apenas se supo que Humala había ganado la emulación del domingo.

Nadie sabe cuál será su política económica, ni cómo irá a administrar la prosperidad que invade a su país. El Perú que entregará Alan García el próximo 28 de julio es una potencia regional en gestación.

Muchos piensan que el Ollanta Humala modelo 2011 es mucho más sensato y maduro. Quieren hacernos creer que sus vínculos con Chávez son cosa del pasado y que su estructura mental fue objeto de una modernización extrema. Generosas palabras que pretenden borrar una dura realidad: en la corteza cerebral del elegido no abundan las neuronas.

El nuevo presidente peruano no ha cambiado ni una pizca. Un lobo con piel de oveja, enemigo enfermizo del progreso que trae consigo una economía de mercado. Campeón mundial de la demagogia, Humala gobernará con un discurso similar al utilizado por el célebre raspachín que mal gobierna a Bolivia.

Perú, como Ecuador, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Argentina, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, será un satélite más de Caracas. Desde el Palacio de Miraflores dictarán decretos y proyectos de ley. Que el Nobel Vargas Llosa no se sorprenda si antes de la Navidad, en su país es esté hablando de una constituyente que facilite la concentración absoluta de poder en cabeza del Ejecutivo. De nada servirán las lamentaciones de quien es el mejor escritor, pero a la vez el más torpe político que haya conocido la tierra liberada por Bolívar y San Martín.

Para Colombia, el escenario es espantoso. De todos nuestros vecinos, Perú era el único que se había atrevido a calificar a las Farc como grupo mafioso dedicado al terrorismo. La cooperación del gobierno de Lima en la lucha contra el flagelo violento era invaluable. Todo esto dejará de existir a partir del próximo mes, cuando Ollanta, por órdenes del supremo venezolano, cambie la enérgica y vertical posición política de su país.

En fin, mientras los mercados se lamentan y los inversionistas son presa del pánico, Hugo Chávez continuará celebrando la victoria del pasado domingo.

Ernesto Yamhure
Elespectador.com
Junio 9 de 2011
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