¿Cinco conflictos armados? ¿Qué está pasando?

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se pregunta qué está pasando en Colombia, porque en varias zonas del país los enfrentamientos entre diversos actores armados continúan. En algunos puntos, según este organismo, “se han intensificado, y, por ello, no se debe hablar de un conflicto armado, sino de cinco”. Para el CICR, los cinco conflictos armados que enfrentamos son los que el Estado libra contra las bandas criminales del Eln, Epl, el Clan del Golfo y los reductos disidentes de las Farc, además de la guerra que libran entre sí los mismos grupos, especialmente en la zona del Catatumbo. “La época del ‘posacuerdo’ ha dejado un panorama complejo” y la Cruz Roja hace las siguientes precisiones: “Por una parte, el vacío de poder dejado por las antiguas Farc-EP ha provocado enfrentamientos entre otros grupos armados organizados, como el existente entre el Eln y el Epl. Algunos de estos enfrentamientos parecen estar aumentando en intensidad y podrían llegar a constituir nuevos conflictos armados no internacionales (CANI). Por otra parte, distintas zonas del país se ven afectadas por dinámicas conflictuales relacionadas con grupos armados que se reclaman herederos de las antiguas Farc-EP y manifiestan su intención de no acogerse al proceso de paz”.

El CICR considera que hay al menos cinco CANI en Colombia, cuatro entre el Gobierno del país y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), el Ejército Popular de Liberación (Epl), las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) y las antiguas estructuras del bloque Oriental de las Farc-EP que no se acogieron al proceso de paz. Existe también un quinto CANI entre el Eln y el Epl, cuyo epicentro es la región del Catatumbo.

En un entorno de “unanimismo”, el pasado Gobierno logró que la opinión pública internacional y gran parte de la opinión nacional (obviamente influenciada por casi la totalidad de los formadores de opinión y por los grandes medios aceitados con generosas dosis de “mermelada”) acogiera la tesis de que en Colombia había una guerra que llevaba 50 años. El pasado Gobierno, habiendo acabado con dicha guerra, había logrado culminar lo que todos los colombianos anhelaban durante más de cinco décadas: ponerle fin a la guerra. Muy pocos nos atrevimos a cuestionar esa premisa y a manifestar, que si bien era muy positivo el logro del Gobierno de llegar a un acuerdo con parte (y solo parte) de uno de los múltiples (y solo uno) actores del conflicto, quedaba mucho por hacer. El Gobierno anterior, asumiendo con razón que era muy difícil que se les otorgara el Nobel de Paz a los que únicamente logran resolver conflictos, prestó oídos sordos a todo señalamiento que implicara desinflar la “burbuja de la paz”, globo que con tanto esmero habían construido.

El CICR señala lo que llevamos años advirtiendo: no solo no hay paz, sino que hay por lo menos múltiples conflictos con actores armados que el Gobierno tiene la imperiosa necesidad de enfrentar. Al no haber tenido el Gobierno anterior voluntad política para asfixiar el narcotráfico (la gasolina que alimenta a todos y cada uno de estos conflictos), era casi obvio que —indistintamente de que estuviera alguno de ellos arropado con falsas mantas ideológicas— dichos conflictos se iban a multiplicar. El precio que tendremos que pagar los colombianos por tan monumental desatino es ser una nación que, por muchos lustros más, vivirá en conflicto.

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