Ciudades y ríos

Si entendiéramos el privilegio de contar con ríos y quebradas, otra sería la suerte de las urbes.

En momentos en que la humanidad camina hacia su urbanización plena; cuando 9.000 millones de seres poblarán este planeta en algunas décadas y las ciudades terminarán por consolidarse como nuevos ejes de poder, aun por encima de los países, vale la pena volver a reflexionar sobre lo que estamos haciendo con ellas.

Y una buena disculpa nos la da el I Foro Global de Ciudades con Ríos, que organiza Montería (Córdoba), y que se clausura hoy, con el apoyo de ONU Hábitat, Findeter y Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Allí se dieron cita representantes de varias capitales para compartir experiencias en torno a un recurso que, pese a ser un regalo para quienes tienen el privilegio de verlo surcar por los alrededores, la mayoría de las veces condenamos al olvido.

Desde tiempos ancestrales, son los ríos los que han hecho posible a las ciudades. Gracias a ellos se puede hablar de progreso y desarrollo. Sin embargo, son pocos los que hoy se salvan de la acción del hombre, que ha terminado por convertirlos en cloacas, vertederos de basuras y en un vecino incómodo, sin reparar en el daño que les hacemos.

El río es un alto generador de calidad de vida, que inspira nuevas propuestas urbanísticas, que permite desarrollar el turismo y mejorar las condiciones de sus beneficiarios directos. Esto han comenzado a entenderlo urbes como Lima (Perú), Cuenca (Ecuador), que ha construido 58 kilómetros de conectores de aguas residuales, o Bilbao (España), que aprovechó la crisis industrial de los 80 para volver a mirar al río e impulsar un proceso de renovación urbana que la sacó al otro lado.

Colombia empieza a hacer parte de este selecto grupo a través de iniciativas como la de Montería, que desde el 2002 dio paso a un parque en las rondas del Sinú y hoy ya tiene 3 kilómetros de extensión. El espacio, antes en abandono, es escenario de actividades lúdicas y recreativas. Esa nueva apuesta ha permitido, además, recuperar el mercado público y elevar puentes y muelles.

Barranquilla, con la construcción de la avenida del Río y un malecón de 700 metros, le devolverá el encanto a la ciudad y, lo que antes era una zona mal alumbrada y abandonada, será un atractivo que invite a recorrerla para apreciar la majestuosidad del Magdalena, un ejemplo de urbanismo y movilidad.

Hace pocos días, Medellín inició una serie de obras sobre uno de los corredores viales más estratégicos de la capital antioqueña: Parques del Río. A lo largo de 19,8 kilómetros, por donde hoy circulan los carros, emergerá un eje ambiental y de espacio público paralelo al río. Las vías para los vehículos serán soterradas.

Todas estas iniciativas tienen un denominador común, que también resalta el alcalde de Bilbao, Ibon Areso: más que darles la espalda a los ríos, hay que darles la cara. Y eso incluye recuperarlos, proteger sus nacimientos y garantizar su paso por los centros urbanos.

No hacerlo es condenar a las actuales y futuras generaciones a pagar un costo muy alto, como el que hoy paga la capital del país por décadas de abandono y desidia del río Bogotá.

Para decirlo en palabras del poeta Neruda: “Yo no sé lo que dicen los cuadros ni los libros (…), pero sé lo que dicen todos los ríos”.

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