Clamor antiimperialista de Maduro tiene poco eco en Venezuela

Acosado por la pérdida de prestigio internacional, el impopular gobernante venezolano Nicolás Maduro intenta hacer uso de las sanciones impuestas el lunes por Washington contra funcionarios de su gobierno para tratar de atizar las llamas del nacionalismo y del sentimiento antiestadounidense.

Pero el discurso podría tener poca recepción en una población más preocupada en conseguir café o pollo en los supermercados que en sumarse a la defensa de las propiedades de los generales del régimen en el exterior, dijeron analistas.

Según los expertos, Maduro obtendrá muy pocos dividendos políticos con la acusación de que el presidente Barack Obama intenta derrocar a su gobierno, cuando la gran mayoría de los venezolanos -incluyendo una porción significativa del chavismo- está asfixiada por los graves problemas económicos que sufre la nación petrolera.

Y esa gran mayoría está consciente de que esos problemas son el resultado de la trágica administración del chavismo, dijo el analista Orlando Viera-Blanco.

“Las mismas bases populares perciben que si bien hay escasez en Venezuela, esa escasez no ha sido provocada por el imperio, ni por elementos externos, sino que ha sido provocada por corrupción, por la ineficiencia, y por privilegiar a muchas de las élites que están con el chavismo”, dijo Viera desde Montreal.

“Por eso el discurso de la externalidad de Maduro no se digiere haciendo cola para buscar un kilo de azúcar o de Harina Pan, o para buscar un cosmético, un desodorante o un paquete de papel higiénico”, explicó.

De acuerdo con el analista, esas dificultades económicas han hundido la popularidad de Maduro a niveles inferiores al 20 por ciento, con un 40 por ciento del chavismo que expresa ya un rechazo hacia la gestión del gobernante.

En una sombría alocución presidencial transmitida en cadena nacional el lunes por la noche, Maduro acusó a Obama de asumir personalmente la tarea de derrocarlo ante la incapacidad de la oposición local para desestabilizar a su administración, plan que según él también fue trazado por Washington.

“El golpe de Estado, [que] factura gringa tiene, ha sido derrotado y ante la derrota del golpe de Estado y la incapacidad de los agentes estadounidenses, figuras políticas de la oposición, los Estados Unidos de Norteamérica y el presidente Barack Obama, representando a la élite imperialista de Estados Unidos, ha decidido pasar personalmente a cumplir la tarea de derrocar a mi gobierno”, declaró el gobernante.

“Por eso han dado este paso. El presidente Barack Obama ha dado el paso más agresivo, injusto y nefasto que jamás se haya dado desde Estados Unidos contra Venezuela”, insistió.

La declaración de Maduro se produjo horas después que el presidente estadounidense ordenara congelar los bienes en Estados Unidos de siete funcionarios venezolanos involucrados en violaciones de los derechos humanos.

Los siete jugaron un papel estelar en la ola represiva emprendida por el régimen contra las manifestaciones estudiantiles del año pasado que dejaron al menos 43 muertos y más de 850 heridos y condujo al arresto de miles de manifestantes y de líderes claves de la oposición.

Esa ola represiva aunada a investigaciones realizadas por la justicia estadounidense sobre la presunta vinculación de altos dirigentes del chavismo con operaciones del narcotráfico han deteriorado severamente la reputación del régimen bolivariano en los ojos de la comunidad internacional.

Parte de los esfuerzos de Maduro pretenden convencer a la población de que acusaciones como ésas son fabricaciones del “Imperio” como justificativo de una eventual intervención militar.

Pero los argumentos del chavismo lucen vacíos frente al gran volumen de evidencias recogidas en Estados Unidos y el mundo ya comienza a percatarse de lo que sucede realmente en Venezuela, dijo en Miami el asesor político Esteban Gerbasi.

“Estas aguas no las recoge nadie”, dijo Gerbasi. “Diosdado [Cabello, presidente de la Asamblea Nacional] tiene tatuada en la frente la palabra ‘Narco’ y Maduro tiene tatuada en la frente la palabra ‘Dictador’. Eso ya no se remueve”, dijo Gerbasi, al señalar que las sanciones ayudan a cimentar la percepción que Venezuela es un régimen al margen de la ley.

Para sorpresa de muchos, Maduro terminó siendo mucho más autoritario y represor que su mentor, el fallecido presidente Hugo Chávez. Eso debe a que el actual jefe de la Revolución Bolivariana carece del carisma y poder de liderazgo de su antecesor.

“Chávez tenía un poder de convencimiento y de negociación que no tiene Maduro. Chávez hubiera sido un experto en la pesca del pez vela porque él solía apretar la cuerda, recogía y soltaba, recogía y soltaba hasta que te controlaba”, señaló Gerbasi.

“Maduro, en cambio, no tiene esas cualidades y lo único que sabe usar es la fuerza bruta para poder tener el control y al hacer eso cruzó la línea de las apariencias quedando claramente revelado ante la opinión pública internacional que encabeza un régimen dictatorial”, resaltó.

Eso deja al régimen dependiendo en gran medida en su aparato represivo, y las sanciones, al atacar precisamente a los funcionarios implicados en las labores de persecución política, constituyen un factor de desestabilización para el régimen, dijo desde Londres Diego Moya Ocampos, analista para América Latina de IHS Global Insight/IHS Jane’s.

Añadió que aún cuando las sanciones sólo buscan evitar que se sigan registrando “violaciones grotescas” de los derechos humanos, especialmente ante el cerco informativo a los medios que hay en Venezuela, las medidas sí tendrá repercusiones ante los ojos de la comunidad internacional.

“Las sanciones no son en contra de Venezuela y no tendrán impacto en su economía o industria petrolera. Sin embargo, aumentan el riesgo de daños en la reputación de las empresas que operan en Venezuela, aquellas que puedan tener contacto con funcionarios que han sido o puedan en el futuro ser objeto de sanciones. Esto aumenta los riesgos operacionales y el riesgo país en Venezuela”, explicó Moya.

Adicionalmente, “las sanciones incrementan los riesgos de inestabilidad para el gobierno y ponen en duda la credibilidad de las autoridades. Algo similar a lo ocurre en los estados fallidos. De modo, que si bien no afecta la economía directamente, si afecta la percepción de los inversionista y la confianza en las autoridad del país”, advirtió.

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