CLARO QUE TODOS QUEREMOS LA PAZ

A medida que avanza esta campaña presidencial, con miras a la segunda vuelta, el tema de la paz ha pasado de ser un tema de miedo a un asunto más racional. Quién dijo que todos los colombianos afectados directamente o no, nos oponemos a la paz. Claro que queremos un país sin conflicto armado.

No sólo es importante avanzar en un acuerdo con una fracción del grupo guerrillero de las Farc que negocia con el gobierno en Cuba; sino también, con el resto de los frentes que siembran el terror en Colombia, tales como el ELN y las bandas criminales; con el fin de que el Estado pueda luchar con más éxito contra las estructuras delincuenciales que quedan, y las que surgirán muy seguramente en el posconflicto.

Sin embargo, el candidato presidente se enfrascó en este tema y no ha mostrado otra propuesta que toque los asuntos urgentes del país, en educación, salud, vivienda, justicia, y más. Habla de lo que hizo y lo que le faltó en estos cuatro años que pasaron. Se centra en el pasado, pero no en el futuro, que es lo que desean los colombianos ver en los debates presidenciales.

Santos nos trata de convencer que firmando la paz con los delegados de las Farc en La Habana, al otro día el país amanecerá sin conflicto armado. Pero mientras les coge la firma, el candidato presidente teme pedir a la contraparte mínimas condiciones humanitarias, que sí le agradeceríamos todos los colombianos.

Como dijo el candidato Oscar Iván Zuluaga en un reciente debate presidencial, ¿será mucho pedirles a las Farc que dejen de reclutar niños, de secuestrar, de extorsionar, de sembrar minas antipersona y emboscar policías y soldados y otras acciones terroristas?

Si las Farc están dialogando es porque también quieren la paz y la necesitan después de cincuenta años de frustrada lucha armada. Por eso, que no nos asuste una posible pataleta que los haga parar de la mesa en La Habana. Ellos saben que es una última oportunidad que no pueden tirar a la basura.

Por eso como están tan interesados en la paz, pueden parar las acciones terroristas contra la población civil. No secuestrar niñas como en Cauca ni poner "niños bomba", como ocurrió en Tumaco, y a su vez seguir en una mesa de diálogos.

La misma guerrilla sabe que ellos no garantizan la paz del país, pero quienes les copien en sus frentes, acá en Colombia, ayudarán a bajarle ferocidad al conflicto y al tema del narcotráfico.

Por eso, ya ese dilema entre quienes quieren la paz y la guerra perdió toda la fuerza en esta contienda electoral. Lamentable que en este desespero reeleccionista aparezcan hasta disciplinados dirigentes políticos que parecieran estarle vendiendo el alma al diablo para meternos con el afán de atemorizar un país con un miedo sin razón. Curémonos de espantos, porque todos sí queremos la paz. Pero una paz sólida, sin impunidad y sin más violaciones al Derecho Internacional Humanitario.

¿Mucho pedir?, insisto.

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