Colombia marchó

El sábado pasado, las principales ciudades de Colombia fueron testigo de un hecho que debe llamar la atención de todos los ciudadanos preocupados con el futuro del proceso de paz.

Decenas de miles de compatriotas, de manera espontánea se botaron a las calles para unirse a una protesta pacífica en la que se pedía no impunidad para los terroristas de las Farc que hoy negocian con el gobierno colombiano en la isla de los hermanos Castro.

Aquella marcha, que mucho tiene de espontáneo, fue plena prueba de que los colombianos estamos sintonizados en el anhelo de la paz. Pero un sector muy grande de la ciudadanía reclama, con todo derecho y justicia, que la paz a la que se llegue con las Farc no esté signada con la ignominiosa tinta de la impunidad.

Los detractores del Centro Democrático, de manera inmediata y sin evidencias, descalificaron la magnitud de la concentración. Dijeron que aquella fue una “marcha del odio” convocada por el uribismo. Resulta pertinente aclarar que el partido Centro Democrático se unió a la marcha, pero no la organizó. Aquella fue planeada, liderada y convocada por un grupo de ciudadanos cuyo radio de acción se limita  las redes sociales. Pero lo más significativo de esa jornada fue la solidaridad ciudadana. La voz unánime de hombres, mujeres, trabajadores, militares retirados, pensionados, amas de casa, niños y estudiantes reclamaba una paz justa en la que los victimarios no sean premiados, pues según su sentir, que yo comparto, la paz estable y duradera solo se consigue con castigos efectivos a quienes fueron los responsables del dolor que se ha causado.

La exitosa jornada del pasado 13 de diciembre es la muestra del sentir de la opinión pública colombiana. El gobierno ha dicho que lo acordado en la mesa de negociaciones de La Habana será refrendado popularmente. Ahí tienen el gobierno y las Farc un adelanto de cuál será la posición de la ciudadanía: sí a la paz, no a la impunidad.

El lunar en este bello ejercicio democrático se debe a la actitud lamentable de personas que integran el círculo más íntimo del presidente Juan Manuel Santos. Las palabras descalificadoras del precoz hijo presidencial Martín Santos contra quienes hicimos presencia en las calles de Colombia son demostrativas del reducido nivel de tolerancia del gobierno nacional frente a quienes, con dignidad y gallardía no nos dejamos seducir por su corrupta mermelada ni nos asustamos frente a los señalamientos de sus cooptados medios de comunicación.

Por grande que sea la campana neumática que el gobierno ordene ponerle a manifestaciones como la del sábado pasado para que los medios de comunicación no registren la magnitud de los mismos, nada hará variar el sentir popular frente a la impunidad que se está pactando en Cuba.

En 2015 continuarán las demostraciones ciudadanas como las que vimos este fin de semana. La soberbia y prepotencia de la guerrilla que insiste en despreciar a las víctimas y en negar las atrocidades que ha cometido en los últimos 50 años serán respondidas con la indignación de un pueblo que está dispuesto a todo menos a que sus victimarios dejen las armas para convertirse en actores políticos como si aquí no hubiera pasado absolutamente nada.

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