Colombia vive en un permanente «reality show» con 11 debates electorales en 15 días

Colombia está dedicada a los debates, en algo así como un gran reality nacional que se trastea de región, de escenarios, de clima y tono. Hay debates con jóvenes, con analistas, con académicos, con preguntas de centros de pensamiento locales e internacionales; con periodistas famosos, con rectores universitarios poco conocidos; con niños, líderes sociales y con ciudadanos comunes y corrientes.

Mal contados, desde el pasado 3 de abril llevamos once debates. Si los circunscribimos a días hábiles, el ritmo es de prácticamente un debate por día. Esta exposición televisiva se multiplica en vivo y en directo por redes sociales, para rebotar al día siguiente a noticieros, portales informativos, programas radiales noticiosos y de opinión. Y a esto se suman, punto aparte, algunos debates con las fórmulas vicepresidenciales y la agenda de campaña y medios de cada candidato.

El más reciente fue anoche, llamado el Gran Debate, convocado por el canal privado RCN Televisión, su cadena internacional por cable NTN24 y con transmisión en vivo por la cadena hermana RCN Radio. Los portales, redes y demás canales de difusión de este conglomerado informativo se encadenaron para transmitirlo nacional e internacionalmente, lo que lo convierte en el ejercicio en vivo más ambicioso hasta la fecha.

Cada debate aporta alguna novedad. En esta oportunidad, una escenografía más elaborada dentro del lenguaje propiamente televisivo, actividades interactivas para mover en escena a los seis candidatos y, lo más importante, cinco bloques de preguntas estructuradas a través de mesas de trabajo previamente convocadas y con representación de diferentes sectores de la sociedad colombiana. Todo esto coordinado por un equipo de periodistas del canal, representantes de Fenalco (agremiación nacional de comerciantes) y en alianza con analistas del centro de pensamiento Instituto de Ciencia Política y la plataforma de diálogo Concordia, de Estados Unidos.

Relaciones internacionales y problemas en las fronteras, educación, el futuro de la reforma pensional, narcocultivos y seguridad, subsidios y políticas sociales, fórmulas para reducir la brecha entre el campo y la ciudad o para fortalecer las políticas educativas hicieron parte de este encuentro que si bien con su esquema rígido de tiempos cortos para preguntas y respuestas dio espacio a los candidatos para hablar sin interrupciones, también le restó espontaneidad y, con tantas reglas de juego, llegó a confundir por momentos a los conductores y participantes.

Así se vieron

El balance de la noche refleja un poco los resultados de la más reciente encuesta, realizada por el Centro Nacional de Consultoría y publicada el miércoles pasado, según la cual la intensión de voto es del 37% para Iván Duque, 29% para Gustavo Petro, 15% para Sergio Fajardo, 8% para Germán Vargas, 3% para Humberto de la Calle y 2% para Viviane Morales. En dicha encuesta, el candidato con mayor crecimiento fue Petro (7 puntos), seguido por Vargas Lleras (2 puntos) e Iván Duque (1 punto).

Y lo refleja porque tanto Duque como Petro se mostraron cómodos y seguros en su posición, sin especial presión por recoger votos de opinión, que es lo que más mueve este tipo de ejercicios, mientras que De la Calle fue el más incisivo y carismático, consciente de que no arriesga mucho y bien puede ganar nuevos seguidores. Sorprendió, en cambio, que Fajardo y Vargas Lleras, los que más necesidad tiene de aprovechar este tipo de escenarios para “robar” electores a sus contrincantes o atraer a los indecisos, no lograron transmitir seguridad: Fajardo lució sin ángel televisivo, algo incómodo, mientras Vargas Lleras se vio torpe frente al formato establecido.

Duque y Petro, en cambio, hablaron de manera concreta, dentro de los tiempos y con mensajes debidamente estructurados para la ocasión. Viviane Morales, con el registro más bajo en las encuestas, fue un aire refrescante en escena, luego de que no fuera incluida en otros previos bajo el argumento de su mínimo registro en las encuestas.

¿De qué sirven?

Como se sabe, los debates televisados sirven más para reafirmar el voto a quienes ya tienen candidato o para mover el voto de opinión por pura percepción, que para profundizar en propuestas de gobierno. Son algo así como tuitear en televisión: pregunta, un minuto de respuesta, 30 segundos de contrapregunta y 30 segundos de respuesta.

Además, pocos han innovado en materia de formatos o logrado – con excepción del Debate Caribe en Barranquilla- momentos realmente memorables que horas después generen especial interés y extiendan el alcance del debate. Lo bueno para los electores es la posibilidad de consultarlos posteriormente, ya sea para ver a su favorito o para enterarse de los momentos más tensos o las respuestas más fuertes durante las dos horas que en promedio dura cada uno.

En la contienda presidencial no son nuevos, al menos en los últimos 20 años se han llevado a cabo. Pero como tal vez no se había visto en décadas, en buena medida por el propio perfil de los candidatos y la polarización o politización nacional, el país está más atento a estas confrontaciones. También, el hecho de que por primera vez se realicen en diferentes regiones del país, televisados nacionalmente y traten temas de interés local, como sucedió en el Debate Pacífico, en el Debate Antioquia y en el Debate Caribe (que sigue siendo el mejor), a lo que se suma la participación de canales regionales de televisión, diarios y universidades locales, los acercan más a la gente y rompen con el centralismo informativo.

Estos debates presidenciales, que suceden igual en la mañana como en la noche, que han convocados a los jóvenes del país a confrontar a los candidatos e involucrarse en este proceso electoral crucial y hacen del tema político el pan diario para todos, aunque no desbanquen a las maquinarías electorales, sí marcan un hito relevante: el regreso de las campañas a las regiones, a la plaza pública, a la calle y el contacto directo con los ciudadanos. Bien pueden llevar a los colombianos de la crispada polarización a una sana politización. Y eso, sin más, ya es ganancia para todos.

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