Como Castro es de izquierda, sí nos gusta la foto con Peña

Imaginemos por un momento la foto del presidente Peña Nieto saludando con gran entusiasmo al general Augusto Pinochet, quien, envejecido, lo ha recibido en su casa de Santiago. Al fondo se ve al canciller mexicano, José Antonio Meade, atestiguando el encuentro con una gran sonrisa. Peña habría confirmado esta reunión definiendo a Pinochet como el “líder político y moral de Chile”.

Ahora imaginemos que el Presidente mexicano se encontrara en España solicitando que lo dejaran reunirse con Francisco Franco. Que dijera: “Tendré oportunidad de saludarle y de reafirmar esta vocación y este espíritu que anima al pueblo de México, de mantener y estrechar los lazos de amistad y hermandad con el país hermano de España”.

¿Qué pensaría usted? ¿Estaría de acuerdo con que nuestro jefe de Estado se reuniera y se expresara así de dos dictadores como fueron Pinochet y Franco? En lo personal, me daría una enorme vergüenza. Como vergüenza me dio ver a Peña haciendo eso con Fidel Castro.

¿Acaso como el comandante en jefe es de izquierda, entonces nos podemos hacer de la vista gorda con el pequeño detalle que gobernó de manera despótica la isla durante decenas de años para luego heredarle el poder a su hermano Raúl? Es, al parecer, lo que piensan muchos en México. Está bien que nuestro Presidente se reúna y considere al dictador cubano como un “líder político y moral” porque es “de izquierda”, pero ni pensar esto cuando se tratara de dictadores “de derecha”.

Veamos lo que escribió, por ejemplo, José Luis Reyna en su editorial de Milenio el lunes: “Peña Nieto no fue a Cuba a juzgar la dinámica del sistema político cubano. Descabellado pensar que se reuniera con disidentes. Fue a restablecer relaciones con el gobierno de la isla que le permitirán insertarse ‘productiva y competitivamente’ en la región, lo que podría redituarle un espacio mayor de maniobra en América Latina, que perdió durante los últimos lustros. Peña Nieto no fue a Cuba a elogiar a un régimen o a condenarlo por su enorme déficit en cuanto a derechos humanos y sus carencias democráticas. Desde este punto de vista, el viaje tiene una apuesta de futuro y, con ella, la probabilidad de que México puede reasumir el papel de líder en la región, que se fue diluyendo con el paso del tiempo. Los problemas de los cubanos los resolverán (o no) ellos, así como los nuestros nos tocará resolverlos aquí, sin injerencias de ninguna especie”.

Me pregunto si el profesor-investigador de El Colegio de México hubiera pensado lo mismo si nuestro Presidente hubiera ido a Chile a reunirse con Pinochet a restablecer las relaciones diplomáticas que se rompieron con esa nación después del golpe militar de 1973. Al fin y al cabo: que ellos resuelvan sus problemas, nosotros los nuestros y que no haya injerencias.

Reyna justifica la visita de Peña a los Castro por un asunto de diplomacia pragmática. La semana pasada, en este espacio, argumentaba que efectivamente hay situaciones en las que un gobierno democrático debe reunirse con una dictadura porque le conviene a sus intereses (ya sea porque es un socio económico importante, una potencia mundial o un país que puede ayudar en mucho a la democracia en cuestión). También decía que hasta en esos casos resulta cuestionable. La pregunta es si había beneficios claros por ir a rendirle pleitesía a dos dictadores como son Fidel y Raúl. Yo sigo pensando que no. Reyna, en cambio, piensa lo contrario: “Si México quiere ser protagonista en el mundo global es necesaria una diplomacia que le permita actuar como tal. Sin diplomacia es imposible. Esa fue la apuesta de Peña en Cuba. La foto con Fidel es lo de menos; es parte del pragmatismo”.

Muy respetable su opinión. No concuerdo. Primero porque, como ya dije, no veo los beneficios claros de ir a reunirse con los hermanos Castro. En segundo lugar tampoco considero que la foto con Fidel sea “lo de menos”. Me pregunto si Reyna hubiera pensado lo mismo si ésta hubiera sido con Pinochet o Franco.

Los que creemos en la democracia-liberal aborrecemos a todos los dictadores, sean de izquierda o de derecha. Ya sea que tiranicen a sus pueblos buscando la justicia social o respondiendo a los intereses de los grupos económicos dominantes. Hay, en cambio, los que se creen demócratas pero están dispuestos a tolerar a dictadores por una afinidad ideológica. No son muy consistentes que digamos. Sería más honesto que reconocieran: “Sí, Fidel es un dictador, pero es nuestro dictador”.

Twitter: @leozuckermann

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