Como en la Inquisición

El fanatismo ha estado presente siempre a lo largo de la historia. Diferentes sectas o clanes, en distintos periodos, se han creído dueños de una verdad y por ella secuestran, persiguen y matan. Nuestra Santa Iglesia Católica dejó una gran historia de dolor, tras las Cruzadas y la Inquisición. En nombre de la fe incorporaron a su actuar toda clase de intolerancia y atrocidades.

Ahora, en nuestra patria, el fanatismo domina el panorama. Con mentalidades guerreristas los defensores del Farc-Santismo han emprendido casi que una persecución en contra de quienes tienen dudas o presentan puntos de vista diferentes a los actuales planes para llegar a la paz. Aquellos que ven numerosas discrepancias en este proceso o piden conocer el texto completo de lo acordado en Cuba, caen en desgracia. Conciliación buscada por diferentes gobiernos y esperada por todo aquel que tenga dos dedos de frente, pero que indudablemente requiere castigos y reglamentaciones.

No se ven posiciones coherentes. Los oficialistas, exaltados, reprochan cualquier fiscalización que se haga a los pocos datos conocidos. Dicen que los guerrilleros que hayan cometido delitos atroces sí pagarán “cierto tipo de cárcel o arresto”, pero al mismo tiempo las Farc afirman que ni un día perderán su libertad. El Gobierno dice que a su debido tiempo publicarán lo pactado en Cuba, por su parte Timochenko, (afeitado, estrenando pinta moderna, después de los envidiables recreos) convertido en líder nacional por ciertos periodistas, insta a presentar ya todo lo acordado y abiertamente declara que no se arrepiente de nada.

Casi diariamente se contradicen. Que sí. Que no. Pero hay clamor general por conocer el texto (¿Rendición del Estado?) de lo acordado en Cuba, pacto firmado de afán, para el show ante la ONU o la esperanza del Nobel. Y las Farc, como si hubieran ganado el conflicto, con arrogancia siguen exigiendo toda clase de prebendas: ir al Parlamento, no pagar cárcel, tratamientos especiales para los guerrilleros en todos los comunicados y paralelamente juicios a granel para el Ejército, el resto de los colombianos, incluidos los empresarios y dicen que otra de sus exigencias es llevar a Uribe a un tribunal, atropello que todos los compatriotas condenamos.

Por su parte el fiscal (el de los derrochadores contratos), proclive a castigos flexibles para los guerrilleros, habla de posibles condenas a expresidentes y demás funcionarios oficiales de otros años (menos a Santos), da la impresión de catalogar a la gente según sea amiga o crítica del proceso, de izquierda o derecha. Y paralelamente parece buscar la caída del procurador, hombre íntegro y respetable.

Colombia entera les pide consistencia a líderes y a empresarios, que actúen política y públicamente según piensan y se comportan en sus vidas privadas. Según José Alvear: “Los plenipotenciarios de las Farc nunca han ocultado que su propósito es el establecimiento de un gobierno socialista y revolucionario, de corte castrista y partido único, con economía centralmente planificada donde no cabe la libre empresa y donde la agricultura será colectivizada… Como los nazis en su tiempo, las Farc tienen una ideología firme e inmodificable, que todos estamos obligados a conocer”.

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