CON ANESTESIA

Hagan fuerza, no solo los que votaron sino los que no lo hicieron por Santos, por la draconiana reforma tributaria que caerá fundamentalmente sobre las espaldas de las clases medias colombianas.

Ya viene pierna arriba subiendo ese nuevo estatuto tributario. Con los recursos arbitrados el Gobierno intentará abonar en algo a la onerosa factura que firmó para lograr su reelección. Quienes más vociferaron para pregonar las excelencias de quien sería reelegido, seguramente serán los que más duro pondrán el grito en el cielo cuando la cascada tributaria los ahogue.

El aplazamiento de la venta de Isagén ha enredado más las finanzas del Estado. Más de seis billones de pesos que entrarían por ese concepto dejarán cojos los proyectos de las Vías de la Prosperidad. Sufrirán atrasos y sumidas en huecos y en abismos. Los sueños de quienes creían que pronto podrían sentirse en las grandes autopistas europeas, seguirán transitando las carreteras del subdesarrollo. Así seguiremos soñando como en cualquier noche de pesadillas.

El proyecto de presupuesto presentado al Congreso tiene un hueco para cubrir de cerca de 13 billones de pesos. ¿Qué compone ese hueco?, se preguntaba un despabilado columnista, con el agravante de que "no hay grandes inversiones". Y responde: "De hecho, en vivienda social y carreteras el presupuesto cubrirá lo que eran vigencias futuras de lo que ya está en ejecución. No hay plata para nuevos proyectos. Y menos sin la venta de Isagén". No hay cobija para tanta gente.

Pero si el presupuesto de inversión no crece, el de funcionamiento se dispara. Costará 7 billones más. La mayor parte de esa cifra la manoseará la clase política al cancelársele sus intereses de apoyo a la campaña del actual mandatario. Son acreencias que no vencen. Deben ser pagadas de riguroso contado. O con plazos mínimos que no dan espera. Y si esos pasivos no se cancelan cuando lo exigen los acreedores, las retaliaciones vendrán desde el Congreso en donde la mesa de la Unidad Nacional podrá perder una pata y así coja derramarse las viandas poniendo en riesgo la fiesta burocrática.

Quedará vigente el 4 por mil a las transacciones bancarias. El impuesto al patrimonio seguirá su curso normal. Se abre la tentación en grupos alcabaleros del Estado, para imponer no solo la doble tributación accionaria que golpea esencialmente al mediano y pequeño ahorrador, sino subir las tasas del Iva y ampliar su universo para amarrar más productos. La entrada de Colombia a la Ocde –club de ricos– arrastrará al país a una cascada impositiva inimaginada. Los patrimonios que están en el exterior no se asustan ante las amenazas de golpearlos porque allí gozan de cabal salud, al amparo cómplice de los paraísos fiscales que se lucran de esos rendimientos financieros.

Mientras la reforma tributaria se cocina –y en ella poco se habla de combatir la evasión, terminar con sus galimatías conceptuales, articulados farragosos y trámites engorrosos– se atizará la discusión sobre la supuesta reforma del Estado, que no es sino una reforma electoral y política, para distraer y engolosinar a la opinión pública. Y así entretenida, anestesiarla para introducir la dura reforma tributaria que taparía los huecos del promeserismo de la pasada campaña presidencial.

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