Con el dolor a cuestas

Aun con la certeza de ganarme varios comentarios fuera de lugar, debo decir que creo que Bogotá estaba mejor bajo el “desmandato” de Samuel Moreno Rojas.

Cuando lo elegimos pretendíamos tener un metro frente a la expansión de Transmilenio que pregonaba Enrique Peñalosa, muchas obras, una ciudad que continuase el extraño camino de la Bogotá propuesta por Luis Eduardo Garzón con la modernidad que se supone iba a generarse gracias al montón de promesas de los Moreno. Y ampliamos el pico y placa porque en la ciudad se iban a abrir muchos frentes de construcción y nos dijimos como bogotanos que íbamos a sufrir un poco pero que el resultado iba a cambiar a la ciudad, para mejorar.

Y ya se vio claro que no fue así. El miserable terminó robándose a Bogotá, como si no hubiese sido suficiente con las andanzas de su querido hermanito. Pero ya eso es harina de otro costal. Digo que estábamos mejor porque teníamos esperanzas, porque suponíamos que las cosas iban a mejorar. Incluso, aun cuando lo sacaron del cargo y llegó Clara López a cosechar los pocos aciertos de Samuelito, nos mirábamos diciendo que no íbamos a caer en lo mismo, y que el próximo alcalde iba a ser mejor, y que aún había esperanza para Bogotá.

Y llegó Gustavo Petro con su política disruptiva, y con la intención de cambiar al mundo, y con su discurso incendiario, y con su altivez moral frente a lo sucedido con su antecesor y su otrora partido político. Pero nos quedamos con las esperanzas, y los resultados se aplazaron, y se aplazaron y aún hoy los seguimos esperando. Y de repente ahora los bogotanos ya ni esperanza tienen, no esperan un próximo alcalde que cambie las cosas, que pueda hacer algo. Nos dejamos meter en la modorra, en el letargo de la administración de Petro y de sus escasas ofertas de futuro.

No hay interés por el próximo alcalde aún. Ni siquiera sabemos algo de la permanencia de Petro en el Palacio Liévano. Hablamos de un metro que quizá, pero aún no sabemos por dónde, de un montón de obras que quizá, pero que no han empezado, de una Bogotá más humana pero que quizá porque quien sabe si terminan tumbándolas por haberlas hecho a las malas. Y no tenemos más que una ciudad a medias, que ahora pierde plata no porque el alcalde sea un ladrón, sólo porque es incompetente.

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