Con el plebiscito perderá Colombia

Nadie puede dudar de que la desaparición de las Farc será buena para el país, si es que ese es el resultado del actual proceso.

Que cesen los secuestros, las masacres, y todos los delitos que han cometido durante tantos años, creará un clima propicio para el mejoramiento de las condiciones de muchas regiones.

Sin embargo, el camino que escogió el Gobierno para que el pueblo colombiano se pronuncie sobre los acuerdos va a hacer mucho daño.

En primer lugar, resolvió acudir a un mecanismo cuya aplicación llevará a que la gente no vote sobre el contenido de lo acordado si no sobre dos mentiras.

Al final, y eso es lo grave de lo que se viene, el debate será entre el SI a la paz y NO a Santos y las Farc. De esa manera se van a simplificar los mensajes.

Y ese no es el fondo de las discusiones que se están dando, ni de la materia sobre la cual debe producirse el pronunciamiento popular.

De entrada hay que decir, entonces, que la decisión se va a tomar sobre lo que no es.

De otro lado, la batalla política que tendrá lugar dejará muchas heridas y cicatrices.

Las primeras declaraciones de los amigos del SÍ y los partidarios del NO indican que el lenguaje será hiriente. Como lo demuestran, también, los abucheos a unos y otros en varias ciudades.

No habrá una controversia sana y constructiva sino descalificaciones feroces, señalamientos viscerales, y manifestaciones de odio en lugar de ideas y argumentos democráticos.

¿Qué va a quedar después de semejante reyerta?

Nada. Solamente desolación en el campo de batalla y fracturas en la sociedad colombiana que se van a prolongar en el tiempo.

Es que ya se siente lo que se aproxima.

Los espectáculos que se ven en reuniones sociales de amigos de mucho tiempo, que están de acuerdo en la necesidad de buscar la paz, son evidencias de la capacidad de daño que tiene dividir artificialmente al país, que es lo que hizo el Presidente Santos y sigue haciendo.

Tanto es así que ya muchos dicen en silencio que no vuelven a hablar de ese tema en las comidas, que es mejor no encontrarse con ciertos contertulios, o que asistir a esos encuentros se volvió aburrido porque terminan en discusiones exaltadas.

En dicha situación estamos por el afán de firmar a como dé lugar con las Farc.

Como si no fuera suficiente, además de escoger un mecanismo de refrendación que no es idóneo políticamente, el Gobierno, las mayorías en el Congreso y la Corte Constitucional le cerraron la puerta a una tercera opción.

Están obligando a los colombianos a decir SÍ o NO.

La libertad de los ciudadanos, pues, ya no existe.

Se destrozó ese principio fundamental por cálculos electorales.

Todo se ha hecho para facilitar la aprobación de lo que salga de Cuba.

Se abandonó el referendo, se bajó el umbral en el plebiscito, se prohibió el voto en blanco, se inventó un plebiscito especial, que no existe en la Constitución, se le dio carácter de política pública a lo que firmen Santos y Timochenko, y se habilitó a toda la burocracia del Estado para que haga campaña.

En fin, no ha habido límites, los mandatos legales y constitucionales se convirtieron en letra muerta, los principios fundamentales dejaron de existir, el derecho internacional no importa, y la democracia se limitó sin rubor, hasta el punto de que se está obligando a los electores, bueno es repetirlo, obligando, a escoger solamente una de dos opciones.

En estas condiciones, ¿cuál será el país de los próximos años?

Una nación profundamente dividida porque faltó grandeza y sobró soberbia.

Con el plebiscito perderá Colombia.

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