Concertación como estrategia

Duque y su premisa gubernativa
Pasos a un nuevo clima nacional

“Quizá el recurso más preciado, y cada vez más escaso, en el mundo de hoy, sea precisamente el diálogo”. Esa frase es nada menos que del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y la pronunció días atrás en la clausura del Foro de Doha, en donde recalcó que todos los grandes retos de la actualidad son globales y, por lo tanto, no pueden ser resueltos por un país u otro, sino que precisan una acción internacional orquestada y multilateral.

La misma premisa puede aplicarse a muchas de las problemáticas de índole nacional, frente a las cuales es obvio que sólo es posible avanzar en una solución más efectiva o estructural si se prioriza la búsqueda de acuerdos y la construcción de consensos, antes que insistir por la vía de la imposición o las medidas unilaterales, por más bienintencionadas que estas últimas puedan ser o se consideren necesarias frente a las realidades circundantes.

Desde el mismo discurso de posesión el presidente Iván Duque indicó que una de las normas de conducta de su gobierno sería, precisamente, la de privilegiar la construcción de consensos con todos los sectores políticos, económicos, sociales, regionales e institucionales, todo ello en la idea de confeccionar colectivamente una hoja de ruta que lleve al país por un sendero de progreso y mayor equidad, siendo esta última la columna vertebral de su mandato. “Concentrémonos en lo que nos une” repite a cada tanto el Jefe de Estado al insistir en que buscar salidas consensuadas es la forma más inteligente de avanzar en la solución de crisis y destrabar debates desgastados, sea cual sea su origen o motivación.

Ahora bien, como reza el refrán popular, “mucho va del dicho al hecho”. No pocos dirigentes y mandatarios de orden nacional, regional y local han reiterado la misma tesis, pero en el día a día no la aplican o desisten rápidamente de la búsqueda de acuerdos y prefieren proceder a tomar decisiones con un alto grado de discrecionalidad, obviamente dentro de su margen facultativo. El presidente Duque, por el contrario, ha puesto en práctica esa máxima gubernativa frente a distintos asuntos que generan polémica o no tienen una ruta de conciliación fácil o cercana.

Por ejemplo, si bien en la campaña electoral planteó una serie de medidas anticorrupción y un día después de la posesión ya radicaba un primer paquete de proyectos de ley en ese sentido, supo leer la sorpresiva y abultada votación de la consulta popular sobre la materia a finales de agosto y de inmediato convocó a una Mesa de Concertación con los promotores y todos los partidos políticos para llevar al Congreso la mayoría de las iniciativas sometidas a las urnas. Otra cosa es que en el trámite parlamentario algunas de ellas hayan naufragado o quedado a medio camino. El paro de los estudiantes de las universidades públicas también fue otro ejemplo de la inclinación del Ejecutivo por la conciliación, ya que pese a la estrechez fiscal y la radicalización de algunos sectores de la protesta, insistió en el logro de un acuerdo alrededor de las exigencias de mayor financiación para la educación pública superior.

No fue fácil, pero finalmente se llegó a una fórmula de consenso que, sin comprometerse presupuestalmente más allá de lo posible, permitió levantar la suspensión de clases que duró más de dos meses. Igual ocurrió con la negociación del aumento del salario mínimo mensual para 2019. Contra todo pronóstico, incluso teniendo al propio Jefe de Estado sentado en la Mesa de Concertación –un hecho inédito-, se logró, después de  intrincadas negociaciones, que empleadores y sindicatos llegaran a una fórmula de consenso para incrementar la remuneración básica en un 6 por ciento y un mayor reajuste en el subsidio de transporte. Dadas las variables de inflación causada, productividad laboral, desempleo y otros indicadores macro y micro, alcanzar un pacto alrededor de ese porcentaje no sólo constituye una buena noticia para el poder adquisitivo de los trabajadores, y para la economía en general pues se incentiva el consuno, sino que pone de presente que era viable un acuerdo entre las partes cuyas propuestas llegaron a estar separadas por más de seis puntos porcentuales y ya se apostaba por la ruptura de tratativas y la fijación del aumento vía decreto la próxima semana.

Hay varias políticas públicas más en donde Duque ha insistido en que su construcción y aplicación debe ser producto de una suma de voluntades. Y otras en las que no ha existido ni era viable esa vía, procediendo a la toma de decisiones unilaterales, como es de normal cauce en un sistema presidencialista. Sin embargo, es claro que el modelo de gobierno actual tiene una línea de acción proclive al consenso y la discusión argumentativa, con resultados positivos cada vez más evidentes. Una línea a todas luces beneficiosa para un país hondamente polarizado.

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