Consumismo político y autencidad presidencial

El sentido común son los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable.

Definición de sentido común

Si usted aplica la definición anterior podrá manejar el paradigma legalista con el que se pretende que aceptemos un acuerdo de paz lleno de falacias y errores. El panfleto “Del sentido común” escrito por Thomas Paine fue el que inspiró la revolución norteamericana de la independencia. Ante esa experiencia, para mejor comprender la situación colombiana y decidir sabiamente, yo invito a que cambiemos de paradigma por el del mercado, pues fue un problema de impuestos sobre elte, lo que disparó el movimiento norteamericano. Y ya que toda política, sin tener en cuenta el país, puede comportarse como un mercado evidente cuando llega la época electoral, en 1985 la American Marketing Association (AMA) redefinió el concepto de marketing para incluir las ideas de política en la lista de productos susceptibles de ser mercadeados porque se nos considera consumidores políticos. En Colombia los participantes sacan sus productos a la plaza democrática de los pueblos, los vocean; otros, más modernos se atienen a las redes, medios, los clubes caché, los afiches, etc. Los que son pragmáticos combinan todos los sistemas. Cada quien estudia el producto del otro, observa su comportamiento estadístico, cambia el suyo, o le añade un nuevo ingrediente. Todos anuncian algo. Pero el pueblo aplica el sentido común que es el origen de toda política. Por eso algunos dicen que no creen en las encuestas y por eso el NO sorprendió.

En ese escenario escogemos y nuestro competidor entiende, y a veces respeta, lo que escogemos. En esta visión alegórica hay un producto que se llama candidato presidencial, que lo cura y resuelve todo; pero, dependiendo de qué ‘LABORATORIO POLÍTICO’ lo produce, engancha más, o se proyecta menos; las encuestas son equivalentes al puesto que ocupan en el ranking de ventas convirtiéndose en el instrumento para influir la oferta y la demanda. Así ilusionados nos acercamos a la oficina de pedidos (las urnas) y hacemos el nuestro para que nos llegue a la vida emproblemada el producto que TODO LO PUEDE COMO MR. MÚSCULO que, generalmente, está basado en lo que todo mundo espera del ideal del bien común. Hasta ahí llega la dicha.

Una vez ciertos ‘productos’ llegan al poder ‘el producto elegido’ se puede creer ‘dueño del mercado’ y ahí empieza la metamorfosis: de a poquito, despacha lo que le da la gana. Para ello tiene su propio manual secreto de ‘condiciones, restricciones y términos de uso’ para adaptar la Constitución y las leyes a sus propósitos y lo utiliza discrecionalmente dirigido por los expertos para salirse con la suya. Pero hay otros especialistas que no son sus amigos y denuncian la estafa. Ya con cierta experiencia ese nuevo ‘producto’ se transforma. De haber sido alguien que, con su empaque, buscaba llenar las necesidades de ese consumidor inocente que es el pueblo, entonces se presenta como lo que realmente es: un ‘presidente’ con cara de placebo que empieza a experimentar con una creencia o deseo basado en la fe o la confianza. O se destapa como un producto falso que no tiene los componentes que ofreció. Ejemplo: El magistrado Ricaurte como candidato presidencial, (Leer: El día que Francisco Ricaurte se lanzó a la presidencia de la república). También ocurre, para sorpresa de muchos, que sin esperarlo el producto real cumple lo que vendió, que puede ser doloroso o incómodo, pero necesario para el bien común. Pero esos ‘productos’ quedan expuestos al mercado en donde son puestos a prueba.

Es mi experiencia que ciertos candidatos presidenciales se presentan como productos utilizando el paradigma del mercado, pero una vez en el poder nos rigen por un paradigma diferente: el de la constitución y las leyes y el de la buena o mala política. De ahí que los mal intencionados cuenten con el manual de ‘condiciones, restricciones y términos de uso.’ Pero como elegimos al fulano de acuerdo con las leyes del mercado, esas son las que le exigimos básicamente; porque la constitución y las leyes pueden ser utilizadas como una de las ‘trampas’ para engañar a los consumidores. Ilustraré esta última herética aseveración.

Drogas. De acuerdo con el paradigma legal y constitucional son ilegales mientras se perciben o presentan como daño individual y social. Pero estas mismas drogas se vuelven legales debido a asuntos de conveniencia política como la salud pública, gastos de orden público, o la superficial propaganda de ‘esta guerra se perdió’. Viene entonces la lucha entre lo que dijo el sentido común del mercado y lo que determinan ciertos políticos ¿Dónde queda el ejemplo del bien moral y ético para la sociedad como parte del bien común? Pero el mercado se encarga de castigar a los que se burlan del sentido común. Veamos cómo.

Las siguientes consideraciones vienen inspiradas y adaptadas al escenario colombiano con base en “La economía del bien común” por Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2014, capítulo “El mercado tiene numerosos fallos que deben corregirse”, pág. 173. Recomiendo su lectura para mirar nuestro escenario político desde otro paradigma.

1. El mercado político dice que el intercambio (oferta y demanda) puede afectar a terceros que, por definición, no han dado su consentimiento a una decisión. Ejemplo: las empresas (oferta) que a partir del carbón fabrican un producto para cierto consumidor (demanda) pueden contaminar el ambiente de otros, es decir, a un tercero no involucrado en la decisión que lo afecta por lo que reclama y demanda. Aplicado a Colombia en el área política, las Farc y gobierno negociaron ‘la paz,’ algo perteneciente al bien común, utilizando las leyes de oferta y demanda política de dos grupos de intereses. Pero el pueblo, el más afectado, no fue involucrado en la decisión. ¿Qué debe hacer el pueblo de acuerdo con el sentido común? ¿Cómo se perciben entonces los negociadores? ¿Cómo se pueden proteger radicalmente los afectados? Se pretende entonces sustituir el castigo del mercado por un paradigma político, y se le personaliza como oposición. Así se distrae el poder del sentido común que tiene el pueblo. Al vender el engaño a través de los medios, mediante distractores sobre la paz o la polarización, que en realidad funcionan con la metodología de la ‘propaganda engañosa,’ el ámbito ético, moral y político del daño se esfuma. Pero el mercado político lo cobra en términos de popularidad y desprestigio para el ofensor.
2. El mercado político supone que el intercambio debe efectuarse mediante un total conocimiento de causa, efecto, y consentimiento. Ejemplo. La firma del consentimiento informado previo a las cirugías. El profesional le explica el riesgo; pero si usted no es un especialista no puede tener un conocimiento total de las causas que pueden originar un daño no previsto, para ejercer su derecho a la autonomía personal. ¿Qué hace? Evade o se resigna. El consentimiento informado es un eximente de la responsabilidad médica que se enfrenta a una necesidad vital. Sin embargo, no lo exime cuando el procedimiento es negligente o mal intencionado. En principio no hay cabida para un juicio legal, pero sí la hay para el juicio ético que es el que hace el mercado político cuando se comprueba la negligencia. Ejemplo político: el equivalente del ejemplo médico es proponer un ‘acuerdo de paz’ para especialistas, suponiendo una opinión informada del votante. Además ese ‘acuerdo’ ha sido rechazado e ignorado, se viene ejecutando de manera ineficiente. Ante el engaño, el mercado político produce el juicio ético, lo vuelve decisión política y castiga de muchas maneras: sabotea, resiste, desprestigia, marcha. Pero como el mercado es una entidad, una institución, tiene que tener voz audible. Eso es lo que se confunde con política para manipular el mercado, la voz del pueblo que se refleja en las encuestas. Cuando un producto para el servicio público se trata de manera negligente (transmilenio) las consecuencias negativas van a surgir tarde o temprano.
3. El mercado nos hace ver que puede que el comprador sea su propia víctima que carezca de control sobre sí mismo y tenga un comportamiento impulsivo. El primer ejemplo que salta a la cabeza es el del consumo de drogas adictivas e ilegales. La persona puede elegir consumir la droga bajo el placer engañoso y perjudicial de una ‘traba’. De la misma manera se puede consumir una paz tóxica, pero no querer hacerlo. El presidente Santos llamó a ese dilema ‘tragar sapos’, pero no lo explicó. Salvó su responsabilidad ética, pero no su responsabilidad política por cuanto debe promover, no poner en riesgo, la serenidad ni la seguridad pública. Porque ‘la paz fariana’ se asume en el presente a expensas del incierto futuro, impulsado por una ‘adicción’ o necesidad. Esa situación se traslada a los impuestos indeseables que se aceptan en el presente para un futuro pero riesgoso bienestar. Sin embargo, la ley del procesamiento dice que esa incertidumbre no debe ser aceptada, pues si incertidumbre entra, incertidumbre sale. Porque nadie deja de ser lo que es. Y pretender engañar al sentido común se castiga.
4. El mercado nos pone en alerta sobre la realización práctica de un intercambio que puede superar la capacidad del individuo. En nuestra vida cotidiana estamos viendo que tanto Farc como gobierno se ven sobrepasados por las circunstancias políticas, contractuales, sociales, para cumplir con lo pactado. El universo de la paz es mucho más complejo que el acordado. Haber ignorado esa realidad se paga.
5. El mercado nos advierte que las empresas pueden disponer de poder de mercado. En la práctica vemos que el monopolio, o los acuerdos secretos entre diferentes empresas, pueden hacer subir el precio del mercado. De la misma manera en la política un acuerdo de las élites y la subversión puede hacer aparecer como digno de confianza a quien no lo es, sencillamente porque en el ‘acuerdo’ no se pisan las mangueras. Leer el capítulo “Días de conspiración” del libro “Mi confesión” de Carlos Castaño. Ver el episodio 45 de Los Informantes y el capítulo X “La venda que el enemigo (la hija de Tirofijo) retiró de mis ojos” del libro “Me niego a arrodillarme” del Coronel Hernán Mejía Gutiérrez en donde describe la infiltración de la subversión en el poder. En la negociación habanera las Farc dispusieron del poder de las alianzas internacionales de izquierda contra la imagen de un estado / mercado desprestigiado por esa misma izquierda a lo largo de los años.
6. Si bien el mercado es un factor de eficacia, no tiene ninguna razón para generar equidad. Se refiere la equidad a una noción de justicia con igualdad social, a darle a cada quien según sus méritos y capacidades, a ser imparcial, moderado; la condición de los contratos; al pago justo en relación con el mercado y las condiciones de la empresa; se refiere a la distribución justa de la riqueza; también a la equidad de género. Todas estas condiciones hacen parte del bien común y la mentalidad de mercado es la que puede regir estas relaciones guiadas por una ética universal para los negocios y su impacto social. El mercado produce los medios, nuestra conciencia ética, mediante una política que busca el bien común, humaniza el mercado. Ignorar esta condición se paga.
Ahora bien en el escenario electoral que vivimos la primera pregunta que usted debe hacerse para evolucionar de consumidos político a elector consciente para elegir a un presidente auténtico, es: ¿Cuál es la diferencia entre un verdadero presidente y uno que funge como tal, pero que es en realidad un producto del mercado? Concepto clave para responder la pregunta: el marketing político busca construir una IMAGEN PÚBLICA GANADORA, pero usted quiere AUTENTICIDAD EFICIENTE Y TRIUNFADORA A NOMBRE DEL BIEN COMÚN.

Para saber a qué se enfrenta el candidato presidencial y cómo puede usted evaluarlo en su autenticidad observe cómo maneja o reacciona frente al panorama político doméstico e internacional en el que estamos aprendiendo que:

1. Los partidos políticos ya no son de por vida. Están en crisis. ¿Por qué? Y los que se mantienen ¿por qué lo hacen?
2. Medios y gobiernos se necesitan mutuamente. Entonces ¿Son los medios confiables o realmente críticos, justos, ponderados? ¿Tienen sesgo político? ¿Son informadores, opinadores o linchadores? ¿Discierne usted en las redes y en los medios, la opinión de la manipulación?
3. El comportamiento de los votantes se ha hecho más impredecible y la volatilidad electoral se ha exacerbado demasiado.
4. Las encuestas encubren esta situación jugando con combinaciones de candidatos. El juego lo llama Semana “Se mueve el tablero” (de ajedrez) ¿Por qué lo hacen? La carátula de la última edición de Semana (1848) es desinformadora / sesgada para vender una idea subliminal. ¿Cuál es? Observe: La carátula alinea 6 candidatos arriba y 7 abajo lo que hace la distribución del ‘tablero de ajedrez’ asimétrica para que haya ganadores (arriba) perdedores (abajo); pero falta un candidato, voto en blanco (2.1) mayor que el porcentaje de Juan Carlos Pinzón (1.2); es decir en el tablero deben figurar 14 espacios simétricos. El periódico huilense La Nación fue simétrico y colocó ‘voto en blanco’ en la esquina inferior derecha del ‘tablero’. De esa manera, en su tablero de ‘ajedrez simétrico, ‘espacialmente, Iván Duque queda en la línea superior que, subliminalmente, se percibe como ganadora cubriendo así los siete espacios simétricos del tablero. Observe en Semana los rostros, ojos, vestidos. El vocabulario: se dispara, retrocede, estanca de los ‘ganadores de arriba’. Como Iván Duque queda ‘abajo’ no hay comentario. ¿Qué le dice entonces la carátula además de los porcentajes? Por otra parte, una presentación objetiva, no sesgada, habría puesto a los candidatos en círculo para evitar suspicacias en un proceso de información objetivo. Yo no sé si el antiuribismo haga aumentar o disminuir las ventas de Semana, pero valdría la pena que repasaran mi columna “SEMANA en su laberinto o el examen de la credibilidad de analistas políticos interesados” del 02/12/2013 que ha resultado profética.
5. Los más jóvenes son cada vez más escépticos con todo lo relacionado con la política.
6. El compromiso social ha caído a sus niveles más bajos, con cada vez menos gente interesada en dedicar su tiempo libre a algo que no sea ellos mismos. ¿Cómo los motiva el candidato? ¿Mermelada o ejemplo de vida?
7. Un segmento creciente del electorado colombiano cada día tiene más claro cuáles son sus exigencias como votante. La gente no come cuento.
8. El elector quiere comprobar que los políticos cumplen.
9. El candidato debe tener capacidad de gobierno.
10. Los electores saben que no solamente tienen que escoger entre candidatos, sino entre ideologías diferentes a lo tradicional y son muy ariscos con sus representantes oficiales, simpatizantes, promotores. A eso lo llaman polarización.
11. Un verdadero candidato no solo gana la presidencia, sino que logra cambiar la agenda de los medios y la esfera pública en pro del bien común.

Ahora bien si pudiera sintetizar el objetivo final del marketing del Centro Democrático diría que el candidato escogido debe dar las garantía de que es un PRESIDENTE AUTÉNTICO, O QUE INTENTA SERLO, no un producto del mercado político. ¿Y cómo se logra eso? He aquí un Decálogo de Buena Intención para la Autenticidad Presidencial.

1. Un presidente político sustenta su autoridad sobre una elección; el auténtico lo hace sobre toda una vida de experiencia y aprendizaje sin violar la Constitución ni las leyes.
2. Un presidente auténtico no cita la ley, enseña a vivir de acuerdo con ella. Entonces enseñará a respetarla.
3. A un presidente empoderado por el sistema nadie le discute sus afirmaciones, por eso fácilmente se puede convertir en dictador (“Ultimátum de Santos movió a bancadas por la JEP” El Tiempo, Oct 3, 17); un presidente demócrata siempre está abierto a la sana discusión.
4. Un presidente encumbrado raramente conoce a sus colaboradores y menos al pueblo; se le reconoce lo que hace, pero no conquista corazones. Un presidente auténtico raramente admite un colaborador sin antes conocerlo. ¿Pondría su mano en el fuego por él? Si no es así ¿cómo puede responder políticamente? Lo que ese presidente hace bien, se le agradece y marca a la persona.
5. Un presidente respetado no necesita enviar memos a la hoja de vida. Evalúa con la mirada, sin descalificar. Se siente vergüenza al fallarle a ese presidente.
6. Un verdadero presidente es buscado para la reelección; si la acepta tendrá enemigos, pero lo asume y no los persigue.
7. Un presidente aferrado a la ley nunca se equivoca; así está escrito. Un presidente auténtico basa sus decisiones en la ley, que también conoce, pero es experto en la SENSIBILIDAD DE LA LEY, que se basa en los errores cometidos al aplicarla literalmente.
8. Un presidente castiga al criminal de acuerdo con la ley, pero no la adapta para perseguirlo, ni para perdonarlo. El presidente auténtico lo castiga sin negociar nada, pero es ejemplo para enseñarle una lección al delincuente y cambiarlo.
9. Un presidente de mercado es respetado debido a la ley; el auténtico es respetado por lo que es.
10. Un presidente de mercado puede aspirar a imponer el mejor sistema de educación; un presidente auténtico forma con el ejemplo y enseña a pensar. Por eso a veces se le confunde con un padre.

¿Y para qué ese presidente auténtico que quizá esté pasado de moda? Para enseñarnos que la naturaleza humana no es mala, a pesar de sus errores cuando se somete a un Dios Bueno. Que una sociedad en paz es ejemplo de esa posibilidad. Una paz que redunda en beneficio de todos, no como prueba de un proyecto político. Una paz así se basa en la verdad, se edifica y mantiene en la justicia y se vivifica en el amor. Abarca a todos los seres humanos con sus necesidades del cuerpo y el espíritu en un recto orden de valores. Estas circunstancias o lo que las hace posibles son la razón de ser del estado, por lo que es un ente de servicio, no de usufructo personal. Y el presidente debe estar a esa altura. Este párrafo define un ideal que debe ser equilibrado con lo real que ahora sigue. El candidato ganador debe tener:

1. Habilidad política: Haber estudiado la campaña y el programa del candidato, debe darnos una buena idea de sus prioridades. Pero ¿podrá leer las dificultades del panorama político y actuar en favor de la comunidad y no de sus intereses? Si fue lo suficientemente honesto como para ganar la confianza de los votantes con el tema de la paz, ¿será lo suficientemente realista como para modificar o anular el acuerdo de La Habana si descubrimos que las Farc no honran lo prometido, ni desmontan el narcotráfico? ¿Y en qué queda el robo del plebiscito que le resta legitimidad a todo lo actuado por el gobierno en torno a la paz? ¿Cómo mantiene su integridad personal e institucional ante estos dilemas?
2. Capacidad de gestión de lo esencial: En relación con el problema del narcotráfico. ¿El candidato está lo suficientemente enfocado como para actuar de acuerdo con una visión global del problema como para hacer desaparecer el narcotráfico del país para quitarnos el estigma internacional de la droga que cae sobre los colombianos de bien? ¿Podrá algún día Colombia dejar de estar asociada con la coca?, ¿Es lo suficientemente ágil como para ajustar esa visión cuando intervienen los eventos del mundo real como los intereses financieros internacionales sobre el tema? ¿Sabrá rodearse del mejor equipo?
3. Persuasión: ¿Sabe cómo escribir y dar un buen discurso cuando decida mostrar su autenticidad que solo él puede sentir? ¿Sabe cuándo permanecer callado? ¿Sabe leer la opinión pública y decir o callar lo apropiado? ¿Está dispuesto a crear un cortocircuito para consultarle directamente al pueblo frente a un congreso hostil; frente a la recuperación de lo fundamental que necesita el país sin convertirse en dictador?
4. Temperamento: ¿El candidato ha enfrentado alguna vez una verdadera crisis? ¿Tiene la ecuanimidad para manejar las presiones erráticas e impredecibles de las responsabilidades de su cargo? ¿Se ahoga en la incertidumbre?
En lo anterior no he mencionado la palabra liderazgo, que es de lo que se trata este asunto y que incluye esas cualidades, porque tal característica varía según las circunstancias. Hay un momento para Gandhi, otro para el General Patton y un liderazgo diferente para administrar un pos conflicto sin que se convierta en una colcha de concesiones. Dice un viejo adagio que querer es poder. Inténtelo Señor Presidente del 2018.

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