Crisis en La Habana

No hay razones para sorprenderse con las posiciones que han adoptado las Farc recientemente.

Desde el principio de las conversaciones, se hizo la advertencia de lo que el Gobierno le presentó a los colombianos como un esquema original, y sin antecedentes, no era más que un marco teórico unilateral con pretensiones académicas.

Nada permitía identificar un entendimiento claro y sólido sobre los elementos esenciales del esquema de los diálogos.

Por primera vez se tiene una agenda breve, de cinco puntos, dijo, orgulloso, el Doctor de la Calle. La dicha no duró mucho, porque, poco después, los voceros de las Farc, con ínfulas de internacionalistas, sentenciaron que el carácter vinculante del preámbulo del Acuerdo permitía hablar de todo.

Con el mismo énfasis, el jefe negociador de Santos, proclamó que el objetivo del muy novedoso proceso es poner fin al conflicto, es decir, que los terroristas dejen de echar bala y se dediquen a hacer discursos.

Quién dijo miedo! a esa afirmación del gobierno las Farc respondieron con la aclaración de que están sentados para cambiar el sistema económico, político y social, primero, toda vez que ese es el camino hacia la paz.

Y cuando los voceros de la administración dijeron, con satisfacción digna de mejor causa, que el proceso tiene tres etapas, ni cortos ni perezosos, los portavoces de ‘Tirofijo’ se dejaron oír con la afirmación de que esas son cosas de Santos.

Ni hablar del asunto de los tiempos. Este será un diálogo breve, advirtió el Presidente, pero sus interlocutores repiten con frecuencia que no hay que ponerle plazos fatales a las conversaciones.

Es por esto, y muchas diferencias más, que Márquez y sus cómplices se atreven a afirmar que la lucha armada sigue teniendo vigencia y que no pasarán un solo día en la cárcel, ni entregarán las armas.

Como si fuera poco, ahora presentan un documento de diez puntos con el fin de cambiar en Cuba el sistema político colombiano.

Este paso que acaban de dar, es una prueba más de que la famosa agenda de cinco puntos solamente existe en la cabeza de los negociadores del gobierno, y que el propósito de las Farc no es transformar los tiros en discursos sino acabar con la estructura institucional que tenemos para reemplazarla por la que le gusta a esa organización.

Definitivamente, lo que empieza mal termina mal. Son muchos los pecados originales que afectan la mesa de La Habana, razón por la cual, cada día que pasa, la ilusión de la paz le cede el paso al escepticismo.

Así no se quiera reconocer por el gobierno, las últimas salidas de las Farc ponen en crisis las conversaciones.

¿O es que resulta posible creer que los objetivos declarados de los dos interlocutores son compatibles?

No lo son. Y lo que está pasando es que, por andar cañando con par jotas,el Dr. Santos metió al país en un problema de marca mayor.

Ahora, que no salga el equipo oficial a decir que los herederos de ‘Marulanda’ solamente están dando declaraciones para mantener en alto el espíritu de sus cuadrillas.

Con cada movimiento que hacen se evidencia que, en la práctica, hay dos procesos: el que está en la mente de los “pazólogos” gubernamentales y, por otro lado, el que obedece a los objetivos de las Farc.

Como no hay, ni siquiera, acuerdo sobre el marco para dialogar, se presentan las crisis que, pese a que no se diga, los hechos prueban que existen.

Ese es el costo de la inexistencia de una verdadera voluntad de paz del terrorismo y de los cálculos reeleccionistas de un gobernante con sueños de gloria.

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