¿Cuál es el afán para otra chambonada tributaria?

Las reformas tributarias del año 2012 y del 2014 fueron declaradas nefastas y ahora, ante su falta de argumentos técnicos, el Gobierno amenaza con que si no se aprueba el aumento del IVA se disparará el dólar y las desprestigiadas calificadoras internacionales de riesgo nos rebajarán a economía basura, como si ya desde hace rato no lo fuéramos.

Apenas la próxima semana se empezarán a desglosar en el Congreso los 311 artículos de la propuesta inicial más dos ponencias alternativas adicionales, para lo cual se tendrían máximo tres semanas de trámite. ¿Alguien se atreve a decir que eso es serio con la Nación?

Otra prueba de la forma chambona como se busca imponer este remiendo precipitado a los impuestos es que, a último momento, en la clausura del Congreso de la Cámara Colombiana de Infraestructura, el presidente Juan Manuel Santos anunció que al proyecto de reforma tributaria se le añadirá un impuesto de valorización de carreteras nuevas para financiar las obras de cuarta generación, evidenciando que si existían alternativas distintas a la venta de Isagén.

Ya que la propuesta no mejora la equidad, al cargarse sobre el IVA, que castiga principalmente a los asalariados; ya que no simplifica el sistema tributario, pues le agrega más basura normativa; ya que no estimula el crecimiento, pues el impuesto al consumo merma el ingreso disponible de los ciudadanos y con ello deprime aún más las débiles ventas, ¿por qué el afán?

Si se aplazara para la próxima legislatura se podrían revisar los 253 artículos de los 933 que comprende el estatuto tributario vigente y que, según la propia DIAN, versan sobre deducciones, exenciones, descuentos tributarios, rentas no constitutivas de impuestos y regímenes especiales que favorecen a pocos particulares afortunados por un monto anual superior a los $10 billones que dejan de recaudarse. Además, si se aplaza, pero se insiste en la carga de mayor IVA, cabe señalar que dicho impuesto entraría a regir de manera inmediata a la sanción presidencial, sin necesidad de esperar el año fiscal siguiente.

Del afán no queda sino el cansancio, y también queda la sensación de que la propuesta es tan mala que la única forma de pasarla es a la carrera, sin debate, sin que muchos vean. ¿Todo un raponazo?

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