¿Cuántos inocentes más irán a la cárcel?

Nada más infame que ser acusado y luego condenado por un falso testimonio. En Colombia, este es el caso de más de tres mil procesados que han sido condenados por testimonios armados especialmente para hundirlos, a cambio de toda clase de prebendas para los que mienten.

Es aterrador saber que estos falsos testigos son criminales, muchos de ellos pertenecientes a grupos de paramilitares desmovilizados, que han obtenido reducción de sus sentencias, cambios a mejores cárceles, permisos y privilegios de toda clase y, en algunos casos, hasta excarcelación y dinero por sus falsos testimonios.

Mentir en un juicio no es nada nuevo, es tan viejo como la mentira misma. Lo que sí es nuevo es la manera metódica, organizada y en extremo corrupta que se ha implantado en Colombia. Ya no son unos pocos casos aislados u ocasionales. Hoy en Colombia, dar falso testimonio es una industria boyante. Hoy todos sabemos de la existencia del cartel de los falsos testigos, con toda clase de ramificaciones, una organización clandestina, bien establecida; un secreto a voces, que da ganancias sustanciales a los mentirosos profesionales, algunos de los cuales participan, sin el menor recato, en múltiples juicios.

Ese es el caso del testigo, Andrés de Jesús Vélez, criminal al que se le conocen no menos de 12 alias, y que fue prófugo de la justicia; sin embargo fue él quien incrimino a la exsenadora Nancy Patricia Gutiérrez y causó su encarcelamiento, hasta que se le comprobó, ampliamente, que mentía, lo que causo la liberación de la exsenadora. Sin tener en cuenta este antecedente, la Fiscalía lo aceptó como testigo clave en el proceso contra Luis Alfredo Ramos. Una mentira más. Hoy sabemos que ha mentido en no menos de 15 casos.

No cabría en esta columna ni un mínimo porcentaje de los casos más vergonzosos que han ocurrido. Solo recordare algunos que realmente ponen en tela de juicio la justicia colombiana actual. Recordemos los casos del almirante Bacci, el coronel Vega, el exdiputado Sigifredo López, el senador Luis Fernando Velasco, todos incriminados falsamente por falsos testigos.

Es claro que esta debacle comenzó con la desmovilización de los paramilitares para los que se montó la Ley de Justicia y Paz, según la cual si confesaban sus crímenes y delataban a otros, podían obtener considerables rebajas de penas y beneficios carcelarios. Naturalmente, no son pocos los criminales a los que poco o nada les importaba mentir, los que acogiéndose a este principio de oportunidad, inventaban las mentiras que los fiscales querían oír, por muchas razones, algunas políticas y otras personales. De esta manera, los criminales obtuvieron múltiples beneficios y, en algunos casos, han podido ejercer una inicua venganza contra aquellos que fueron sus perseguidores.

El cartel de falsos testigos, ha crecido de una manera descomunal, en él hay involucrados fiscales, funcionarios y abogados que hacen de estos testigos un arma perfecta para lograr sus objetivos. Gustavo Moreno, abogado, experto en Derecho Penal, y autor del libro, “El falso testimonio”, le dijo a la revista Semana: “Hay manzanas podridas en la Fiscalía y hay fiscales que han protegido a falsos testigos”. Además aseguró que los falsos testigos son “un cáncer que carcome la justicia colombiana”.

Si esto ha sucedido con los paramilitares que se acogieron a la Ley de Justicia y Paz, ¿qué sucederá con los criminales de las Farc que se acogerán a la nueva ley transicional creada especialmente para ellos? ¿Cuántos inocentes irán a parar a la cárcel debido a sus mentiras? ¡No quiero ni pensarlo!

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