De asesores, capos y moral

Curioso que un exguerrillero de El Salvador aconseje sobre la paz en Colombia, cuando su país en 2015 rompió el récord hemisférico de homicidios, superando el número de víctimas anuales durante su conflicto. ¿Es la misma paz que nos espera en el tal posconflicto?

Igualmente que un israelí nos hable de paz cuando judíos y palestinos no la han podido lograr. Para no hablar de los británicos, siempre presentes en cualquier guerrita, guerra o guerrota que haya en el mundo. Pero hablar de paz en los actuales momentos en Colombia es bien pago por el gobierno de turno.

También es curioso que la gran prensa haga eco de los contactos del “Chapo” con alias “Otoniel” y el clan de los Úsuga, pero no diga nada, ni con la misma titularidad, de la sociedad entre el Cartel de Sinaloa y las Farc, justo cuando hace dos meses el ministro de Seguridad de Panamá anunció que entregaría a Estados Unidos toda la información que posee sobre los vínculos entre ambos carteles.

El novelón del “Chapo” Guzmán pone en evidencia, como hace 30 años con Pablo Escobar, una contracultura vigente en donde los antihéroes son los modelos de la nueva moral. La revolución del narcotráfico está remeciendo las bases de nuestra cultura. Entre fútbol, música, reinados, telenovelas, realitis y crónica amarilla, personajes extraños a nuestra realidad e ideologías importadas de latitudes lejanas (de Alemania, por ejemplo) educan nuestras futuras generaciones en el desdén por las jerarquías y el desprecio por los límites morales y legales. En consecuencia, los narcoterroristas, impunes, recorrerán el país tratando de refundar la nación con votos conseguidos a punto de amenazas y chantajes, con el respeto y aplauso de pusilánimes y oportunistas que les agradecerán por no habernos masacrado. Mamertos de alquiler, están reescribiendo nuestra historia y los militares serán enviados a la sentina de este barquito bananero.

Después de casi 300 años de Independencia, seguimos siendo uno de los países con mayor desigualdad social del mundo; la insatisfacción con la antipática oligarquía en el poder está a flor de piel para darle sustento a nuevos estilos de violencia. El Estado formal zozobra frente a una realidad económica y cultural alimentada por la ambición desbordada de dinero, poder y figuración. Capos y terroristas, vedettes y galanes de utilería y asesores de plastilina pautan el nuevo escenario. Ojalá y “El abrazo de la serpiente” no sea una premonición de lo que nos acecha en Colombia: un país en blanco y negro. Porque el sueño ya lo estamos perdiendo.

Entretanto, el tiempo del negociado en La Habana lo marcan los terroristas, quienes ahora, vea usted, reclaman la libertad de militares encarcelados. ¿Qué responderá el alegre fiscal?

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