De la Calle y el Conejo

Es inconveniente que el jefe negociador se comporte como precandidato presidencial.

Los hechos inadmisibles asociados con el proselitismo armado de las Farc en La Guajira, Caquetá y Putumayo y la tardía reacción del Gobierno dejan al descubierto lo inconveniente que resulta un jefe negociador haciendo cálculos de precandidato presidencial. El pasado viernes por la mañana, cuando debería haber salido a darle explicaciones al país sobre estos episodios, apareció, en su lugar, un desinformado ministro del Interior patinando en todas las cadenas radiales.

Quien ha debido poner la cara era el jefe negociador, porque lo ocurrido era demasiado grave… a menos que la pretendida indignación del Gobierno fuera una pantomima, como lo han sugerido desde Salud Hernández-Mora hasta las mismas Farc, quienes sostienen que los negociadores nunca les plantearon ninguna limitación para hacer esta modalidad anticipatoria de proselitismo armado.

En todo caso, tras el lanzamiento de la candidatura presidencial de Humberto de la Calle promovida por Piedad Córdoba se ha hecho más evidente que a la galería de angustias que se derivan del desastroso momento político y económico que atraviesa el Gobierno se le suman las dudas que les asaltan sobre la posibilidad de retener la presidencia en las toldas santistas.

Con excepción de Germán Vargas y de Gina Parody, que al grueso de los políticos de la coalición de Gobierno les parece que no podrán someterlos frente al régimen casi extorsivo que le han aplicado a Santos, los ministros o exministros cercanos al Presidente y con ínfulas presidenciales se han ido desmoronando uno tras otro, como se desprende de los fracasos en sus respectivas gestiones y que hacen inviables las candidaturas de Juan Carlos Pinzón, Sergio Díazgranados o Mauricio Cárdenas, para citar solo tres ejemplos.

En esas circunstancias, un hombre maduro y decente como De la Calle se les ha convertido en tabla de salvación a los santistas que se le quieren atravesar a Vargas Lleras, cuya recuperación, dicen, avanza muy satisfactoriamente. Y dicen, también, que hasta comidas en la Casa de Huéspedes de Cartagena les organizan a los del partido de ‘la U’ para ambientar candidaturas distintas a la del Vicepresidente.

Lo grave de eso es que se ganan un candidato, pero se pone en peligro la negociación, pues el largo plazo de una paz justa y sostenible que debe constituirse en el faro del jefe negociador puede sucumbir ante la contabilidad de votos y jefes políticos de coyuntura que quieren enlazar en alguna modalidad de consulta interpartidista entre ‘la U’ y los liberales, de la cual emergería victorioso Humberto de la Calle.

Por el bien de Colombia, el doctor De la Calle debería poder recuperar la concentración indispensable. Mientras el jefe negociador se paseaba de foro en foro y de almuerzo en almuerzo en Bogotá, el jueves, ante la mirada complaciente de los supuestos garantes y de la Cruz Roja Internacional a nombre de una máscara falaz de neutralidad –¿es neutral callar cuando los guerrilleros hacen política con armas?–, las Farc, fusiles al hombro y con sus cabecillas con total desparpajo, pisoteaban una de las pocas líneas rojas que aún no se habían violado.

Cuando millones de colombianos estaban atónitos e indignados, la respuesta de De la Calle fue paquidérmica y retórica. Las Farc terminaron su jornada a la hora que quisieron y en las circunstancias que quisieron en un lugar donde ni siquiera había un campamento. ¿De la Calle lo sabía y se hizo el loco? ¿Lo asaltaron en su buena fe? ¿Cómo pensó evitar presiones armadas ante la sociedad desarmada? ¿Qué mecanismos de seguimiento y control definió sobre estas visitas? ¿Qué habló con la Cruz Roja y los garantes? ¿Fue negligente?

Mi hipótesis, y ojalá me equivoque, es que el jefe negociador está transformándose en candidato, y ese sí sería el más peligroso de todos los conejos.

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