De la distensión a los hechos

*Cumplir lo pactado, reto de Bogotá y Caracas
*Deportación arbitraria en espera de los fallos

Hay  varias ópticas para analizar el resultado de la reunión de los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro este lunes en Quito. Para algunos el encuentro auspiciado por los mandatarios de Ecuador y Uruguay tuvo resultados muy pobres frente al objetivo principal de nuestro país que era obtener de Caracas una respuesta clara y creíble al reclamo por la deportación abusiva y violatoria de los protocolos internacionales de más de mil quinientos colombianos y el desplazamiento forzado de catorce mil más por miedo a ser objeto del mismo proceso de expulsión. Es claro que este objetivo no se alcanzó  y que la “investigación” que se hará sobre los sucesos del último mes en la frontera no llena las expectativas que el Gobierno y la sociedad colombiana tenían respecto de una corrección del accionar del Gobierno Maduro. Deberá, entonces, esperarse a la resolucíón  de las denuncias y demandas interpuestas por instancias colombianas ante entidades internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Acnur y la propia Corte Penal Internacional, cuyos dictámenes atenidos al derecho público internacional seguramente condenarán el proceder de Caracas.

Pero mientras ello ocurre lo importante es concentrarse en el cumplimiento de los siete puntos acordados en Quito entre Santos y Maduro. De entrada, es apenas obvio que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el regreso de los respectivos embajadores reabre el canal de interlocución propio de dos naciones hermanas, y, debería dejar atrás la proclividad del Gobierno venezolano a la beligerancia verbal y el desafío permanente. Si ello se cumple, lo trascendental  entonces será que las nuevas instancias de coordinación a nivel ministerial, judicial e incluso operativo en la zona de frontera, den resultados concretos, y en el corto plazo a las problemáticas objetivas de la región limítrofe en lo relativo a contrabando de combustibles, narcotráfico, bandas delincuenciales binacionales, comercio ilegal de alimentos, mercado negro cambiario, y el alto grado de informalidad migratoria a lado y lado. Si bien no es la primera vez que se pactan esta clase de coordinaciones, lo que se espera ahora es que tras la crisis sin antecedentes generada por Caracas en el último mes en la frontera, ese compromiso político de los gobiernos de turno por generar estrategias de acción conjunta, con responsabilidades puntuales exigibles se concrete de una vez por todas en un plan coherente, de largo plazo y, sobre todo, que evite nuevos rifirrafes tan graves como el actual, en el que está claro que el mayor perjuicio lo soportan miles de colombianos y venezolanos que habitan en la zona limítrofe.

Sin embargo, para que todo eso sea posible no solo se requiere privilegiar las vías diplomáticas y bilaterales, sino que las coyunturas internas de cada nación no terminen atravesándose en esa política de fronteras conjunta e integral. Este temor es más que válido porque para nadie es un secreto que el Gobierno Maduro afrontará en diciembre próximo unas trascendentales elecciones parlamentarias en las que podría el régimen perder el dominio de la Asamblea Nacional y, por esa vía, el fracaso del modelo del “socialismo del siglo XXI” no solo se reconfirmaría sino que el cambio de tendencia política sería inminente. La pregunta, entonces, es qué evitará que Maduro y compañía no precipiten una nueva crisis fronteriza, antes de la cita en las urnas con el fin de distraer a la atribulada población venezolana acudiendo para ello al viejo expediente del anticolombianismo.

Visto todo lo anterior es obvio que vislumbrar el nivel exacto de distensión entre ambos países, tras la cumbre de Quito y los siete acuerdos logrados, sean ellos o no definitivos en la solución de la crisis, requiere un compás de espera hasta certificar que lo acordado se cumple en mayor o menor proporción. Quienes pensaban que dada la gravedad de lo ocurrido en el último mes en la frontera, no solo desde el punto de vista del atropello humanitario, sino de las problemáticas complejas de la región, todo se iba a solucionar automáticamente con un apretón de manos o un abrazo presidencial estaban claramente equivocados. La crisis sigue vigente solo que ahora ambos gobiernos vuelven a tratar de tramitarla por la vía diplomática y no de la confrontación política. Ahora lo único que resta es si esta vía da un resultado que permita la normalización progresiva de la frontera.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar