De nuevo la frontera..

Una vez más en Miraflores se ha decidido jugar la carta del enemigo externo en tiempos de crisis.

En primera instancia suena delirante, pero es un hecho que hay similitudes en las recientes posturas del precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump y del presidente venezolano, Nicolás Maduro, frente a los inmigrantes mexicanos y colombianos, respectivamente.

Es claro que una vez más en Miraflores se ha decidido jugar la carta del enemigo externo en tiempos de serios apremios internos y víspera de contienda electoral. En consecuencia, Nicolás Maduro ha tomado la decisión de declarar el estado de excepción por sesenta días en cinco municipios de la zona limítrofe con Colombia y cerrar los pasos fronterizos. Una determinación que ha estado acompañada de fuertes discursos, abundantes en generalizaciones y cortos en matices, en los que el mandatario ha reiterado su teoría de que desde este lado de la frontera existe una conspiración en su contra.

A lo anterior hay que sumar el que esta vez han entrado en escena nuevos y preocupantes elementos. La manera como la fuerza pública venezolana ha procedido contra colombianos que viven en su territorio –más allá de consideraciones relativas a su situación migratoria– es absolutamente inaceptable, como lo son también las acusaciones contra el expresidente Álvaro Uribe. Abundan, además, denuncias de atropellos y despojos, así como registros en video de demoliciones de residencias de connacionales.

No se puede negar que la zona colombiana de la frontera está lejos de ser modelo de inclusión, tranquilidad y presencia efectiva de las instituciones. Por poner un ejemplo, Cúcuta es la ciudad con mayor informalidad laboral del país. Pero mucho hay de una situación de deuda social a la que, por cierto, este Gobierno ha enfrentado, a la que se lee entrelíneas en los enardecidos discursos del sucesor de Hugo Chávez.

Por todo lo anterior, sería un craso error entrar en el juego de las provocaciones. Lo sensato, más bien, es aprovechar la situación para examinar la manera como se viene dando la colaboración de ambos Estados en la lucha contra enemigos comunes y, si es posible, fortalecerla para beneficio mutuo. Conseguir que las autoridades bolivarianas pongan en su mira a todos los factores generadores de inestabilidad y violencia en el área.

La vía por excelencia para lograr dichos objetivos es la de la diplomacia, la misma que hace pocas semanas permitió superar el roce surgido de la expedición del decreto que establecía los límites de la Zona Operativa de Defensa Integral Marítima Occidental. Algo que para nada excluye el deber de la Cancillería de defender los derechos fundamentales de nuestros compatriotas, como lo reiteró ayer el presidente Juan Manuel Santos.

Es fundamental también recordar que ante coyunturas tan complejas que involucran asuntos de Estado, las diferentes fuerzas políticas deben entender que no es el momento de buscar réditos pasajeros. Un llamado a superar la crisis por los canales diplomáticos, lo que incluye un papel mucho más dinámico de entes como Unasur, es más robusto si se hace desde la unidad de las diferentes colectividades. Es lo mínimo que esperan quienes hoy viven horas de angustia a lo largo de los 2.219 kilómetros de la frontera.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar