De Petro a las Farc

Cuando el miércoles de esta semana entrevistamos en Blu Radio al director de Medicina Legal, el doctor Valdés, y nos relató los pormenores sobre la manera como fueron asesinados los dos policías en Tumaco, por parte de las Farc, no pude menos que decir al aire: son unos hijueputas.

Y creo que no puede uno menos que pensar eso, cuando se sabe que estando vestidos de civil, haciendo labores sociales con la comunicad, fueron secuestrados, amarrados. A uno lo degollaron y al otro lo mataron a golpes. Sí, tal como suena. Y confieso que más indignación me dio cuando vi el jueves al negociador de las Farc —alias Iván Márquez— protestando enfáticamente por la decisión que en derecho tomó el presidente Santos de dejar en firme la destitución de Petro. Sí, el alcalde que esta semana se comparó con Jorge Eliécer Gaitán, el mismo que arremetió en contra de las instituciones, los medios, las altas cortes. Precisamente las mismas que el M-19, su movimiento guerrillero, asesinó en 1985. Nada dijo Petro sobre los soldados ultimados por las Farc, pero en cambio pidió solidaridad de sus compañeros de lucha sentados en La Habana. Pero para ser más inconsecuente, ahora implora ayuda y se le arrodilla a Washington, a ese imperio que otrora atacaba con fervor y antipatía.

Todo esto es el mundo al revés. Petro arengando y furioso porque en Colombia las cortes no le dieron la razón, como si haber sido guerrillero le concediera patente de corso.

Me hubiera gustado haber visto a Petro en el balcón del Palacio Liévano rechazando este crimen de los asesinos de las Farc, pero no tuvo tiempo para eso, porque su megalomanía no lo deja pensar sino en él mismo, en su carrera política fallida. Tanto se enceguece el exalcalde, que nunca durante su desastrosa gestión reconoció haber cometido un solo error. Todo lo malo que sucedió fue culpa de alguien más. Por supuesto, Petro no salió por corrupto sino por inepto. Porque tomó muchas y muy equivocadas decisiones que les constarán a los bogotanos décadas para volver a tener una ciudad medianamente vivible.

Pero confieso que cuando escuchaba al director de Medicina Legal recordé que el presidente sostuvo que lo único que acabaría con el proceso de paz, con el que estoy de acuerdo, sería que se cometiera un magnicidio. Es decir, que los criminales de las Farc asesinen a alguien realmente prestante. Un periodista, un magistrado, un ministro. Como quien dice, acá hay ciudadanos de primera y de segunda. Entendí que estos jóvenes policías pertenecen, en el sentir del Gobierno, a la última categoría.

La verdad no son pocas las oportunidades en las que pienso que este país es absolutamente inviable y desquiciado por cuenta de la violencia, de su mal llamada clase dirigente y de sus políticos paranoicos, corruptos y cínicos. País de locos.

Notícula: Ojalá los electores no se vuelvan a equivocar de cara a las elecciones para elegir a quien suceda al exalcalde Petro, porque Bogotá no aguanta más.

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