De Trump, Duque y la cocaína

Son bien conocidas las declaraciones de Trump sobre que, durante el gobierno de Duque, han aumentado en un 50% (cifra que Trump saca de su cubilete de mentiroso porque no tiene sustento alguno) las ventas de cocaína a los Estados Unidos y que Colombia, junto con El Salvador, Honduras y Guatemala envía “intencionalmente” criminales a su país (Trump, probablemente ha recibido lecciones de geografía de Fox News, que dijo que Honduras y Guatemala era “países mexicanos”). Nuestro Canciller dice que los únicos criminales que enviamos allá son los que extraditamos.

En la misma semana Trump amenazó a México con cerrar la frontera (al mejor estilo de Maduro) y subir los aranceles de los automóviles mexicanos, y amenazó también a la Unión Europea con una guerra comercial, como la que ya tiene con China. Así que no estamos solos.

Trump, a quien muchos psiquiatras consideran con problemas mentales y es obsesivo y mentiroso, fue elegido, según dicen, por no ser un político tradicional. Yo estoy de acuerdo con esa tesis: es peor. “Trump no es un político de carrera y no tiene mucha experiencia, y por eso a veces dice cosas que no están basadas en la realidad. No creo que entienda todo lo que ambos países hacen de manera conjunta y que conozca el detalle de las relaciones bilaterales”, sostiene Stephen Donehoo, analista político de McClarty Associates.

Estados Unidos afronta una “epidemia” de muertes por sobredosis por narcóticos, principalmente por fentanilo (cien veces más potente que la morfina), morfina y heroína, pero hay que suponer que la cocaína también contribuye. Y como Colombia ha alcanzado la cifra de 206.000 hectáreas de coca, parece lógico que hayan aumentado las exportaciones. De manera que, en esta materia, es posible que Trump tenga razón. Pero en lo que no la tiene es en atribuirle la responsabilidad a Duque, que recibió una herencia maldita del gobierno Santos acompañada de una torpe decisión de la Corte Constitucional que prácticamente prohibió la fumigación aérea de la coca con ese material, aunque se use para muchísimos cultivos como el arroz y la papa y sea menos tóxico que el paraquat o las triazinas. Si no se vuelve a la fumigación aérea, no vamos a salir del problema y el narcotráfico, que de por sí es perjudicial para el medio ambiente, incluyendo la deforestación, el uso de químicos y el vertimiento en los ríos, sin contar la corrupción, nos va a comer vivos.

De igual manera, hay que extraditar a los narcos, empezando por Santrich, inexplicablemente retenido por la JEP. El Fiscal descubrió un artículo en la ley estatutaria de la JEP, en el que dice que “no se concederá la extradición a otras personas (no vinculadas al conflicto y que no hayan tenido una participación en él) que estén ofreciendo verdad”, es decir, dijo el Fiscal, “cualquier ciudadano de Bogotá”, con lo cual se abre un boquete para que cuantos narcos en el mundo han sido se escapen de la extradición. La JEP, sin embargo, ha dicho que “los narcos no se cuelan” y ya ha rechazado cuarenta solicitudes de tales terceros. Hay que creerle. Pero qué bueno hubiera sido que la Cámara no hubiera rechazado sin estudiarlas y por razones políticas y no de conveniencia nacional, las objeciones de Duque. Se hubiera eliminado el riesgo.

La Cancillería debería reforzar el equipo en Washington para convencer al secretario de Estado, Mike Pompeo, y al asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, que parecen buenos amigos de Colombia, de estudiar un nuevo Plan Colombia para combatir los cultivos de coca.

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